Tristeza, vacío, nostalgia, orfandad, pero también memoria agradecida por estos doce años de pontificado, de guía y de enseñanza, son los sentimientos que se agolpan en la comunidad católica de Argentina al cumplirse un mes del fallecimiento del Papa Francisco, sentimientos que se unen con la esperanza en la conducción de León XIV sobre una Iglesia que busca caminos de paz y unidad.
A un mes de su muerte, pese a que en Buenos Aires no hubo celebraciones especiales, la Iglesia Argentina en Roma celebró una Misa, convocada por la Embajada Argentina ante la Santa Sede.
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Sin embargo, en el sentir de los argentinos vuelve a aflorar en esta fecha especial todo lo vivido en este último mes.
De la orfandad a la esperanza
El Obispo de San Francisco, en la provincia de Córdoba, Mons. Sergio Osvaldo Buenanueva, se refirió a lo vivido estos meses como “una pascua dentro de la Pascua”, comparación tomada de una reflexión del Papa León XIV, ya que en el contexto general de la Pascua, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, también la Iglesia ha vivido “con intensidad”, la enfermedad del Papa Francisco, su regreso a Santa Marta, y luego su muerte sorpresiva.
Mons. Buenanueva destacó los gestos de Francisco en el último Domingo de Pascua “cuando con un hilo de voz nos dio la bendición, bendijo al pueblo y después quiso bajar a la plaza”, en un gesto “que sellaba su ministerio”.
“Creo que el pueblo ha acompañado esto con dolor y con un sentido de fe muy grande aquí en Argentina, incluso para quienes dentro de la Iglesia han tenido alguna divergencia fuerte con el Papa Francisco”, admitió. “En ese momento prevaleció la fe, la fe católica que está despidiendo y llora a su pastor, y el sentido de orfandad que todos sentimos al saber que Francisco ya no estaba entre nosotros”, reconoció.
“La elección del Papa León XIV fue muy particular porque estábamos todos los obispos reunidos en nuestra asamblea plenaria en Pilar, fue una sorpresa pero lo que inmediatamente se percibió fue una alegría muy grande”, aseguró.
“Se debe a una acción del Espíritu Santo, sin duda, que es el que da el consuelo de Dios y la alegría de Dios a los corazones, pero también a través de este hombre concreto, cuyo rostro bondadoso, cuyas emociones a flor de piel —todos comentábamos cómo se lo veía emocionado en esa primera salida al balcón central de San Pedro después del ‘Habemus Papam’— y esa alegría y esa esperanza se ha mantenido hasta ahora”, observó.
“Creo que la alegría del pueblo, de todos nosotros al recibir este nuevo pastor, este nuevo Papa, viene del Espíritu y nos da este sentido de esperanza”.
Convertir el dolor en memoria agradecida
Desde Roma, el P. Diego Olivera, de la Diócesis argentina de La Rioja, recordó haber experimentado “mucha angustia” al enterarse del fallecimiento de Francisco, quien “ha sido un papa muy querido por todos, nos ha enseñado mucho con sus palabras pero mucho más con sus gestos”.
En aquel momento, “esa tristeza la convertí en una oración de memoria agradecida a Dios, dando gracias por todo el tiempo de su pontificado, por sus enseñanzas”, comentó.
El P. Olivera estaba en Roma al celebrarse el Cónclave, y recordó: “Nos sentíamos huérfanos, todos estábamos a la espera de la elección del Papa”, y cuando vieron la fumata blanca, “sin saber quién era, todos aplaudían, gritaban, cantaban, bailaban, nos abrazábamos a personas desconocidas, todos colmados de gran alegría”, al sentir que “ya no estamos huérfanos, ya tenemos Papa”.
La falta de alguien “muy cercano a pesar de la distancia”
Joaquín es un joven de Buenos Aires que suele frecuentar la Basílica de San José de Flores, donde un joven Jorge Bergoglio encontró su vocación sacerdotal. Aquel 21 de abril, reconoce, “el fallecimiento de Francisco me generó mucha tristeza y sentimiento de orfandad”. Fue para él “la falta de alguien que estuvo muy cercano todos estos años, a pesar de la distancia geográfica”.
“También me conmovió que, a pesar de su avanzada edad y su frágil estado de salud, tuviera esa fortaleza —creo yo, regalada por el Espíritu Santo— de seguir brindando testimonio de Jesús hasta su último aliento”, destacó.
En cuanto a la elección de su sucesor, dice que se “alegró mucho… por su cercanía y vínculo con otro pueblo sudamericano como Perú, además de la simpleza y profundidad que transmitió con sus primeras palabras”.
De León XIV, Joaquín considera “muy valioso para este momento de la Iglesia y del mundo que haga énfasis en rescatar el valor de la Doctrina Social de la Iglesia y continuar un rumbo similar al camino que supo llevar Francisco”.
El diálogo como camino hacia la paz verdadera
Camila tiene 31 años y es catequista. Recuerda que durante la enfermedad de Francisco empezó a “ser consciente de todo su legado”, y a sentir “una comunión fuerte” que aumentó con su fallecimiento: “Lloré como si lo hubiera conocido de toda la vida”, admitió.
