Cardenal Aguiar: El Papa con el corazón de Agustín, un don para la humanidad de hoy

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El obispo de Setúbal conversa sobre el nuevo pontificado y reflexiona sobre el impacto que tuvo la JMJ de Lisboa en el 2023 en la Iglesia portuguesa y en los jóvenes: “a ellos les digo, nunca debemos caer y quedarnos en el suelo, como decía el Papa Francisco. Y ahora, en nuestro camino tenemos un león, tenemos a León XIV”.

Bernardo Suate – Ciudad del Vaticano

Una elección realizada por hombres en la que está presente “un buen educador”, el Espíritu Santo. El cardenal Américo Manuel Alves Aguiar, obispo de Setúbal en Portugal, parte de esta premisa del entonces cardenal Ratzinger para expresar lo vivido recientemente por el colegio cardenalicio en el Cónclave. “Literalmente vivimos la acción y la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones, en nuestras vidas, para comprender y hacer emerger con claridad desde nuestro corazón y nuestras manos cuál era la elección del Espíritu Santo para la Iglesia y para el mundo”, dice en una entrevista con los medios vaticanos, evidenciando, también, otra característica que es que cada Pontífice encarna de forma original el ser Sucesor de Pedro.

Eminencia, después de la Pascua del Papa Francisco llegó la hora del Cónclave que llevó a la elección de León XIV. ¿Cuál es su impresión de lo vivido?

Primeramente, damos gracias a Dios por lo que el Espíritu Santo ha hecho. En estos días y horas evidenciamos con fuerza la certeza de la continuidad, que siempre se manifiesta en el Sucesor de Pedro. Luego, “hacer de Papa” depende de cómo es cada uno, de su persona. Hace unos días, en una lectura en la que se citaba un pasaje de San Agustín, se decía que la esperanza tiene dos hijas: la indignación y la valentía. No tengo ninguna duda de que nuestro querido Papa León XIV —en su vida diaria, en su oración y en sus decisiones— dará testimonio de la indignación ante lo que está mal, ante lo que pone en discusión la dignidad de la persona humana, y de la valentía de la subsidiariedad, del bien común, de la solidaridad.

Hablamos de las columnas principales de la doctrina social de la Iglesia, que le son muy queridas por su referencia a León XIII. Por eso, estoy absolutamente convencido de que respondimos a lo que el Espíritu Santo nos indicaba, y León XIV es la concreción del Papa que Dios ha querido y quiere para la Iglesia y para el mundo en los tiempos que estamos viviendo.

¿Cuáles fueron las reacciones en su país durante estas intensas semanas, desde el fallecimiento de Francisco hasta la elección del Papa León?

Cuando la gente vio el humo blanco, cuando escucharon las campanas, comenzaron a estallar de alegría por el Papa sin siquiera saber quién era, y eso es muy bello. Justo después del anuncio del nombre de León XIV, los jóvenes y las personas en la plaza comenzaron a cantar espontáneamente canciones con el nombre de León. Así, espontáneamente. En una fracción de segundo, decenas de miles de personas comenzaron a cantar por él con un solo corazón.

Esto es fruto de la presencia de Dios en los corazones de la gente, que no se conocen entre sí y que, sin embargo, en milésimas de segundo, acogen al nuevo Papa con alegría. Después del gran dolor que todos sintieron por la muerte del Papa Francisco, esto me conmovió profundamente. Porque solo la certeza de Cristo vivo y de la resurrección puede permitir que miles de corazones llorosos estallen en júbilo con el anuncio del nuevo Papa. Esto llena el corazón y demuestra que Dios habla a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Eminencia, a casi dos años de la JMJ de Lisboa 2023 —y aún resuena aquel “¡todos, todos, todos!” del Papa Francisco—, usted que fue protagonista en su organización, ¿qué queda de ese evento en su diócesis de Setúbal y en general en la Iglesia portuguesa?

La Jornada Mundial de la Juventud continúa como ondas de radio. Han pasado casi dos años —como también han pasado más años desde las JMJ de Panamá, Cracovia, Madrid y otras—, pero sigue siendo un flujo continuo, como decía nuestro amado Papa Francisco. Estamos en una fase de creciente asimilación de lo que fueron los tres encuentros especiales que ofrece la JMJ. El primero es el de los jóvenes entre sí, la importancia de la cultura del encuentro, que sigue su camino, sobre todo en lo que respecta al potencial de construir puentes entre jóvenes católicos, jóvenes sin fe y jóvenes en búsqueda de Dios.

El otro es el encuentro con el Sucesor de Pedro, y puedo dar testimonio tanto en las JMJ que viví con el Papa Francisco como en las de Benedicto XVI, de cuán importante es para los jóvenes ese encuentro con Pedro. Y, por último, y sobre todo, está el encuentro con Cristo vivo. Un encuentro que sigue actuando en el corazón de muchos jóvenes y que deseamos transforme sus vidas. En nuestras diócesis y parroquias, desde hace tiempo estamos recogiendo los frutos sembrados por la JMJ de Lisboa, que provocó, estimuló, impulsó, obligó, convocó a los jóvenes a la pastoral juvenil, cuando antes había desinterés. La JMJ puso a los jóvenes en primera línea y ahora no podemos perder ese impulso, ese movimiento.

El lema de la jornada era “María se levantó y partió sin demora”, y no podemos perder esa prisa que los empuja a ser constructores del futuro. Un futuro que ahora mira al encuentro juvenil en Roma con el Papa León XIV y también a la próxima JMJ en Corea.

Desde esta perspectiva, ¿hay algún mensaje que le gustaría dar a los jóvenes?

A todos los jóvenes, en particular a los de los diferentes países de lengua portuguesa, me gustaría decir lo que repetía mucho el Papa Francisco: abrirnos a las sorpresas de Dios. Yo, un joven de Leça do Balio, Matosinhos, en el norte de Portugal, jamás habría pensado en mi vida que me convertiría en sacerdote, obispo, cardenal. Jamás habría imaginado participar en un Cónclave. Por eso debemos permitir que Dios toque nuestro corazón.

A todos los jóvenes, incluso a los que viven dificultades, guerras, pobreza… Permitan que Dios entre en sus corazones. Abran sus corazones a las sorpresas de Dios. No tengan miedo, decía León XIV, lo dijo Benedicto XVI, y de forma única lo expresó Juan Pablo II en 1978. Abran de par en par las puertas del corazón a Cristo Vivo. Con la valentía que mencionamos antes: jóvenes valientes ante las adversidades que puedan enfrentar en la familia, en el trabajo, en la escuela, en la salud… Nunca dejarnos caer y quedarnos en el suelo, como decía el Papa Francisco. Y ahora, en nuestro camino —detrás, al lado y delante de nosotros— tenemos un león, tenemos a León XIV.



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