Este viernes 30 de mayo se celebró un simposio en el Aula Pio XI del Palacio San Calixto, organizado por el Comité Pontificio para la Jornada Mundial de los Niños en 2026 y en el contexto del Jubileo en curso. El cardenal De Mendonça destacó: “La infancia, en su realidad más vulnerable y frágil, debe ser asumida como un tema central en la teología”.
Daniele Piccini – Roma
El Día Mundial de los Niños, impulsado por el Papa Francisco, marca un hito importante al colocar por primera vez a los niños como protagonistas de la vida eclesial, como una profecía viva y ruidosa del Evangelio. Así lo destacó el cardenal José Tolentino De Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, en su lectio magistralis, leída por el padre Antonio Spadaro, secretario del mismo dicasterio, este viernes 30 de mayo, durante el simposio “La Iglesia de los Niños – Hacia la Jornada Mundial de los Niños”. El evento se celebró en el Aula Pio XI del Palacio San Calisto, en el corazón de Trastevere, y estuvo enfocado en la “revolución de la ternura” y el papel central de los niños, quienes no son compañeros secundarios en el camino de fe de la Iglesia.
La ocasión fue la Jornada Mundial de los Niños, prevista para septiembre de 2026, y el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos, que comenzó hoy y concluirá el domingo con la Misa presidida por el Papa León XIV, a las 10:30, en la Plaza de San Pedro.
La infancia en el seno de la teología
El cardenal De Mendonça subrayó que, en un mundo en el que los números sobre la situación de los niños son “sobrecogedores”, la teología debe ser inclusiva y acoger a los más pequeños. “Cerca de 400 millones de niños viven en zonas de conflicto y 13,000 mueren cada día por causas evitables”, comentó el padre Spadaro, al margen de la lectio magistralis del cardenal. Para De Mendonça, la teología debe salir de su tradicional abstracción y asumir la infancia como un tema central: “Demasiadas veces – dijo en su discurso – hemos concebido la teología como un discurso abstracto, alejado de la realidad vivida de la historia. La infancia, en su forma más pura y frágil, debe ser reconocida como un verdadero locus theologicus”.
La alianza entre la Iglesia y la familia
El lugar legítimo de los niños es, por tanto, dentro de la teología y el abrazo espiritual de la Iglesia. “Los pequeños – afirmó Gleison De Paula Souza, secretario del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida – nos recuerdan que la Iglesia es madre y, como tal, tiene una responsabilidad profunda por su protección, cuidado y crecimiento humano y espiritual. Esta misión la comparte con los padres y las familias que están detrás de cada niño”.
Cada niño es una semilla que florecerá
“En mi tierra – comentó el padre Michele Gianola, delegado nacional de la CEI para el Comité Pontificio para la Jornada Mundial de los Niños – se dice que bajo la nieve hay pan, porque la semilla puesta en la tierra está protegida por el manto de nieve invernal hasta que florece en primavera. La infancia y la adolescencia deben ser vistas desde esta perspectiva: como un don y como una misión. La misión de cuidar y hacer florecer la semilla de vida sembrada en cada niño”.
La infancia, una invención del cristianismo
La misma noción de infancia, destacó la profesora Marina D’Amato, docente de Sociología de la Infancia en la Universidad de Roma Tre, es una novedad antropológica introducida en la historia por la Iglesia. “Ser niño fue una invención del siglo I d.C., cuando los nuevos valores del cristianismo separaron a adultos y niños a través del concepto de pudor y el de responsabilidad”, explicó. “En el mundo precristiano antiguo, las personas seguían haciendo las mismas cosas en su adultez que hacían cuando eran pequeños, sin pudor – continuó la socióloga -. El cristianismo, por su parte, distinguió una etapa humana en la que no se tiene responsabilidad por las propias acciones, la infancia, de aquella en la que se es plenamente responsable”.
En Gaza, Sudán y Ucrania, los niños bajo las bombas
La escritora Dacia Maraini ofreció una mirada sobre el mundo contemporáneo, destacando los muchos lugares donde los niños no reciben la protección que merecen: “Los niños que mueren bajo las bombas, en Gaza, Sudán y Ucrania, no son solo tragedias lejanas: son heridas que endurecen a toda la humanidad. Creo que la Iglesia, con el Papa Francisco y hoy con el Papa León, ha tenido el coraje de poner a los niños en el centro del discurso ético. Ha tenido el atrevimiento – concluyó la escritora – de resaltar sus heridas, de denunciar los abusos, de enfrentarse a quienes sufren y a quienes callan por miedo”.