Ocho décadas después de la división de la península coreana, la Iglesia Católica en Corea del Sur sigue siendo uno de los pocos actores que, con perseverancia y fe, mantiene viva la esperanza de una reconciliación entre las dos Coreas.
“El odio y la sospecha nunca podrán ser una solución”, afirma en declaraciones a ACI Prensa el presidente de la Comisión para la Reconciliación Coreana, Mons. Simone Kim.
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El obispo coreano lideró el pasado dos de abril una peregrinación a la isla de Kyodong, en la frontera con Corea del Norte, en un gesto que visibilizó el compromiso de la Iglesia con la reconciliación de los dos países. Los obispos recorrieron la alambrada de cinco kilómetros que divide a los dos países desde la Guerra de Corea, en los tres primeros años de la década de los cincuenta, y rezaron porque los dos países dejarán atrás sus diferencias.
Durante 80 años, los soldados a uno y otro lado de la línea de demarcación en la Aldea de la Paz de Panmunjom, en la Zona Desmilitarizada entre las dos Coreas, montaron guardia cara a cara, armados y bajo la presión de que cualquier mínimo incidente pudiera desencadenar una nueva guerra. En 2018, como parte de los acuerdos entre los dos países para generar confianza mutua, el Área de Seguridad Conjunta quedó libre de armas de fuego y de puestos militares.
Pero esta apertura duró muy poco. A principios de 2020, Corea de Norte cerró sus fronteras por la pandemia de covid y volvió a dar órdenes a sus soldados de disparar ante cualquier movimiento en la frontera.
Mons. kim que constata que no existe ningún intercambio entre el Sur y el Norte. “Es imposible encontrarse con personas, intercambiar cartas o llamadas telefónicas, e incluso enviar correos electrónicos entre las dos partes de Corea”, agrega.
En efecto, desde el fracaso del proceso diplomático que intentó restablecer las comunicaciones entre Corea del Norte y Estados Unidos en 2019 y el cierre de fronteras a raíz de la pandemia, el aislamiento se ha vuelto total.
Cinco años sin ningún tipo de intercambio
“En los últimos cinco años, Corea del Sur y Corea del Norte no han tenido ningún intercambio oficial, ni a nivel gubernamental ni civil”, lamenta. Antes de eso, “hubo algunos encuentros y algo de correspondencia, pero últimamente no ha habido noticias”.
En todo caso, asegura que en este momento histórico Corea del Norte “se está preparando para reabrirse a la comunidad internacional”. “Se rumorea que embajadas y organizaciones internacionales se están preparando para regresar a Pyongyang y que algunas zonas están atrayendo turistas extranjeros”, indica.
Durante la peregrinación este obispo “ver fácilmente el otro lado”. “Siempre experimento la misma sensación al caminar junto a la valla de alambre de púas. El Sur y el Norte están realmente cerca”, explica el obispo.
Esta caminata por la paz le dio cierta sensación de cercanía. “Si alguien del otro lado hubiera gritado, podría haberlo escuchado. Espero que la confianza entre el Sur y el Norte se restablezca lo antes posible”, remarca.
Desgarro y división entre miles de familias
Uno de los momentos más emotivos de la jornada fue el encuentro con un anciano que huyó del Norte durante la guerra de Corea y que ahora vive en Seúl. Hoy tiene 90 años, pero su edad no le impide regresar todas las semanas a la isla de Kyodong.
“Él llegó a la isla huyendo de la guerra de Corea y vivió allí durante muchos años. No quiso alejarse de su tierra natal”, relató Mons. Kim. “Visita Kyodongdo casi una vez por semana, aunque el trayecto de ida y vuelta en transporte público le toma entre 4 y 5 horas”, asegura.
Su historia ejemplifica el desgarro que ha dejado la división con miles de familias que llevan años sin poder verse. “Durante 80 años, el Norte y el Sur han vivido con desconfianza y odio mutuo. El odio y la desconfianza aún tienen un gran impacto en nuestra sociedad”, lamenta el obispo.
Iglesia católica perseguida
Durante la Guerra de Corea, las tropas comunistas persiguieron a los misioneros, religiosos extranjeros y cristianos coreanos, persiguiéndoles hasta el sur. En Corea del Norte se destruyeron todos los monasterios e iglesias. Los monjes y sacerdotes que no pudieron huir, fueron condenados a muerte.
Hoy, la Iglesia en Corea del Norte no tiene ni clero ni culto. Sin embargo, Según los datos oficiales, los católicos norcoreanos que pertenecen a la Asociación de católicos coreanos, controlada por el régimen comunista, son unos 4.000. Esta asociación, que no reconoce el papel del Papa en el nombramiento de obispos, cuenta con una sola iglesia en el país, en Changchung, considerada como una vitrina del régimen.
El obispo coreano desea algún día poder comunicarse con “la comunidad católica en Corea del Norte y también recibir noticias de ellos”.
En este sentido, asegura que la Iglesia católica de Corea del Sur es una de las pocas voces que tratan de construir puentes a pesar de la hostilidad. “Sé que es difícil cambiar fácilmente esta desconfianza hacia Corea del Norte, pues es un sentimiento que persiste desde hace 80 años. Pero la Iglesia nos enseña que no podemos construir nuevas relaciones con odio y desconfianza”, asegura Mons Kim.
Pequeñas iniciativas por la reconciliación
En los últimos años, la Iglesia católica ha organizado foros y encuentros internacionales. Por ejemplo, en 2022, la Comisión para la Reconciliación Nacional de la Conferencia Episcopal Coreana, junto con instituciones estadounidenses, organizó una conferencia en Washington D.C. titulada “El rol de la religión para la paz en la península coreana”. “En este evento participaron obispos de Corea y Estados Unidos, funcionarios gubernamentales y legislativos de ambos países y académicos de centros de pensamiento. También asistió el nuncio apostólico del Vaticano en Estados Unidos, quien expresó su solidaridad por la paz en la península coreana”, explica el obispo.
A esto se suman los foros de paz realizados en 2023 con diócesis de Japón y EE.UU., y el ingreso, en 2024, de varias diócesis coreanas, japonesas y estadounidenses en la red Partnership for a World Without Nuclear Weapons (PWNW). Para Mons. Kim, estas iniciativas son también un llamado a la paz: “Es deber de los cristianos de todo el mundo que conocen y practican la paz de Cristo, criticar y advertir constantemente a los líderes políticos que promueven la seguridad militar basada en armas nucleares, para que despierten de su ilusión”.
Mons. Kim reconoce que la reunificación no despierta entusiasmo entre los jóvenes surcoreanos, que viven otras urgencias. “Es un fenómeno global, pero también en Corea se está observando una disminución de empleos de calidad. Aunque se estudie durante muchos años, no es fácil encontrar un buen trabajo. Los precios de las viviendas han aumentado considerablemente, lo que dificulta comprar una casa”, explica.
Las generaciones de jóvenes de Corea del Sur temen que “si aumentan los intercambios entre el Norte y el Sur, Corea del Sur deba ayudar económicamente al Norte. Por eso, algunos jóvenes se oponen a que eso ocurra. Lo entiendo perfectamente”.
En todo caso el obispo insiste en que si no se resuelven los conflictos internos causados por la división, “la estabilidad social, la integración política y el desarrollo económico estarán siempre limitados”.
“La enseñanza de Cristo es la de vivir como hermanos. Cuando trabajamos juntos con valentía para crear un camino hacia la paz, la vida de nuestros descendientes puede mejorar”, concluye.