El gasto militar de la OTAN podría aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero en 200 millones de toneladas anuales. Así lo revela un estudio de la ONG Conflict and Environment Observatory, publicado por el diario británico The Guardian. Según los investigadores, el aumento de los gastos en defensa a nivel mundial agravará la crisis climática, que a su vez causará más conflictos.
Giada Aquilino – Ciudad del Vaticano
El rearme militar global representa una amenaza concreta para los objetivos de lucha contra el cambio climático: el previsto por la OTAN, en particular, podría aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero en casi 200 millones de toneladas anuales. Así lo revela un estudio realizado por el Conflict and Environment Observatory (Ceobs), una ONG que desde 2018 trabaja para aumentar la conciencia sobre las consecuencias medioambientales y humanitarias de los conflictos y las actividades militares. Mientras el mundo se ve involucrado en el mayor número de conflictos armados desde la Segunda Guerra Mundial —con casi un centenar de países involucrados, según datos recientes—, los países han comenzado a destinar grandes sumas a los gastos militares, alcanzando un récord de 2,46 billones de dólares en 2023.
Cada día, ante nuestros ojos, somos testigos de los costos humanos dramáticos de las guerras, con un elevado número de víctimas en Gaza, Ucrania, Sudán y Myanmar, entre otros. Pero por cada dólar invertido en nuevos armamentos, también hay un costo en términos de emisiones de carbono y efectos sobre el clima, explica Ceobs, que elaboró la investigación en respuesta a una solicitud de la ONU sobre el impacto de los crecientes gastos militares en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Aumento de las emisiones globales
“Existe una verdadera preocupación por cómo estamos priorizando la seguridad a corto plazo a expensas de la seguridad a largo plazo”, señaló Ellie Kinney, investigadora de Ceobs y coautora del estudio, publicado en exclusiva por The Guardian. “Debido a este tipo de enfoque desinformado que estamos adoptando, ahora estamos invirtiendo en una rígida seguridad militar, lo que aumenta las emisiones globales y empeora aún más la crisis climática”, declaró, sugiriendo que el cambio climático, aunque de manera indirecta, se está convirtiendo cada vez más en un motor de conflictos.
En la región sudanesa de Darfur, en el contexto de un conflicto que comenzó el 15 de abril de 2023 entre el ejército de Jartum y grupos paramilitares, que sigue el conflicto de principios de los años 2000 con un saldo de 300.000 muertos, la inseguridad también está vinculada a la competencia por los escasos recursos, después de largas sequías y desertificación. En el Ártico, el derretimiento de los hielos marinos está generando repercusiones en la apropiación de yacimientos de petróleo, gas y otros recursos minerales ahora accesibles.
Más de 90 países involucrados en conflictos armados
A nivel global, faltan datos claros sobre el uso de combustibles fósiles por parte de los ejércitos, pero los investigadores estiman que estos son responsables ya del 5,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Se prevé que esta cifra aumente a medida que se intensifiquen las tensiones en diversas regiones. Estados Unidos, durante décadas el mayor consumidor mundial de recursos militares, ha dicho que espera que sus aliados de la OTAN destinen más recursos a las fuerzas armadas.
Según el Global Peace Index, en 2023 la militarización aumentó en 108 países: 92 de ellos involucrados en conflictos armados —entre ellos, las guerras en el este de la República Democrática del Congo, el conflicto congelado entre India y Pakistán sobre Cachemira, así como las tensiones sobre Taiwán—, mientras que otros gobiernos, que temen escenarios hostiles, están invirtiendo más en sus ejércitos.
El caso de Europa
En Europa, el aumento ha sido particularmente drástico. “La invasión rusa de Ucrania —se lee en el estudio de Ceobs— ha provocado un aumento drástico en el gasto militar de la Unión Europea”, y entre 2021 y 2024, el gasto total de los Estados miembros de la UE ha aumentado “más del 30%”, según datos del International Institute for Economics and Peace. “En 2024, se espera que alcance los 326.000 millones de euros, es decir, alrededor del 1,9% del PIB de la UE, acercándose al objetivo del 2% establecido por la OTAN, que seguirá aumentando”. En marzo, los 27 países miembros anunciaron que se iría más allá, con propuestas para un gasto adicional de 800.000 millones de euros mediante el plan “ReArm Europe”.
En general, el Conflict and Environment Observatory ha analizado el impacto potencial de una mayor militarización sobre el logro de los objetivos climáticos. Los resultados fueron desalentadores: el aumento probable de las emisiones debido solo al rearme de la OTAN sería equivalente al de un país grande y poblado como Pakistán. Y en términos generales, en un momento en el que hay una creciente necesidad de una paz “desarmada” y “desarmante”, como recordó el Papa León XIV en su primera bendición Urbi et Orbi desde la Logia de la Basílica Vaticana, el crecimiento del gasto y la producción militares para aumentar las reservas sigue siendo “de alta intensidad energética”, destaca Ceobs, subrayando que los avances en las tecnologías militares de bajas emisiones de carbono siguen siendo “limitados”. Esto significa que “las fuerzas armadas estarán atadas a equipos de alta intensidad de combustibles fósiles” que “seguirán siendo utilizados durante las próximas décadas”.