Los días 12 y 13 de marzo las iglesias estarán abiertas más allá del horario habitual, respetando las normas de seguridad, para permitir a los fieles acercarse al sacramento de la confesión. Nos encontramos en el marco de la tradicional cita del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización que este año tiene como tema «Él perdona todas tus culpas» (Salmo 103).
La pandemia no detiene: «24 horas para el Señor«, la tradicional iniciativa destinada a conducir a los fieles al sacramento de la reconciliación. El presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, monseñor Rino Fisichella, habla del lema elegido para la edición de 2021 – «Él perdona todos los pecados»- e inmediatamente explica que también este año la emergencia sanitaria nos obliga a ser más prudentes.
«Así que no habrá la habitual cita en la Plaza de San Pedro en presencia del Santo Padre». Sin embargo – continua – pedimos que en todas nuestras comunidades haya un espacio y un lugar donde podamos seguir celebrando la iniciativa con todas las precauciones necesarias en estos momentos. Las adhesiones son numerosas, según las informaciones que llegan al dicasterio vaticano desde todo el mundo, procedentes de diócesis, asociaciones y prisiones.
Una ocasión para reflexionar
El prelado subraya que es una ocasión para reflexionar sobre la propia vida y experimentar directamente la misericordia de Dios. Y para ello, es necesario vivir con conciencia el encuentro con el sacerdote. «Significa encontrar la fuerza para comprender lo que somos, nuestros límites, nuestras contradicciones y, por tanto, nuestro pecado, para presentarnos ante un hombre que en nombre de Dios nos habla, nos consuela y nos ofrece el perdón divino». Percibir esta cercanía de Dios es particularmente importante en vista de la Pascua, que representa el signo más tangible de la esperanza que el Señor da a cada uno de nosotros y a toda la humanidad.
Pandemia y confesión
Monseñor Fisichella exhorta a no perder el sentido profundo del sacramento de la confesión, a pesar de las limitaciones existentes debido a la pandemia. Junto con las Conferencias Episcopales de muchos países – señala – nos hemos propuesto encontrar los medios para que la confesión pueda organizarse y celebrarse en cualquier caso con las normas de seguridad necesarias. El prelado recuerda cómo todo esto se traduce generalmente en el uso de un espacio más amplio dentro de la Iglesia que garantice la distancia entre el confesor y el penitente, pero también la confidencialidad y discreción necesarias para preservar el secreto de este sacramento. «Allí donde, en cambio, se quisiese mantener el tamaño del confesionario tradicional -añade- es bueno que haya situaciones de seguridad y resguardo, como plexiglás, plásticos y todas aquellas soluciones que impidan cualquier forma posible de propagación del virus».
El perdón, difícil pero necesario
Pero, ¿qué decir a los fieles que no pueden salir de sus casas? Monseñor Fisichella les aconseja que pongan en práctica lo que dijo el apóstol Pedro, y es que la caridad perdona multitud de pecados. Sin embargo, no son sólo gestos de caridad. Para el prelado, también hay que tener la capacidad de hacer gestos de perdón. Un precepto dirigido a cada uno de nosotros en nuestra vida cotidiana: en la familia, en el trabajo, en las relaciones. Siempre en una dimensión de apertura hacia los demás, tratando de abandonar la lógica bastante extendida de sentirse la parte ofendida y, por tanto, de exigir el perdón. «Perdonar no es fácil -admite-. Humanamente hablando, hace falta mucho valor, mucha voluntad y mucho tiempo. Quizá la conciencia de pedir perdón por nuestros actos pueda ayudar». De todos modos, está la gracia de Dios que viene a nuestro encuentro: «Su presencia en nuestras vidas es una garantía de que el perdón puede ser auténticamente realizado», dice el prelado recordando las palabras del Papa en Iraq, donde reiteró que el perdón es necesario para permanecer cristianos. «Uno de los encuentros -afirma monseñor Fisichella- tuvo lugar con aquella mujer cuyo hijo había sido asesinado y que le dijo al Pontífice que había perdonado a quienes habían hecho ese acto. Un testimonio -concluye- entre los más significativos de todo el viaje».