En la medida en que las cofradías desfilaban en la Gran Procesión este sábado 17 de mayo de 2025, un ambiente de fe, amor fraterno y solidaridad colmó las calles de Roma y congregó a cerca de 100 mil fieles.
Ariana Pernía Paolini – Ciudad del Vaticano
“¡Olé, olé, olé!” se sentía con fervor a lo largo de la procesión cada vez que se avecinaba una de las tan esperadas cofradías de España, al entusiasmo se sumaban peregrinos de todas las nacionalidades, quienes, detrás del cerco, aplaudían y animaban a las hermandades a continuar su camino.
La Gran Procesión logró congregar a personas de todo el mundo, cofradías de Portugal, Italia, Francia y España, avanzaban por el Circo Máximo y, mientras las comisiones externas, que no pertenecían al cortejo, entregaban sus tarjetas de presentación, las bandas no cedían sus toques y las hermandades mantenían su paso firme.
Cofradías hermanas –o vecinas- esperaban de civiles para aplaudir a los suyos; para ellos, el evento se erigió como un acto de fe y fraternidad pero, también, como una ocasión para alzar su devoción con aires de patriotismo.
“Esperen a ver la siguiente, es única”, se decían unos a otros, “tenemos que ver sus caras cuando esté cerca” y así, con vítores recibían a cada una de las hermandades, a otras, les llamaban con fuerza para saber de dónde venían y, en aquellas donde desfilaban sus vecinos, abrían los brazos para estrecharlos a la distancia.
Tradición regional, ilusión nacional
“Es cierto que, a lo largo del recorrido, nos hemos encontrado con muchísima gente que son de Sevilla, de Málaga, Andalucía, que nos van acompañando con muchísima ilusión”, expresaba Manuel Pérez, de la Hermandad del Cachorro, mientras la cofradía sevillana se detenía unos minutos frente a los feligreses.
Allí, en el mismo lugar, se encontraba Miguel Ángel Ortega, quien, con un grupo de 50 cofranes de Málaga, se había movilizado con el único propósito de apoyar a las hermandades que hacían su desfile inédito por las calles de la ciudad, “es que nos gustan todas las cofradías, porque buscan darle luz al camino”.
Por su parte, Paloma Artola, hermana de la Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza, aseveraba que su motivación yacía en manos de la esperanza dado que, “es la que mueve los corazones y mueve un mundo de fe”.
Una procesión con un año de preparación
Algunas cofradías contaban con cientos de hermanos en el desfile, otras, con miles; quienes portaban las veneradas imágenes, acompañaban en el cortejo o tocaban en la banda, requirieron hasta un año de prácticas y preparación física y espiritual para llegar hasta el corazón de la Iglesia en Italia.
Artola admitió que el evento se trataba de un hecho “histórico e inolvidable”, por ello, los mil hermanos que desfilaban, se habían preparado desde el momento en que recibieron la invitación del Vaticano.
Ignacio Hurtado, juez de penas de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno de León, comentaba su orgullo, compartido por los dos mil hermanos y hermanas de la cofradía que desfilaban aquella tarde, al no sólo haber sido ser parte de la JMJ en Madrid, sino al también al poder traer su Nazareno hasta Roma.
“Para mí, esto ha marcado un antes y un después”, afirmaba con fervor el fiscal general de la hermandad de la Esperanza, al conceder que esta experiencia sería atesorara por él y su familia, mientras que Pérez, de la cofradía sevillana, reiteraba que, para poder estar presentes en la Gran Procesión, requirieron 14 meses de preparación.