El Papa Francisco destacó que la Iglesia “está llamada a llegar a las encrucijadas de hoy” y que se trata “de no apoltronarse en las formas cómodas y habituales de evangelización” sino abrir “las puertas de nuestras comunidades a todos”.
Así lo indicó el Santo Padre este Domingo 11 de octubre antes del rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico.
“La Iglesia está llamada a llegar a las encrucijadas de hoy, es decir, a las periferias geográficas y existenciales de la humanidad, esos lugares marginales, esas situaciones en las que se encuentran acampados y viven fragmentos de humanidad sin esperanza. Se trata de no apoltronarse en las formas cómodas y habituales de evangelización y testimonio de la caridad, sino de abrir las puertas de nuestro corazón y de nuestras comunidades a todos, porque el Evangelio no está reservado a unos pocos elegidos”, advirtió el Papa.
En esta línea, el Pontífice señaló que “también los que viven al margen, incluso los rechazados y despreciados por la sociedad, son considerados por Dios dignos de su amor” porque “Él prepara su banquete para todos: justos y pecadores, buenos y malos, inteligentes e incultos”.
Al comentar el relato de la parábola del banquete nupcial del Evangelio de San Mateo, el Papa dijo que “Jesús perfila el proyecto que Dios ha pensado para la humanidad” ya que “el rey que ‘celebró el banquete de bodas de su hijo’ es la imagen del Padre que ha preparado para toda la familia humana una maravillosa fiesta de amor y comunión en torno a su Hijo unigénito”.
De este modo, el Santo Padre subrayó que “hasta dos veces el rey envía a sus siervos a llamar a los invitados, pero estos rechazan la invitación, porque tienen otras cosas que hacer: el campo, los negocios” y reconoció que “muchas veces también nosotros anteponemos nuestros intereses y las cosas materiales al Señor que nos llama. Pero el rey de la parábola no quiere que la sala esté vacía, porque desea regalar los tesoros de su reino. Dice, pues, a los siervos: ‘Id a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’”.
“Así se comporta Dios: cuando es rechazado, en lugar de rendirse, relanza y manda llamar a todos los que están en los cruces de los caminos, sin excluir a nadie”, explicó.
Además, el Pontífice describió que “el término original que utiliza el evangelista Mateo se refiere a los límites de los caminos, es decir, esos puntos donde terminan las calles de la ciudad y comienzan los senderos que conducen al campo, lejos de las zonas habitadas, donde la vida es precaria” y agregó que precisamente “a esta humanidad de las encrucijadas es a la que el rey de la parábola envía a sus siervos, con la certeza de encontrar personas dispuestas a sentarse a la mesa. Así, la sala del banquete se llena de ‘excluidos’, de aquellos que nunca habían parecido dignos de asistir a una fiesta, a un banquete de bodas”.
En este sentido, el Papa reflexionó sobre el traje de boda en la parábola “cuando la sala está llena, llega el rey y saluda a los comensales de la última hora, pero ve a uno de ellos sin el traje de boda, esa especie de capa que cada invitado recibía como regalo en la entrada” y “ese hombre, habiendo rechazado el regalo, se ha excluido a sí mismo: por lo que el rey no puede hacer nada más que echarlo”.
“Este hombre aceptó la invitación, pero luego decidió que no significaba nada para él: era una persona autosuficiente, no tenía deseos de cambiar. El traje de boda simboliza la misericordia que Dios nos da gratuitamente, la gracia, la invitación de Dios. No basta con aceptar la invitación a seguir al Señor, hay que abrirse a un camino de conversión que cambie el corazón. El hábito de la misericordia, que Dios nos ofrece sin cesar, es un don gratuito de su amor, es gracia. Y requiere ser acogido con asombro y alegría: ‘Gracias Señor por haberme dado este don’”, afirmó el Papa.
Al concluir, el Santo Padre rezó para que “María Santísima nos ayude a imitar a los siervos de la parábola evangélica y salir de nuestros esquemas y estrechez de miras, anunciando a todos que el Señor nos invita a su banquete, para ofrecernos la gracia que salva para darnos el don”.
A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:
Mateo 22:1-14
1 Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo:
2 «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo.
3 Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir.
4 Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: «Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda.»
5 Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio;
6 y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron.
7 Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
8 Entonces dice a sus siervos: «La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos.
9 Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda.»
10 Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales.
11 «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda,
12 le dice: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?» El se quedó callado.
13 Entonces el rey dijo a los sirvientes: «Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
14 Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.»
Fuente: Aciprensa