Servir a las personas no videntes en el alma y en el cuerpo, este es el objetivo de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Siervas de la Cruz fundada hace 106 años. El centro de su actividad está en Laski, un lugar elegido por una mujer extraordinaria, Róża Czacka, una condesa que perdió la vista y hoy en la Iglesia católica es beata.
Tomasz Zielenkiewicz
En Laski, cerca de Varsovia, las hermanas se dedican a la educación, a la formación profesional y al apoyo espiritual de sus asistidos. La congregación tiene 151 monjas, 75 de las cuales desarrollan su ministerio precisamente aquí. Sus preocupaciones cotidianas se concentran sobre sus asistidos: niños ciegos y personas con discapacidad visual. Esto no significa, sin embargo, que no haya un ritmo fijo de la jornada, lleno de oración. El alba es particular. “Cada una de nosotras recita cada mañana el Acto de Sacrificio de la Cruz, una oración especial que nos recuerda la obligación de reparar la ceguera espiritual de las personas”, ha explicado sor Kamila. A las 6 de la mañana, las hermanas rezan los laudes, a las 6.30 participan en la santa misa. Después de los otros deberes del día, por la noche se rezan las vísperas y el rosario en común. Sin embargo, las hermanas no estarían aquí si no fuera por la fundadora y el insólito destino de su vida.
De la equitación a la obra de Laski
“La Beata Madre Elżbieta Róża Czacka es la madre ciega de todos nosotros que somos ciegos”, ha afirmado sor Angelica José de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Siervas de la Cruz. Me lleva a la Habitación de la Memoria, que es un pequeño museo en Laski. Alrededor de las fotografías de la familia Czacki, además de los aparatos y recuerdos, hay un reclinatorio y un velo de monja. Ayer vino aquí un grupo de coreanos. La noticia de la obra de Madre Czacka se está difundiendo en todo el mundo. “La madre ha mostrado cómo del sufrimiento, de la cruz, se puede hacer un camino hacia el cielo, y no solo para uno mismo, sino para muchos otros, miles de alumnos a lo largo de estos años”, ha subrayado sor Angelica José.
Nacida en 1876 en Biała Cerkiew, Róża tuvo una educación excelente, sabía varios idiomas y era la heredera de una finca. Hace exactamente 120 años, cuando tenía 18 años, cayó de un caballo. El doctor Bolesław Gepner, uno de los médicos al que sus padres la llevaron, dijo que en sus condiciones no había esperanza y le aconsejó cuidar de los ciegos. Finalmente sucedió esto. Róża viajó durante muchos años y estudió sobre este tema y después eligió la vida religiosa. En 1917 emitió los votos perpetuos y un año después fue aprobada la Congregación de las Hermanas Franciscanas Siervas de la Cruz fundada por ella.
Laski: un regalo para los ciegos
Siguiendo su corazón, con sus fondos, Róża Czacka estableció un refugio para los ciegos en Varsovia y después se fundó la Asociación para el Cuidado de los Ciegos. La asistencia se volvió estructurada y continua, pero hacía falta un lugar más adecuado. En 1921, empezó la construcción de una estructura para ciegos en Laski. Se construyó una escuela con el curso completo, un orfanato, una biblioteca. Durante los talleres, los ciegos adquirían habilidades prácticas.
“Un día llegó a Laski, como uno de los muchos niños, un chiquillo que lloraba. Este llanto lo escuchó la madre Róża, que pidió a la hermana que fuera a recoger al niño. Tuvo lugar un breve diálogo. ¿Cómo te llamas? Władziu – respondió. Ella lo abrazó y lo sostuvo cerca de su pecho, diciendo: `Władziu serás feliz, yo también soy feliz’. Intentad imaginar que Władziu terminó la guardería, la primaria, la escuela profesional y ya como señor Władysław recordaba todavía ese abrazo y esas palabras. Dijo: me ha llevado a Dios. Gracias a la madre, los alumnos experimentamos la presencia de Dios y la gracia de su Misericordia”, ha contado sor Angelika.
Aceptar la cruz como clave de la felicidad
Hoy, el Centro de Laski es una obra que las generaciones sucesivas de las Hermanas Franciscanas Siervas de la Cruz han elevado a un nivel todavía más alto. Gestionan el apoyo al desarrollo precoz, la escuela preescolar, la escuela primaria, la escuela primaria para alumnos con discapacidad múltiple, el instituto, la escuela técnica de masajes, la escuela de música y un programa de preparación vocacional. Aquí, un niño ciego tiene la posibilidad de ser guiado de la mano hacia la independencia.
“Esta obra es de Dios y para Dios. No tiene otra razón de ser. Si se desviara de ese camino, dejaría de existir —así decía la Madre Czacka—. Quería preparar una élite de personas ciegas que, al aceptar su condición, dieran testimonio del triunfo del espíritu sobre la limitación física”, explica la Hermana Benita, Franciscana Sierva de la Cruz, especialista en estudios sobre la ceguera. Los graduados de Laski están en aumento. Cada año salen de aquí entre 20 y 30 personas con formación. “La Madre Czacka decía que es mayor desgracia estar lejos de Dios que estar físicamente ciego. Esa es la verdadera discapacidad”, añadió la hermana Benita.
También los pequeños ciegos saben dar amor y alegría a sus padres y profesores. “Hermana, ¿estás triste hoy? Suenas muy triste”, ha preguntado un niño. Otro deseó que mi interlocutora viviera tantos años como Noé y Abrahám juntos, fácilmente más de mil. Las monjas, sin duda, están preparadas para esto.