Este 2025 comienzan las celebraciones por los 300 años de la canonización de Santo Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima, misionero incansable y uno de los grandes evangelizadores de América. El aniversario cobra especial relevancia por la devoción que el nuevo Papa León XIV profesa por él, a quien considera su santo modelo.
En una entrevista con ACI Prensa, el sacerdote misionero David Farfán Guerrero —párroco del templo de Santo Toribio en Zaña, Perú— y el P. Marcos Ballena Rentería, formador del seminario mayor de Chiclayo, destacan notables similitudes entre ambos pastores de la Iglesia.
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1. Un amor entrañable por la ciudad de Zaña, en Chiclayo
Para el P. Farfán, amigo cercano del Papa y hombre de su confianza, Zaña es “una puerta al cielo” y “un lugar sagrado”, ya que fue allí donde murió Santo Toribio de Mogrovejo el 23 de marzo de 1606, tras una larga vida de misión apostólica que también comenzó en ese mismo lugar.
“No existe Zaña sin Santo Toribio, y no existe Santo Toribio sin Zaña”, afirma el sacerdote sobre el santo español que dirigió la Iglesia de Lima durante casi 25 años.

Este lugar fue elegido por el Papa León XIV —cuando aún era Mons. Robert Prevost, Obispo de Chiclayo (2014-2023)— como uno de sus espacios de oración más queridos, específicamente el poblado de San Nicolás, donde se encuentra una humilde capilla dedicada a San Nicolás de Tolentino, primer santo de la Orden de San Agustín y el santo patrono de sus votos solemnes.
“Este lugar es muy especial en la vida de Su Santidad, porque aquí es donde, como yo suelo decir, ‘ponía a prueba sus rodillas’. Apenas él llegaba, entraba y hacía oración al santo patrono de su profesión perpetua”, contó el sacerdote.

2. La opción preferencial por los más pobres
Santo Toribio fue testigo directo del sufrimiento de los esclavizados en Zaña. Durante unas excavaciones recientes para construir un pozo para la parroquia se encontraron esqueletos humanos de origen africano.
“No me sorprendería que en su primera visita, Santo Toribio haya sido testigo de cómo vivían en las barracas los negros esclavizados. Eso seguramente lo llevó a profundizar su amor por los últimos”, dice el P. Farfán.
Además, Santo Toribio buscó siempre la corrección de las costumbres, mostrando un profundo interés por la educación. Ordenó la enseñanza en quechua y aymara, así como la edición de catecismos en estos idiomas, convirtiéndose en uno de los pioneros de la educación intercultural en América Latina.
Tenía una especial predilección por los enfermos, a quienes visitaba con frecuencia, y su generosidad lo llevaba a repartir a los pobres todo lo que poseía.
El P. Farfán asegura que Mons. Prevost “compartía esa misma sensibilidad”, traduciéndola en acciones concretas. Entre ellas, fundó un colegio parroquial en Zaña, viendo la urgencia educativa en la región, y motivado tras haber visto a dos niños caminar varios kilómetros para llegar a su escuela. “Había muchas dificultades para acceder a estudios. Él vio esa necesidad y actuó”, señala el sacerdote.
El entonces Obispo de Chiclayo también lideró campañas de ayuda social durante la pandemia de covid-19 (2021) y tras las inundaciones en el norte del país (2023); impulsó comedores populares para combatir la pobreza, e incluso servía personalmente el almuerzo a sus hermanos en situación de necesidad.
3. Misioneros con los pies en la tierra y el corazón en el cielo
Ambos comparten una característica: su espiritualidad no es meramente contemplativa, sino orientada a la acción misionera, según cuenta el P. Farfán.
Una peculiaridad del episcopado de Santo Toribio fue su celo pastoral. Recorrió a pie todo el territorio de su arquidiócesis en dos ocasiones (y falleció durante su tercer recorrido), una tarea nada fácil si se considera que incluía terrenos accidentados y peligrosos, gran parte de ellos en los Andes.
“El Papa León XIV, teniendo a Toribio como su santo modelo, ha sido un pastor con los pies en la tierra y el corazón en el cielo. Ha tratado de ser alter Christus para nosotros sacerdotes y para toda la feligresía como lo fue Toribio”, afirma el P. Farfán.
El Papa León XIV dejó su tierra natal en Estados Unidos para entregarse durante décadas al servicio pastoral en el Perú, especialmente en la Diócesis de Chiclayo. “Al igual que los grandes misioneros de la historia, supo encarnar el Evangelio en una cultura distinta a la suya, con humildad, cercanía y profundo amor por el pueblo al que fue enviado”, agregó el P. Farfán.
Santo Toribio no sólo es conocido por haber defendido los derechos de los pueblos indígenas del Perú, sino que visitaba y vivía con su gente. Aprendió a hablar sus lenguas para que pudieran comprender realmente el Evangelio. Del mismo modo, según afirma el P. Farfán, Mons. Prevost aprendió quechua para poder comunicarse con los fieles de la sierra en la región de Lambayeque.
“Monseñor buscó encarnar a Santo Toribio en sus enseñanzas y en su caminar, porque Santo Toribio llegaba a todos los lugares y él también llegaba a todos los lugares”, comentó a ACI Prensa el P. Marcos Ballena Rentería, formador del seminario mayor de Chiclayo.