En ese momento, surgió en ella una pregunta: “¿Por qué no valoramos tanto todo lo que nos regaló Francisco?”. Y una de las enseñanzas que rescata es la importancia del diálogo “que a veces incomoda, pero es lo que construye la paz verdadera”.
“Seguro que con el paso del tiempo se van a notar los frutos de todos estos años”, anheló.
“Con la elección del Papa León XIV sentí muchísima alegría, también lo sentí como un regalo grande de Dios, ya que ni lo conocíamos pero era como si ya lo quisiéramos”, reconoció. “Me sigue impresionando ver el hilo conductor que plantea el Espíritu Santo, la presencia de Dios dirigiendo su Iglesia”, sostuvo.
Un pueblo que cambió el acento para llorar a su “Papá”
Lucrecia es periodista y escritora. Vive en la ciudad patagónica de Neuquén, y aseguró que siempre recordará exactamente la hora y el lugar donde se encontraba cuando se enteró “que nuestro amado Francisco se nos había ido”.
“A un mes de su partida, nos cuesta creer que no esté. El cambio de acento de un pueblo que lo extraña tanto –en lugar de Papa, le empezamos a decir Papá– nos retumba dentro del corazón”, reflexionó.
“A Papá Francisco lo lloramos inevitablemente”, admitió. “El corazón humano se entrega más a Dios cuando se siente frágil y Él nos consuela con su paz y con la alegría de ver cuánto hemos amado a quien se fue”, dijo.
“Como hijos e hijas de este Papá inmenso, lo seguiremos llorando, sin perder el horizonte de la Alegría del Evangelio que él hizo carne”, aseguró.
Al referirse a León XIV, la periodista busca en las enseñanzas de Francisco una luz, y piensa: “Creo que Francisco nos pediría un poco de silencio. Que no interpretemos tan rápido lo que nos parece que vemos”.
Francisco y su “estela de unidad en el mundo”
Nelly vive en el oeste del Gran Buenos Aires y su vida ha estado marcada por una fuerte presencia eclesial. Al echar la vista atrás, recuerda que las expectativas que tuvo en marzo de 2013 para el Papa Francisco “fueron ampliamente satisfechas en sus 12 años de papado” en los que “fue un Papa cercano a todos, todos”.
El último domingo de Pascua, Nelly tuvo “sensaciones encontradas” al verlo salir al balcón. “¡Se lo veía tan viejito y frágil! Pero estaba firme ante tantos peregrinos de la esperanza que lo miraban desde la plaza de San Pedro y desde el mundo entero. Dando su bendición, contagiándonos esperanza”, describió.
“Al día siguiente desperté con la noticia de que había partido junto al Padre. Mi corazón y mi rostro se llenaron de tristeza. Lloré mucho. Toda la semana. Un sentimiento de orfandad me acompañó muchos, muchos días”.
“Ya no teníamos más a Francisco. Pero había una estela de unidad en el mundo, alguien que había sido coherente y valiente había tendido puentes por el mundo”, valoró.
Llegado el cónclave, con expectativa pero con incertidumbre, Nelly supo que “había que esperar, orar y confiar”.
“¡Y fue elegido León XIV! Sus ojos emocionados, sus gestos sencillos, nombrar a Francisco en sus primeras palabras, saber de su misión en Perú… ¡La esperanza parece no haber sido defraudada! También es cercano a la gente, y busca la paz”, resumió. “Me comprometo a orar por él siempre, como lo hice con Francisco, por quien sigo orando para agradecer su vida y su legado”, concluyó.
Tomar conciencia de la inmensidad de su figura
Santiago es un joven porteño que ha dedicado sus talentos y su tiempo a leer, interpretar, y compartir el pensamiento de Francisco con fidelidad y pasión, casi como un “hincha” lo hace con los colores de su club de fútbol, que en este caso es San Lorenzo, el mismo con el que simpatizaba el Santo Padre.
“El impacto lo empezamos a sentir cuando hicimos las primeras jornadas de oración por la salud de Francisco, cuando todavía estaba internado y la sensación era que se estaba yendo”, rememoró.
“Durante todo ese tiempo, lo que percibimos fue como una toma de conciencia general en Argentina, después de 12 años de muchas controversias, muchas veces malintencionadas por miradas mezquinas y pequeñas, de la inmensidad de su figura, de su persona, pero sobre todo de su legado”, consideró.
“Ese legado es el que nos convoca ahora, es el que ahora tenemos por delante como generación, los que nos formamos con él, leyéndolo, escuchándolo, pero sobre todo también para un país que está atravesando un momento muy delicado en lo económico, en lo social y en lo político”, enfatizó.
“En Francisco nos sentimos convocados para iniciar un proceso de reencuentro, regeneración y de construcción para una sociedad, un país más justo, más humano y más fraterno”, añadió.
“En ese sentido, entendemos que León XIV, desde la elección de su nombre hasta los mensajes de convocar a la paz, a la defensa de la dignidad humana, es lo que también nos muestra que, desde la Iglesia, el proceso iniciado por Francisco continúa”, reflexionó.