Jubileo: Vivir la alegría del estar juntos al estilo de la familia Martin

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En el marco del evento jubilar dedicado a las familias, la Comunidad del Emmanuel, originaria de Francia, organizó un encuentro en la iglesia de “Trinità dei Monti” con oración, juegos y reflexión, inspirados por el ejemplo de la familia Martin.

Edoardo Giribaldi – Roma

Construir “día a día un ambiente lleno de fe y amor”. En estas palabras, el Papa Francisco reconoció el corazón de la santidad doméstica, representada por Louis Martin y Marie-Azélie Guérin —Zélie, como la llamaban—, los primeros esposos canonizados juntos, el 18 de octubre de 2015. Desde ese hogar impregnado de oración y dedicación, “nacieron” las vocaciones de sus hijas, entre ellas, santa Teresa de Lisieux, como recordó el Papa: “quien fue, entre otras, la flor que brotó de esa tierra sagrada”.

Su ejemplo inspira los días del Jubileo dedicados a la familia, los niños, los abuelos y los mayores. Entre los eventos que enriquecen Roma estos días, y en el marco de los “Diálogos con la ciudad”, la Comunidad del Emmanuel organizó este viernes 30 de mayo una serie de actividades en la iglesia de Trinità dei Monti, dedicada justamente a “Santa Teresina”, a quien el Papa Francisco tenía en gran estima, tanto que su presencia simbólica, a través de una rosa blanca, está presente en su tumba en la basílica de Santa María la Mayor.

“Crear comunidad”

Bertrand, un voluntario de la Comunidad del Emmanuel, que reúne laicos —casados, célibes, consagrados— y sacerdotes de todo el mundo comprometidos con la misión de la Iglesia a través de la adoración, la compasión y la evangelización, compartió con los medios vaticanos el propósito de esta actividad: “Crear comunidad”. Esta es una misión que, como él enfatiza, interpela “a cada uno de nosotros”.

Mientras turistas y peregrinos, sin que el sol romano les impida su paso, suben las famosas escaleras hacia la iglesia, entre las seis capillas laterales, se pueden ver grupos de personas, fácilmente identificables por las bandanas del Jubileo que llevan al cuello. El italiano se va desvaneciendo, dando paso al francés, como si las mismas piedras de la iglesia quisieran recordar las raíces galas que la nutren.

“Frente al altar”, comenta Bertrand, “hemos recibido un relicario que llegó desde Lisieux”. Dentro, un hueso del pie de Santa Teresa, la cadena de Zélie y el reloj de Louis. Objetos humildes, pero llenos de eternidad. “Una familia que desea inspirar a otras”. Al lado del relicario, sacerdotes ponen sus manos sobre familias, parejas, niños: un gesto simple, pero cargado de Espíritu. Algunos comparten sus historias en voz alta, otros las dejan escritas en pequeños papeles junto al relicario. A cambio, reciben una cita bíblica para llevar consigo, como una caricia, en muchos idiomas diferentes.

El relicario delante del altar en la Iglesia de Trinità dei Monti.

El relicario delante del altar en la Iglesia de Trinità dei Monti.

El juego infantil

Mientras tanto, los niños no dejan de jugar. No por distracción, sino porque el jardín cercano les llama con la voz alegre del juego. “De lo espiritual, a la diversión, al estar juntos”, resume Bertrand. El espacio verde junto a la iglesia se convirtió en un pequeño epicentro infantil: gritos de alegría interrumpen suavemente el silencio del claustro, que alberga una exposición fotográfica dedicada a Santa Teresa, y del refectorio de los Mínimos, la orden fundada por San Francisco de Paola, primer custodio de este lugar.

Un fútbol humano, ajedrez gigante. “Esta mañana le decía a los otros voluntarios: no sé cuántas personas vendrán. Tal vez pocas, tal vez muchas… bueno”, sonríe Bertrand mientras pasa un balón a los niños que improvisan una partida, “creo que hemos superado todas las expectativas”.

Muestra fotográfica dedicada a Santa Teresa.

Muestra fotográfica dedicada a Santa Teresa.

La fe vivida en familia

Después del juego, llega el agua fresca y el jarabe de menta, un recuerdo líquido de Francia. Para quienes buscan un momento más íntimo, la capilla de la Mater Admirabilis, con su fresco de 1844 pintado por la joven novicia Pauline Perdreau, es un refugio silencioso donde la oración se convierte en mirada y respiración. “Nos gustaría que siempre fuera así”, concluye Bertrand, “porque es en familia, en comunidad, donde la fe se vive de verdad”.

El atardecer acaricia la ciudad mientras comienza la misa vespertina, seguida por una vigilia de oración introducida por Gabriella Gambino, subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. El evento concluyó con una mesa redonda titulada con la claridad de una promesa: “Cómo vivir la alegría de la esperanza como familia, como pareja, siguiendo el ejemplo de la familia Martin”.

El claustro animado por la presencia de tantos peregrinos.

El claustro animado por la presencia de tantos peregrinos.



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