El Papa Francisco solicitó a todos los líderes religiosos nunca usar el nombre de Dios para fomentar guerras ni golpes de Estado.
Así lo dijo en un largo video mensaje dirigido a los participantes del IV Encuentro Mundial de los Movimientos Populares que se llevó a cabo en línea este 16 de octubre.
«Quiero pedir también a todos los lideres religiosos que nunca usemos el nombre de Dios para fomentar guerras ni golpes de Estado. Estemos junto a los pueblos, a los trabajadores, a los humildes y luchemos junto a ellos para que el desarrollo humano integral sea una realidad. Tendamos puentes de amor para que la voz de la periferia con sus llantos, pero también con su canto y también con su alegría, no provoque miedo sino empatía en el resto de la sociedad», indicó el Papa.
En el video, el Santo Padre reflexionó en muchos de los efectos del COVID-19 y señaló que «la pandemia transparento las desigualdades sociales que azotan a nuestros pueblos y expuso -sin pedir permiso ni perdón- la desgarradora situación de tantos hermanos y hermanas, esa situación que tantos mecanismos de post-verdad no pudieron ocultar».
«Todos hemos sufrido el dolor del encierro, pero a ustedes, como siempre, les toco la peor parte: en los barrios que carecen de infraestructura básica (en los que viven muchos de ustedes y cientos y cientos y millones de personas) es difícil quedarse en casa, no solo por no contar con todo lo necesario para llevar adelante las mínimas medidas de cuidado y protección, sino simplemente porque la casa es el barrio», lamentó el Papa.
En esta línea, el Santo Padre recordó también a «los migrantes, los indocumentados, los trabajadores informales sin ingresos fijos se vieron privados, en muchos casos, de cualquier ayuda estatal e impedidos de realizar sus tareas habituales agravando su ya lacerante pobreza».
Luego, el Pontífice se refirió también «a una pandemia silenciosa que desde hace años afecta a niños, adolescentes y jóvenes de todas las clases sociales; y creo que, durante este tiempo de aislamiento, se incremento aun mas. Se trata del estrés y la ansiedad crónica, vinculada a distintos factores como la hiperconectividad, el desconcierto y la falta de perspectivas de futuro que se agrava ante el contacto real con los otros -familias, escuelas, centros deportivos, oratorios, parroquias-; en definitiva, la falta de contacto real con los amigos, porque la amistad es la forma en que el amor resurge siempre».
«Es evidente que la tecnología puede ser un instrumento de bien, y es un instrumento de bien que permite diálogos como este y tantas otras cosas, pero nunca puede suplantar el contacto entre nosotros, nunca puede suplantar una comunidad en la cual enraizarnos y hacer que nuestra vida se vuelva fecunda», señaló.
Asimismo, el Santo Padre recordó también «el flagelo de la crisis alimentaria» y subrayó que «los números del hambre son horrorosos, y pienso, por ejemplo, en países como Siria, Haití, Congo, Senegal, Yemen, Sudan del Sur pero el hambre también se hace sentir en muchos otros países del mundo pobre y, no pocas veces, también en el mundo rico».
Luego, el Santo Padre reconoció que «la Doctrina social de la Iglesia no tiene todas las respuestas, pero sí algunos principios que pueden ayudar a este camino a concretizar las respuestas y ayudar tanto a los cristianos como a los no cristianos».
«A veces me sorprende que cada vez que hablo de estos principios algunos se admiran y entonces el Papa viene catalogado con una serie de epítetos que se utilizan para reducir cualquier reflexión a la mera adjetivación degradatoria. No me enoja, me entristece. Es parte de la trama de la post-verdad que busca anular cualquier búsqueda humanista alternativa a la globalización capitalista, es parte de la cultura del descarte y es parte del paradigma tecnocrático», advirtió.
Además, el Papa pidió «en nombre de Dios» a los grandes laboratorios, que «liberen las patentes.