La Fiesta del Corazón Inmaculado de María fue instituida por el Papa Pío XII el 4 de mayo de 1944 y es celebrada el sábado siguiente a la Solemnidad del Corpus Christi y un día después del Sagrado Corazón de Jesús con el fin de destacar que los dos corazones son inseparables.
Esta devoción fue difundida por San Juan Eudes en el siglo XVII a quien el Papa San Pío X llamaba «El apóstol de la devoción a los Sagrados Corazones».
La práctica que marca esta devoción fue dada por la Santísima Virgen cuando se apareció en diciembre de 1925 a Lucía Martos, una de las videntes de Fátima expresando: “Yo prometo asistir a la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que en los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen la tercera parte del Rosario, con intención de darme reparación».
Esta fiesta litúrgica fue declarada por San Juan Pablo II de naturaleza “obligatoria” y no “opcional”, es decir, que en todo el mundo se debe realizar la liturgia de esta celebración.
El Fundador de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, San Antonio María Claret, dió con su vida testimonio de amor a esta advocación y sus misioneros salen por el mundo entero a difundir la devoción.
Cuando el mundo vivía el horror de la Segunda Guerra Mundial en 1942, el Papa Pío XII lo consagró al Corazón Inmaculado de María.
También el 13 de octubre de 2013 ante unas 100 mil personas congregadas en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco consagraba nuevamente el mundo ante la imagen original de la Virgen de Fátima que fue llevada a Roma desde su santuario en Portugal, subrayando que “la fe es fidelidad definitiva, como aquella de María”.