Solo el 10 % de los pacientes hospitalizados en África tiene acceso a las terapias más eficaces. Las desigualdades y los estereotipos, que afectan especialmente a las mujeres con cáncer de mama, también se extienden a Europa. En el evento celebrado en la Casina Pio IV se propusieron soluciones que van desde la creación de centros integrados de atención hasta la difusión de mensajes de esperanza para afrontar las consecuencias psicológicas del diagnóstico.
Edoardo Giribaldi – Ciudad del Vaticano
Hay diagnósticos que no afectan solo al cuerpo, sino a la existencia en su totalidad. Como el cáncer, que nunca llega solo. A menudo viene acompañado del peso invisible de las “desigualdades”: de género, étnicas, geográficas. “En África, solo uno de cada diez enfermos tiene acceso a la radioterapia, una de las armas más eficaces contra la enfermedad”.
Un dato que es cifra y símbolo de un mundo dividido, donde la salud aún no es un derecho universal. Incluso en Europa, donde la medicina ha avanzado considerablemente, las diferencias persisten. Las mujeres, en particular, siguen enfrentándose a obstáculos que dificultan una detección precoz, esa que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Sobre este escenario se encendió un foco fuerte y consciente. Un congreso organizado entre ayer, 22 de mayo, y hoy, en la Casina Pio IV en el Vaticano, con el título Cancer Research, Healthcare and Prevention: Structuring translational research to increase innovation and reduce inequalities, – Investigación, asistencia sanitaria y prevención del cáncer: Estructuración de la investigación traslacional para aumentar la innovación y reducir las desigualdades- promovido por la Pontificia Academia de las Ciencias (PAS) junto con la Academia Europea de Ciencias Oncológicas (EACS).
Problemas y progresos
“Nuestro objetivo es comprender qué puede hacer la ciencia y qué políticas adoptar para reducir las desigualdades en el acceso a los tratamientos oncológicos”, declaró el profesor Joachim von Braun, presidente de la PAS, a los medios vaticanos. “Son sobre todo los países pobres y las personas pobres quienes no tienen acceso a los medios más modernos”. El mundo de la investigación necesita nuevos lenguajes, pero también antiguos sueños. El que adoptó la PAS para organizar esta y otras conferencias sobre el tema es la llamada estrategia de la Medicina P4: Preventiva, Participativa, Personalizada y Predictiva.
Un paradigma formulado hace unos quince años por el Institute for System Biology de Seattle, dirigido por Leroy Hood. Junto a esta visión, se amplía la P4 Cancer Medicine, que une innovación tecnológica, inteligencia artificial, biología y cuidado. Pero se necesita, señala von Braun, una infraestructura adecuada, una red global de Comprehensive Cancer Centers (CCC), es decir, centros de atención integrales capaces de unir investigación, clínica y humanidad. La Unión Europea ya se está moviendo en esta dirección: de 50 a 100 CCC, con el objetivo de garantizar un centro por cada 4,4 millones de habitantes. “Hemos logrado enormes progresos, por ejemplo, con las vacunas contra algunos tipos de cáncer. En las niñas, la vacunación puede prevenir el cáncer de cuello uterino, y la detección precoz del cáncer de colon ha dado grandes pasos. Pero debemos difundir más estas innovaciones”, añadió von Braun.
Las repercusiones psicológicas
El presidente de la PAS también evocó la experiencia pastoral del Papa León XIV en Perú. En misión, para anunciar. Y así debe moverse la medicina, para lanzar un llamamiento que también es una bendición laica: “Debemos decirle a todos que un diagnóstico de cáncer ya no es una sentencia de muerte”. No siempre. No en todas partes. “No para quien recibe un tratamiento oportuno”.
Un mensaje potente, que resuena entre las estadísticas crudas: 20 millones de nuevos casos al año, 10 millones de muertes. En el caso del cáncer de mama, muchas mujeres no tienen acceso precisamente a esos tan necesarios programas de detección precoz. ¿Las causas? Estereotipos culturales y discriminaciones, que disuaden o impiden a muchas de ellas acudir al médico. También, se debe prestar atención “a los profundos aspectos psicológicos, a la depresión que deriva de una enfermedad de esta magnitud”. Es en esta tensión entre cifras, problemas y humanidad donde se juega el papel de la esperanza – una esperanza “jubilar”, que une ciencia y compasión-.
Sueños y propuestas
El congreso lanzó otro grito de alerta: el de la representación en los ensayos clínicos. El doctor Massimiliano Di Pietro, del Early Cancer Institute de Cambridge, subrayó que “las mujeres procedentes de África están mucho menos representadas” en los estudios sobre el cáncer de mama. Y la ciencia que no incluye, corre el riesgo de excluir. La conferencia señaló la necesidad de estudios más amplios, que analicen combinaciones de fármacos, que intervengan en las primeras etapas de la enfermedad, que evalúen también los tratamientos locales en el contexto de las terapias sistémicas. La investigación debe reflejar la diversidad del mundo que pretende curar.
“En África”, especialmente en el área subsahariana, “y en Asia”, añadió el doctor Di Pietro, “no todos los pacientes tienen acceso a los tratamientos, tanto por la falta de estructuras y tecnologías como porque la investigación sobre el cáncer no está tan difundida”. El sueño propuesto por el congreso es ambicioso pero necesario: cada CCC debería ocuparse de una región, construyendo networks con hospitales y clínicas locales. Solo así se puede ofrecer a cada paciente, esté donde esté, un diagnóstico oportuno, una terapia eficaz, una posibilidad concreta.