En el marco del Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos, que se celebrará desde mañana y hasta el domingo, el filósofo Vincenzo Rosito (1979), docente en el Instituto Pontificio Teológico Juan Pablo II, llama a superar la visión de la familia como “concepto privado” y pide promover una mayor participación en la vida pública.
“Las relaciones familiares son una forma de componer el bien común. Hay que promover una visión de familia que no se ciña exclusivamente al ámbito privado y que reconozca que la familia es socialmente transformadora”, señala en conversación con ACI Prensa a luz de la publicación en Italia del libro Famiglia e apprendimento sociale. Nuovi orizzonti di ricerca (Familia y aprendizaje social. Nuevos horizontes de investigación).
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Rosito vincula estas conclusiones con el horizonte del nuevo pontificado del Papa León XIV. “Nos lo ha dicho claramente en los discursos en los que hace referencia al pontificado de León XIII y la doctrina social de la Iglesia”, explica.
En efecto, en su primer discurso al cuerpo diplomático acreditado en la Santa Sede, León XIV insistió en la necesidad de invertir en la familia, fundada sobre la unión estable entre el hombre y la mujer, “bien pequeña, es cierto, pero verdadera sociedad y más antigua que cualquiera otra”. Con estas palabras, el Papa León XIV citó al Pontífice de quien tomó el nombre que reivindicaba en la encíclica Rerum Novarum la “absoluta necesidad” de que la familia “tenga unos derechos y unos deberes propios”.
En el volumen, el autor identifica tres vectores principales de cambio que han influido en las dinámicas familiares en la vida contemporánea: la reorganización de las formas de parentesco, la movilidad humana y las mutaciones que provienen del sistema económico.
Por ejemplo, señala que el “aumento de la longevidad está transformando las formas del parentesco desde el punto de vista de la convivencia prolongada en el tiempo de varias generaciones”. Esta situación hace que los nietos vivan más tiempo con sus abuelos, e incluso con sus bisabuelos y, por tanto, se alargue “el tiempo en el que más generaciones” están juntas.
El filósofo tiene en cuenta datos demográficos como la natalidad, pero también otros elementos menos evidentes como, por ejemplo, las “prácticas familiares”, es decir, todo lo que tiene que ver con la organización doméstica para configurar un hogar la nueva casa: “Las prácticas familiares son interesantes para el estudio de las transformaciones familiares porque son dinámicas de aprendizaje, no solo de proyección”.
También analiza los ritos familiares como la salida de los hijos del hogar familiar. “Cuando los hijos alcanzan cierta edad, cierta independencia y abandonan la casa de origen, ese es un momento fundamental para el vínculo de parentesco”, afirma Rosito.
La movilidad humana como palanca de transformación de la familia
Rosito también analiza en el libro la movilidad humana como causa de transformación de las dinámicas familiares, un concepto que no sólo circunscribe a los fenómenos migratorios:
“La movilidad humana pone en la misma situación no solo a las personas o familias que se ven obligadas a emigrar, sino también a quienes se trasladan frecuentemente por trabajo. Pensemos en muchas parejas que deben vivir su relación en países distintos. Son las llamadas ‘parejas de fin de semana’”.
Según el filósofo, esto desestabiliza las formas tradicionales del amor y de la crianza. “Podemos hablar claramente de un fenómeno de maternidad o paternidad transnacional; es decir, familias donde, sobre todo por trabajo, el padre o la madre deben emigrar a otro país, incluso a otro continente”.
Esto provoca una reconfiguración de los lazos afectivos porque esos padres que viven lejos de sus hijos “deben encontrar otros modos nuevos para demostrarles que quieren a sus hijos que están lejos”.
Trabajo de los cuidados: el rostro invisible de la economía
Un capítulo crucial del libro está dedicado al trabajo vinculado a los cuidados, entendido como una práctica social y no solo como una actividad económica. Rosito estudia, en concreto, el fenómeno de las global care chains, o cadenas globales vinculadas con las tareas del cuidado.
“Son todas aquellas situaciones en las que, muy a menudo, sobre todo mujeres —esposas y madres— deben emigrar para cuidar a otros niños o ancianos o realizar tareas domésticas en hogares ajenos, mientras sus propios hijos quedan al cuidado de otras mujeres en su país de origen, generalmente sus abuelas, hermanas o cuñadas”.
A esta nueva configuración familiar provocada por la movilidad la bautiza como disclosing family (familia reveladora), lo que abre la puerta a nuevas dimensiones de análisis y comprensión por parte de la Iglesia acerca de la complejidad contemporánea.
Por ello, señala que la mirada eclesial hacia la familia también debe integrar estos fenómenos: “La transformación de las formas de parentesco, las implicaciones de la movilidad humana en la vida íntima de las personas, la importancia del trabajo de cuidado y de reproducción social en la reconfiguración de los afectos y de los sistemas económicos nos dicen dos cosas: la familia no es solo célula fundamental de la sociedad, sino también —como dice la Gaudium et Spes— una escuela de enriquecimiento humano”, afirma el experto.
En el artículo 52 de esa constitución pastoral del Vaticano II, se encuentran ambas definiciones. “Si nos inclinamos solo hacia la primera —que la familia es fundamento de la convivencia social— corremos el riesgo de no ver todos los elementos de transformación de la familia contemporánea. La familia cambia con la sociedad y es también un elemento de transformación social”, asegura.
Así, evidencia que las dos encíclicas del Papa Francisco —Fratelli tutti y Laudato si’— ofrecen un marco de estudio valioso del que poder partir: “Son documentos que nos dicen que estamos al servicio de la fraternidad universal no solo como individuos, sino también como familias”.