La Iglesia tiene tres nuevos venerables, dos misioneros en Ecuador y un obispo indio


En la audiencia de esta mañana con el cardenal Semeraro, León XIV ha autorizado los Decretos referentes a un obispo español y una monja colombiana asesinados en 1987 por indígenas ecuatorianos, así como a un prelado fundador de las Hermanas de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María, fallecido en 1914.

Alessandro De Carolis – Ciudad del Vaticano

Una mujer y dos hombres de paz, una religiosa y dos obispos. Es la síntesis esencial que encierra las historias de los tres nuevos venerables cuyos decretos de reconocimiento han sido aprobados hoy, 22 de mayo, por el Papa León XIV, durante la audiencia concedida al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos. Una paz que, para dos de ellos, implicó también el ofrecimiento de la vida: una muerte violenta en la selva ecuatoriana, mientras, con gran valentía, defendían los derechos de los pueblos indígenas.

Un obispo con alma de misionero

Alejandro Labaka Ugarte, nacido en 1920 en Beizama, España, tuvo desde el principio la idea de ser misionero. Así, cuando fue ordenado sacerdote en 1945, los superiores de la Orden de los Capuchinos —a la que se había consagrado en 1937 con el nombre de fray Manuel— lo enviaron primero a China. Luego, expulsado junto con otros misioneros por el régimen maoísta, partió hacia Ecuador, donde trabajó como párroco y desempeñó otros servicios, entre ellos el de prefecto apostólico, dedicado a la evangelización de los indígenas huaorani. En 1984, fray Manuel fue consagrado obispo y continuó su labor misionera entre los indígenas, entrando también en contacto con el grupo étnico de los tagaeri.

Era una época de grandes tensiones. Las compañías petroleras actuaban como depredadoras, deforestando vastas zonas de selva en busca de yacimientos de petróleo. Para monseñor Ugarte —reconocido por su capacidad de negociación y conciliación— era prioritario proteger los derechos de los tagaeri. Y aquí su historia se entrelaza con la de sor Agnese.


Sor Agnese Arango Velásquez, asesinada por indígenas en Ecuador en 1987.

Una religiosa entre los indígenas

Agnese Arango Velásquez tenía 40 años cuando, en 1977, participó en la primera expedición misionera de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia en Aguarico, Ecuador. De origen colombiano, nació en Medellín en 1937 y en 1955 ingresó en su congregación, donde completó su formación. Tras hacer la profesión perpetua, se dedicó durante los primeros años a la enseñanza. Luego, ya en tierra ecuatoriana, se desplazó por diversas comunidades —incluso como superiora— dedicada a la evangelización de los indígenas huaorani, bajo la guía, entre otros, de fray Manuel (Alejandro Labaka). También sor Agnese llegó a conocer la crítica situación de los indígenas tagaeri, en la mira de las compañías petroleras y madereras.

Muertos por defender a los más débiles

Fray Manuel, en su calidad de obispo, decidió que para evitar un enfrentamiento sangriento con los trabajadores mercenarios de las compañías era necesario ir en persona a hablar con los indígenas. A él se unió sor Agnese. Ambos, a pesar de saber del riesgo que suponía entrar en contacto con una tribu hostil a los forasteros, el 21 de julio de 1987 por la mañana, se hicieron llevar en helicóptero a un lugar previamente acordado. Al día siguiente, otro helicóptero volvió para recogerlos, pero durante el segundo sobrevuelo de la zona fueron avistados y luego recuperados sus cuerpos sin vida, atravesados por lanzas y flechas.

Ambos ofrecieron conscientemente su vida en fidelidad a su misión, un testimonio reflejado también en una carta que sor Agnese escribió la noche antes de partir, en la que dejó disposiciones casi como si fuera un testamento. Su muerte tuvo una gran repercusión y hasta hoy se mantiene una fuerte fama de santidad, acompañada por algunos signos.

Obispo y pacificador

Más antigua y menos dramática, aunque no menos intensa, es la historia del nuevo venerable indio Matteo Makil, obispo y fundador de las Hermanas de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María. Nació en 1851 en Manjoor, en una familia cristiana acomodada. Se convirtió en sacerdote en 1865 y adquirió experiencia pastoral en parroquias, hasta que en 1889 fue nombrado vicario general de Kottayam. Tres años después fundó la congregación religiosa cuya principal misión era la educación de las niñas. Su acción pastoral fue dinámica y lo llevó, en 1896, a ser nombrado vicario apostólico de Changanacherry.

Promovió la formación catequética, la educación escolar, el surgimiento de organizaciones y asociaciones religiosas, luchó contra la pobreza —que afectaba a gran parte de la sociedad de la época— y también fomentó la vida consagrada.

En otro frente, no se dejó desanimar por las disputas locales, incluso violentas, entre los llamados “nortistas” (que se consideraban descendientes de la comunidad fundada por el apóstol Santo Tomás) y los “sudistas” (que se veían como sucesores de los emigrantes mesopotámicos). Monseñor Makil tenía un lema episcopal que inspiraba sus pasos y actitudes: “Dios es mi esperanza”. Con su estilo sereno y conciliador, trabajó activamente por la paz entre las dos comunidades rivales. Esto desembocó, en 1911, en un proyecto presentado a la Santa Sede para dividir el vicariato de Changanacherry en dos vicariatos específicos: uno para los “sudistas” y otro para los “nortistas”. Pío X acogió la propuesta e instituyó para los “sudistas” el Vicariato de Kottayam, confiándolo al propio Makil, su promotor. Monseñor Makil se dedicó a esta misión hasta su muerte, que ocurrió tras una breve enfermedad, en enero de 1914.



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