La Guía Mensual del Plan Pastoral de este mes de octubre, nos propone celebrar del 18 al 24 la Semana Misionera.
La Guía Mensual nos dice que como en tiempos de Juan el Bautista muchos se han quedado esperando una especie de señal del tiempo especial de vuelta a la misión; hay cierta curiosidad por lo que se está haciendo o no en la Iglesia y en las comunidades, a esos les damos la misma repuesta de Jesús a Juan Bautista que mandaba a averiguar, “díganle lo que han visto y oído” (Lc 7,19ss).
El propósito de esta semana misionera es:
- Calentamiento de los hermanos que han estado distanciados estos meses.
- Llevar un mensaje de solidaridad y esperanza a quienes han perdido familiares por la pandemia.
- Promover la reintegración de todos los laicos comprometidos a sus obras apostólicas.
- Celebrar la fidelidad de Dios que ha estado con nosotros en medio de las pruebas.
- Sensibilizar sobre el apoyo que debemos dar a la obra misionera de toda la Iglesia.
Para alcanzar estos propósitos se nos plantea que como metodología de trabajo tomemos en cuenta:
- Las medidas sanitarias de protección por la pandemia (mascarillas, distanciamiento social y lavado de manos).
- Hacer pequeños equipos de 2 o 3 personas para visitar los frentes de las casas o edificios de apartamentos.
- Cada casa debe estar preavisada para poner en el frente una imagen de la Virgen de Altagracia con una luz o vela sobre una pequeña mesa con mantel.
- Programar equipos de trabajo de tal modo que cada equipo visite 3 o 4 casas por día.
- Llevar consigo la Biblia.
- Compartir un breve y auténtico testimonio personal de fe en estos días de la pandemia.
- Invitar para que el próximo domingo 24, día del DOMUND, participen en la movida misionera en la que libremente les anunciarán a otros, ya sean familiares
Esta semana especial, hecha de caminatas, visitas, bendiciones, s, celebraciones vivas, vida compartida, solidaridad. Es un tiempo de mucho movimiento en las comunidades, en las casas y en los templos.
Aprovechemos este Maravilloso tiempo, que es un tiempo de esperanza, de conversión y sobre todo de escuchar al Señor. Es la experiencia profunda y saludable del abrazo de Dios, del consuelo divino al desamparo humano.