“A las 10 de la mañana, monseñor podía celebrar Misa en la serranía de nuestra diócesis, que es Santa Cruz —una provincia de Cajamarca que también atiende Chiclayo—; a las 4 o 6 de la tarde, podía estar celebrando Misa en la catedral; y a las 8 de la noche, tener una reunión en alguna parroquia, todo en un mismo día. Se daba por completo a la gente”, agregó.
4. Intelectuales al servicio de Dios
Antes de ser un obispo incansable, Santo Toribio fue un distinguido académico y abogado. Pero siempre dejó que la voluntad de Dios —y no el prestigio, los honores ni la comodidad humana— moldeara su vida.
Fue un hombre inteligente que inició sus estudios universitarios en la ciudad española de Valladolid y los completó en la Universidad de Salamanca. Su talento llamó la atención de la corte española, y el rey Felipe II lo nombró juez de la Inquisición en Granada, al otro extremo del país.
Su distinción llevó al mismo rey a proponerlo al Papa como Arzobispo de Lima, algo inusual por dos razones: Lima era la diócesis más importante de la América española, y Toribio era aún un laico. El Papa Gregorio XIII aceptó la propuesta, y Toribio se sometió con humildad, siendo ordenado diácono, luego sacerdote y finalmente obispo. Su consagración episcopal tuvo lugar en 1580, y llegó a Lima el 24 de mayo de 1581.
El Papa León XIV, por su parte, también es un intelectual brillante al servicio de Dios. Inició su formación en el Seminario Menor de los Padres Agustinos y obtuvo títulos en Ciencias Matemáticas y Filosofía en la Universidad de Villanova (EE.UU.). Más adelante completó una maestría en Divinidad con énfasis en Misión Intercultural en la Catholic Theological Union de Chicago.
A los 27 años fue enviado a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum). Dos años después obtuvo la licenciatura en Derecho Canónico, y en 1987 recibió el doctorado con mención magna cum laude, con una tesis sobre el rol del prior local en la Orden de San Agustín.
Además de su sólida formación, cultivó una vida intelectual constante y disciplinada. “A Monseñor Robert le gustaba mucho la lectura. Era un hombre muy ordenado y aprovechaba cada momento libre para leer”, recuerda el P. Ballena.
“Por ejemplo, cuando tenía que esperar o viajar —y viajaba con frecuencia a Lima por su labor como segundo vicepresidente de la Conferencia Episcopal, o a Roma, como miembro del Dicasterio para el Clero—, solía leerse hasta un libro entero en el aeropuerto”, asegura.
Según el P. Ballena, le interesaban especialmente los libros de actualidad, de fe y formación sacerdotal, así como aquellos relacionados con valores humanos y el pensamiento de San Agustín. También leía con atención los documentos del Vaticano; muchas veces los revisaba en italiano o en otros idiomas antes de que llegaran traducidos al castellano, porque domina cinco idiomas.
En su último viaje a Roma, cuando tuvo que dejar la Diócesis de Chiclayo, donó al seminario entre cinco y seis maletas con libros: unos 200 en total. “Son libros que había leído o que le habían regalado, y decidió dejarlos como herencia para los seminaristas”, señala el formador.

5. Una espiritualidad profundamente mariana
Según el libro El Bienaventurado Toribio Alfonso de Mogrovejo, Arzobispo de Lima. Historia de su admirable vida, virtudes y milagros, Toribio cultivó una profunda piedad mariana: “Con amor de hijo veneraba a la siempre Virgen María y con tierno afecto la amaba rezando todos los días su Oficio Divino, al que añadía muchas oraciones y preces, y por corona de sus devociones el Rosario, sin que en ningún día faltase a esto”.
Tanto el Papa León XIV como Santo Toribio colocan a la Virgen María en el centro de su espiritualidad. El P. Farfán recuerda sobre Robert Prevost: “Él tenía en una balanza por un lado, a San Nicolás de Tolentino —protector de la profesión religiosa del Papa—; y por el otro lado, a Santo Toribio, su modelo pastoral. Y al centro de esa balanza, la Virgen María”.
“Para ambos, todo se ordena bajo el señorío de Jesucristo y el amparo materno de María”, aseguró el presbítero.
El Papa León XIV ha visitado el Santuario de la Madre del Buen Consejo, en Genazzano: “He querido venir aquí al inicio de mi Ministerio para confiarme a María, luz y sabiduría”, ha dicho recordando sus años como Prior General de la OSA y su deseo de ofrecer su vida a la Iglesia. pic.twitter.com/Z7TArdbqC0
— Agustinos (@OSA_Agustinos) May 10, 2025