El Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Pietro Parolin, celebró en la Basílica de San Pedro la Misa de ordenación episcopal de Mons. Ignazio Ceffalia, Nuncio apostólico en Bielorrusia desde el 25 de marzo, en la que definió el ministerio episcopal como un “don para toda la Iglesia”.
En su homilía del jueves 22 de mayo, recogida por Vatican News, el purpurado confió en la labor de Mons. Ceffalia a pesar de los desafíos con los ortodoxos y los conflictos generados por la guerra en Ucrania, su país vecino.
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En este contexto, el Cardenal Parolin destacó que el ministerio del obispo “es un don destinado a toda la Iglesia”, es decir, que “ya no vive para sí mismo, sino para la comunidad”.
La celebración Eucarística incluyó además elementos de la liturgia greco-bizantina católica de los albaneses en Italia, a la que pertenece el nuevo arzobispo de 50 años, nacido en Palermo (Italia) en 1975.
El Cardenal Parolin subrayó que el ministerio episcopal “es un don del Señor para la edificación de su cuerpo, que implica una dedicación ilimitada, de modo que el elegido ya no piensa en sus propios intereses, sino en el bien de todos”.
Además, recordó que Mons. Ceffalia vivió en Ecuador y también en Estrasburgo (Francia), en la misión permanente ante el Consejo de Europa, pasando por la Secretaría de Estado y también en Venezuela, donde fue el encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica.
“Sobre todo, esta última fue una misión particularmente compleja debido a la situación política y socioeconómica del país, en la que, sin embargo, pudieron experimentar la gracia del Señor, quien, según la doctrina tradicional de la Iglesia, nunca deja nada en falta a quienes realizan una tarea particular”, agregó.
El purpurado insistió en la necesidad de mantener vivo el don del Espíritu Santo recibido en la ordenación: “Este don espiritual permanente arde como un fuego, pero este fuego que arde ahora no se alimenta solo, muere si no se mantiene vivo”, advirtió.
Asimismo, exhortó a Mons. Ceffalia a inspirarse en San Ignacio de Antioquía, recordando que el obispo debe ser un testigo valiente del Evangelio.