12 de septiembre 2020
Catedral Nuestra Señora de la Encarnación, Primada de América
Palabras de agradecimiento de Mons. Amable Durán Tineo
Hoy nuestros corazones rebozan de gozo, junto a la Madre del cielo cantamos las grandezas y la misericordia del Señor y le damos gracias infinitas por haberme llamado, en la persona del Papa Francisco, a servir como Obispo auxiliar, en la porción de su pueblo que peregrina en esta histórica y amada ciudad de Santo Domingo.
No quiero continuar estas breves palabras, sin antes contarles una sencilla anécdota. Siendo seminarista en el Seminario Menor San Pío X de Licey al Medio, Santiago – “nuestro dulce hogar”, como canta su himno- siendo un adolescente y estando en el primer año de bachillerato, uno de esos fines de semanas últimos del mes en que acostumbrábamos visitar nuestras familias, mi amada madre, Crecencia de Jesús Tineo quien junto a mi padre Adriano Antonio Durán nos contemplan, desde el cielo, me colocó en el pecho una cruz de tamaño mediano atada a un sencillo cordón color negro, signo de su gran deseo de que un día el Señor me concediera la gracia del sacerdocio. Cuando llegué al Seminario, a la hora del almuerzo estaban todos mis compañeros a la puerta del comedor, esperando a que sonara la campana que indicaba que se podía entrar. Cuando me ven llegar gritaron a coro: “¡Monseñor!”, en mi timidez de niño de campo, mi rostro cambió de color, desde entonces ya no me llamaban por mi nombre. Lo que yo no imaginaba era que el Señor se lo había tomado en serio y que, en su divina providencia, tendría señalado este día para hacer realidad lo que comenzó como una simple broma.
En la Iglesia el ministerio ordenado es un don para el servicio. Por ello, en estrecha comunión con la Conferencia del Episcopado Dominicano y muy especialmente, con Mons. Francisco Ozoria a quien agradezco su acogida y cercanía y de cuya imposición de manos y plegaria de ordenación, unido a todos los demás obispos presentes, recién acabo de recibir la gracia del episcopado, vengo a caminar y trabajar en espíritu de fraternidad, corresponsabilidad y participación.
Me uno plenamente, al arduo trabajo evangelizador que hace mucho tiempo vienen realizando, cada uno de los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas misioneros, desde las distintas pastorales específicas y movimientos apostólicos, siguiendo los lineamientos del Plan Arquidiocesano de Pastoral, muy particularmente en la Vicaría Territorial Santo Domingo Norte, acogiendo con corazón de pastor a todos, muy especialmente, a su gente pobre, trabajadora y sencilla con su dinamismo y realidad concreta, diversidad cultural y religiosa, sus palos, atabales y sabrosos chicharrones.
Es mi propósito aportar y cooperar en el servicio de la palabra de Dios, mediante el anuncio del kerigma y la predicación, la animación y acompañamiento de la catequesis y la formación permanente de nuestros sacerdotes, agentes de pastoral y todo el pueblo de Dios.
Es mi misión trabajar hombro con hombro en el pastoreo y defensa de la persona humana, sujeto de derechos inalienables, fundamento de toda institución, así como de la familia, santuario de la vida, educadora en la fe y los valores humanos que fundamentan una auténtica democracia en la que se respete y tutele el derecho irrestricto a la vida desde la concepción hasta la muerte.
Quiero acompañar y animar a los jóvenes y los niños, los más afectados de la sociedad por la pandemia de la violencia, la inmediatez, la fragmentación y la exclusión, y desde su cercanía fomentar las distintas vocaciones propias del estado laico, la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada.
Consciente de que el reino de Dios se construye no sobre las fuerzas, influencias y habilidades humanas, sino sobre la gracia y el poder de Dios, les pido me encomienden en sus oraciones al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, para que pueda responder con fidelidad y entrañas de misericordia a la misión que hoy la Iglesia me encomienda.
Agradecimiento
“Agradecer es la memoria del corazón”. Por ello, reitero mi agradecimiento a Dios todopoderoso por concederme este inefable don, a Mons. Francisco Ozoria, sus obispos auxiliares y todo el clero de esta amada Arquidiócesis de Santo Domingo, por su apoyo y acogida. A todos los Obispos y demás sacerdotes de las distintas diócesis, especialmente a Mons. Freddy Antonio Bretón junto a Sus Obispos Auxiliares Mons. Valentín Reinoso y Mons. Tomás Morel y mis hermanos sacerdotes de Santiago, por su fraternidad y cercanía, desde ya soy capitaleño; mas la estima y consideración siguen siendo las mismas.
Quiero expresar mi especial gratitud a mi familia por su cariño y respaldo incondicional, por acompañarme en los momentos más decisivos de mi vida Gracias del alma.
Gracias de corazón a la Sra. Diana y a su familia, por su apoyo humano y espiritual, por estar atenta a cada detalle de mi ordenación, por su entrega, aporte y significativa cooperación en el montaje y organización de la recepción. Que el Señor les bendiga grandemente.
A las hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha y a la familia Torres, gracias por su trato familiar, oraciones y aportes.
Agradezco al Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino, donde he pasado una gran parte de mi vida y ministerio sacerdotal, a cada uno de los sacerdotes y seminaristas tanto de aquí como de los demás seminarios con los que he tenido la dicha de compartir por más de 14 años.
Gracias al P. José Francisco Tejeda por sus oraciones, dirección espiritual y sabios consejos.
Vaya mi agradecimiento a cada uno de los miembros de la Fundación Seminario, gracias por su amistad sincera, apoyo, entrega y trabajo en mis años de servicio en la formación sacerdotal.
Vaya mi profundo agradecimiento a la Familia San Pío X, los exseminaristas que pasaron por Licey al Medio, y que hoy me acompañan, algunos haciendo grandes sacrificios viniendo desde Estados Unidos, para celebrar con nosotros esta fiesta.
Agradezco al P. Nelson Clark, párroco de esta Santa Iglesia Catedral, al P. Abelino Reyes, al Seminarista Jacobo Lama y su equipo de liturgia y acogida, a los Sres. Jesús Rodríguez Sandoval y Lidia Acosta de Rodríguez, así como al diácono Esteban Díaz y al Coro del Seminario. Gracias por cooperar, preparar y animar con tanta dedicación y esmero esta bella Eucaristía.
Gracias a Carmen Rosa, David Crow y a los miembros del Movimiento Sacerdotal Mariano, con ustedes he tenido la dicha de consagrar mi vida cristiana y ministerio sacerdotal al Corazón Inmaculado de María.
Cómo no agradecer a cada una de las parroquias por donde he pasado como vicario o párroco y que por razones obvias no pudieron estar presentes, pero que se unen espiritualmente a nosotros.
Agradezco a Televida, a la Voz de María, en la persona de sus respectivos directores: el P. Kennedy Rodríguez y el P. Rafael Delgado Suriel (P. Chelo), a las demás plantas televisoras, emisoras de radio y redes sociales que se han unido en la transmisión de este acontecimiento eclesial. El Señor les recompense.
En fin, gracias a todos los que desde el silencio me han acompañado con sus oraciones, aportes y muestras de cariño, y a todos los aquí presentes. Sólo me resta decirles:
Gracias de corazón, que el Señor les bendiga.
Texto Original:Amable Palabras de gratitud Ord Episc