Santo Domingo RD.- Mons. Francisco Ozoria Acosta Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, Primado de América, celebra Eucaristía este domingo 4 de octubre, como cada primer domingo de mes en la parroquia evangelizadora mediática San Antonio de Padua del sector Gazcue.
Al inicio de la Eucaristía, Mons. Ozoria dio la bienvenida al Rvdo P. Franklin Antonio Camacho Grullón, ordenado hace unos quince días, destinado a colaborar en la Parroquia San Antonio de Padua, también dio la bienvenida al Rvdo P. Ballardo Marenco, pertenece a esta Diócesis, pero estaba un tiempo en la Arquidiócesis de Santiago y a partir del día 7 de octubre, asumirá la parroquia Nuestra Señora del Rosario. Expresó que le acompañamos con nuestras oraciones en esa misión que va a asumir el Padre Bayardo Marenco.
Homilía
Queridos hermanos y hermanas, el Señor nos regala hoy en este domingo, este fin de semana, un bello mensaje, una bellísima palabra para que nosotros entendamos su amor para con nosotros.
La primera lectura que nos describe el Señor por medio del profeta Isaías, esta viña que el dueño cultiva, que el dueño cuida. La cuidó con tanto amor, pero no fue correspondida porque las uvas no produjeron los frutos esperados, sino que lo salió fue agrazones, es decir, uvas amargas y el dueño dijo entonces, vamos a destruir la viña, vamos a quitar la cerca y vamos a echar los animales en ella, porque no respondió esa viña lo esperado, tanto cuidado que tuvo el dueño, no correspondió.
Termina el profeta diciendo: “La viña del Señor es la casa de Israel”. El Señor ha cuidado tanto su pueblo, ese pueblo que lo ha conducido a la liberación, lo ha cuidado, lo liberó de la esclavitud de Egipto y ha tenido tanto cuidado, pero el pueblo no le respondió como debía responder. El pueblo de Israel no respondió al amor de Dios.
Esto es realmente una parábola que nosotros debemos reflexionar seriamente. El pueblo de Dios, el pueblo amado de Dios no responde a tanto amor de Dios, y por eso el Señor destruye la viña. Es lo que el Señor nos explica con esta parábola, la Parábola de los viñadores. El dueño de la viña es el Señor, la confía a unos trabajadores que no hacen lo que tienen que hacer, no cultivan con responsabilidad esa viña y se creen dueños. Cuando llegue el tiempo de cultivar la vendimia, es decir, recoger las uvas, no la entregan al dueño. El dueño viene y no pueden recoger los frutos de la viña, porque los labradores se creen dueños, no administradores. El administrador debe dar cuentas al dueño.
Queridos hermanos, nosotros estamos aquí en este mundo, el mundo es la viña del Señor, la sociedad donde estamos, la tierra donde vivimos, es la viña del Señor. Dios Señor quiere que cultivemos esa viña, Él ha puesto en nuestras manos el mundo, la sociedad, la tierra. Él ha puesto en nuestras manos esa viña, para que nosotros la cuidemos, para que nosotros le demos cuentas a Él. Somos trabajadores del Señor, somos administradores. Nos dice San Pablo que lo que se le pide a un administrador es que sea fiel, que responda con fidelidad a su tarea, a su Señor.
Esta parábola nos enseña a nosotros a cultivar lo que Dios nos ha puesto. Él ha puesto en nuestras manos muchos dones, ha puesto en nuestras manos: el mundo, la sociedad, la tierra, para que nosotros le demos frutos y frutos abundantes. Les he puesto para que vallan y den frutos, frutos abundantes, dice el Señor.
La parábola la dice el Señor a las autoridades, a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Jesús le habla, eran los administradores, eran los ministros y Jesús tiene que hablarles así, porque ellos no habían cuidado de la misión, de la viña como debían. Más bien se aprovechaban, por eso, termina el evangelio diciendo que:
—«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
«La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente?».
La piedra que desecharon los arquitectos, es decir, los constructores, los que tienen la tarea de cultivar el mundo, no responden como se esperaba, los Ministros, los Príncipes, los Sumos Sacerdotes, no respondieron como debían. Por eso dice que les entregará la viña a otros trabajadores para que le entreguen sus frutos a su tiempo.
Apliquemos esta parábola, este mensaje que el Señor nos presenta en este domingo a nuestras vidas, a nosotros que somos administradores. El Señor nos pide cuentas, el Señor nos va a pedir cuentas de nuestro trabajo, de nuestra misión.
Esta parábola la podemos aplicar también, a nuestra vida en la República Dominicana, ahora que hay un cambio de autoridades, ahora que hay unas nuevas orientaciones, ahora que se está pidiendo a las autoridades que presenten sus cuentas, las autoridades que salieron que presentes sus cuentas y las autoridades que entran también.
La República Dominicana es de todos nosotros, somos responsables del crecimiento, del bienestar en la República Dominicana, y tenemos que dar cuentas. Rendir cuentas es propio de todo administrador, y lo hace muy mal el que se cree dueño y no da cuentas y no rinde cuentas.
Por eso, quisiera que esta palabra de Dios la aplicáramos a nuestra vida, a nuestra vida social, a nuestra vida política, a nuestra vida eclesial, a nuestra vida como Iglesia.
Nosotros somos administradores y tenemos que dar cuentas de nuestra gestión. Dios que es el Señor de la historia, Dios que es el dueño, nos pide cuenta, nos pide responsabilidad.
Pidamos al Padre, pidamos a Dios que nosotros seamos responsables y que cumplamos con esa responsabilidad, nuestro trabajo, nuestra misión.
Ave María Purísima
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