Como pastores, al celebrar el 173 aniversario de la fiesta de la Independencia Nacional, queremos dirigir una palabra a la sociedad dominicana: a nuestras comunidades, a las familias, y especialmente a los adolescentes y jóvenes.
La realidad de nuestros adolescentes y jóvenes
Somos un pueblo con una gran población de adolescentes y jóvenes que suman el 36.3% (3, 674, 069) de la población dominicana, en las edades que oscilan de 10-29 años. En ellos descubrimos muchos valores que nos llenan de alegría y de esperanza, entre los que destacamos:
Deseo de superarse a través del estudio. La disposición a reunirse, a encontrarse, a pasear y a divertirse juntos, valorando la amistad entre ellos. Nuestros jóvenes, en su mayoría, son generosos y solidarios en sus comunidades y sectores, participando activamente en acciones de desarrollo comunitario, en la reforestación, en las protestas a favor de la justicia, en las emergencias provocadas por las inundaciones y otras causas.
Numerosos jóvenes buscan al Señor en la Iglesia y en otras Comunidades Cristianas con amor y entusiasmo, integrándose en los grupos juveniles. Las vocaciones de los jóvenes al ministerio sacerdotal y a la Vida Consagrada ha crecido en nuestro país, así como la vocación a los diferentes ministerios y servicios.
Constatamos, también, con tristeza y preocupación, la realidad dolorosa que marca la vida de muchos de nuestros adolescentes y jóvenes que les impide desarrollarse y realizar la vocación a la que Dios los ha llamado. Señalamos las siguientes situaciones:
Un gran número de adolescentes y jóvenes nacen y crecen en hogares disfuncionales, sin una figura paterna o materna que los guíe, con alto nivel de agresividad, faltos de cariño y de modelos que los impulsen a vivir los valores humanos y cristianos auténticos.
La realidad de la pobreza que azota al 40% de los hogares dominicanos, crea grandes desigualdades y escasas oportunidades para estudiar y progresar en la vida.
La carencia de líderes sociales y políticos que sirvan al pueblo en vez de lucrarse de los bienes comunes de la nación y que hacen de la corrupción un modo de vivir y de escalar una posición en la vida, sin ninguna condena judicial, creando una cultura del más vivo y del sálvese quien y como pueda.
Nuestros jóvenes encuentran pocos espacios de diversión sana donde recrearse y, por el contrario, se les ofrece la droga, los juegos ilícitos, el sexo fácil a edad temprana, la pornografía, la prostitución; cosas que tristemente cautivan a muchos y los llevan a la destrucción de sus vidas. Crece el número de jóvenes desempleados, alcanzando el 28.7% de los que están en las edades de los 15 a los 24 años. A esto se añade que el 19.7% de jóvenes entre 15 y 24 años de edad no estudian ni trabajan, pasando a ser el grupo de los Ni-Ni.
Es alarmante que adolescentes y jóvenes se vean cada vez más envueltos en actos de violencia, atracos, asaltos, homicidios y todo tipo de delincuencia, impulsados por el consumo y tráfico de droga y el ideal de un enriquecimiento fácil, teniendo como paradigma a políticos corruptos y narcotraficantes.
Hagamos una opción por los adolescentes y jóvenes
Después de haber visto la realidad de nuestros adolescentes y jóvenes, invitamos a las familias, la sociedad, las autoridades y a toda la Iglesia, a que hagamos una opción preferencial por nuestros adolescentes y jóvenes.
A las familias: Exhortamos a no sobreproteger, y a ayudar en la orientación de los adolescentes y jóvenes, dándoles ejemplo de buen comportamiento y enseñándoles sana doctrina y principios éticos y morales.
A la Sociedad, y sus autoridades: Exhortamos a nuestros funcionarios y políticos a que actúen con honestidad, pulcritud administrativa y transparencia, con principios éticos y morales, apegados a la Ley y a la Constitución de la República, de modo que puedan ser modelos referenciales a nuestros adolescentes y jóvenes.
Sugerimos al Estado: Prestar todo tipo de atención a los adolescentes y jóvenes, fortaleciendo el sistema educativo, creando escuelas vocacionales de carreras técnicas y de oficios. Promovamos una educación que valore y cuide la naturaleza, donde ellos aprendan a proteger el ambiente en el que vivimos.
Pedimos que los espectáculos públicos y los contenidos de la Internet sean supervisados y se apliquen los controles requeridos a todo lo que atente contra las buenas costumbres, los valores de la familia y nuestras leyes; además, que las emisoras de radio o televisión transmitan programas con finalidad educativa, artística, cultural y de prevención de la violencia. Luchemos por políticas y programas de prevención contra el uso ilícito de sustancias alcohólicas, estupefacientes y sicotrópicas.
Invitamos a los maestros a ser otros padres, educando a los alumnos como si fueran sus propios hijos. Acójanlos con amor de padres, porque el amor cura todas las heridas; ofrezcan una educación con creatividad e iniciativas.
A los miembros de la Iglesia: Es hora de que ofrezcamos «modelos» que reflejen en sus vidas el estilo de Jesús, tal como lo vemos en el Evangelio. Nosotros debemos ser accesibles como Cristo, demostrar apertura, benevolencia y disponibilidad frente a sus problemas, superar las resistencias para instaurar y crear aquel contacto, que puede definirse como diálogo de salvación.
Frente a los adolescentes y jóvenes nos corresponde saber escuchar y saber responder, madurez interior, coherencia entre vida y enseñanza, oración, unión con Cristo y docilidad al Espíritu Santo, instrucción adecuada y responsabilidad frente a la verdad, credibilidad y autoridad moral.
Comprometámonos con la dinamización de la Pastoral Juvenil, estructurándola con nuevo ardor, nuevo entusiasmo y nuevas expresiones a nivel nacional, diocesano, zonal, parroquial y comunitario, creando espacios de crecimiento personal, de relaciones de amistad, alegría y liderazgo; en conversión continua, con sentido de pertenencia a la Iglesia y en servicio a la comunidad.
Conclusión: Queremos reconocer en nombre de toda la Iglesia a tanta gente buena, que en grupos, organizaciones comunitarias y sociales dentro y fuera de la Iglesia trabajan con los adolescentes y jóvenes.
Exhortamos a los adolescentes y jóvenes a que asuman el protagonismo de su propia vida y vocación, ya que tienen dentro de sí la capacidad de abrir sus mentes y corazones para enfrentar la vida y realizar así de manera honrosa sus ideales y sueños, aportando a la sociedad nuevas propuestas de convivencia y sanas relaciones humanas.
Invitamos a los jóvenes a encarnar los valores del Evangelio y a seguir las huellas de nuestros patricios, cumpliendo con los deberes ciudadanos, respetando las leyes, honrando a la Patria con sus símbolos, héroes y heroínas, y contribuyendo a la preservación del medio ambiente. Sean valientes. Atrévanse a proyectar un mundo mejor.
Descargar versión completa : Mensaje de los Obispos Febrero 2017