Octavo coloquio budista-cristiano: Religiones unidas para superar los conflictos


Del encuentro, celebrado del 27 al 29 de mayo en Camboya, surge una invitación a trabajar juntos por la paz mediante la resiliencia y la reconciliación. En una declaración final, los participantes subrayaron la importancia de las tradiciones religiosas, el papel de la educación, el compromiso con abordar las causas profundas de los conflictos y la responsabilidad de los líderes religiosos y las comunidades en trazar caminos concretos hacia la paz.

Roberto Paglialonga – Ciudad del Vaticano

La importancia de trabajar sobre las raíces profundas de los conflictos y de “aprovechar” los valiosos recursos provenientes de las ricas tradiciones religiosas de cada uno, para promover caminos concretos hacia la paz. Esto es lo que subrayan los participantes del octavo coloquio budista-cristiano, titulado “Budistas y cristianos trabajan juntos por la paz mediante la reconciliación y la resiliencia”, celebrado del 27 al 29 de mayo en Phnom Penh, promovido por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, en colaboración con la Universidad Budista Preah Sihanouk Raja y la Iglesia Católica del Reino de Camboya. Al finalizar el encuentro, se firmó una declaración conjunta en la que budistas y cristianos reafirman la necesidad de un compromiso común para superar discordias, dificultades y conflictos en un mundo marcado por la violencia, la injusticia y la explotación.

Reconciliación y resiliencia al servicio de la paz

La reconciliación y la resiliencia son los instrumentos en los que apoyarse. Primero, porque “la reconciliación no es la eliminación de la memoria, sino un valiente proceso de verdad, sanación y restauración de las relaciones”; y luego, porque “la resiliencia se alimenta de una fuerza interior, enraizada en la fe y sostenida por comunidades que defienden la dignidad de cada persona”. Por lo tanto, escriben los delegados presentes en el coloquio, “construir la paz requiere abordar las causas más profundas de los conflictos”: entre ellas, la pobreza, la degradación ambiental, la injusticia social y la negación de los derechos humanos. Para lograrlo, budistas y cristianos aseguran que “nuestras respectivas tradiciones religiosas” ofrecen “profundos recursos éticos y espirituales” útiles para “afrontar los desafíos actuales con compasión, valentía y esperanza”.

En Phnom Penh se dieron cita 150 participantes, procedentes no solo del país anfitrión, sino también de Hong Kong, India, Italia, Japón, Laos, Malasia, Mongolia, Myanmar, Singapur, Corea del Sur, Sri Lanka, Taiwán, Tailandia, Vietnam, Estados Unidos y la Santa Sede, junto con dos representantes de la Federación de Conferencias Episcopales Asiáticas, en un evento caracterizado por el “deseo compartido de paz y comprensión mutua”.

“Bienaventurados los que trabajan por la paz”

En la declaración se incluyen numerosos referentes religiosos, extraídos de los textos sagrados y enseñanzas espirituales de ambas religiones. “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”, es la cita tomada del Evangelio de Mateo (Mt 5,9). “De la tradición cristiana tomamos fuerza del llamado evangélico al perdón y la reconciliación. La invitación de Jesús a amar a los enemigos y responder a la violencia con misericordia sigue guiando los esfuerzos cristianos hacia la paz y la justicia”, afirma el documento difundido por la Oficina de Prensa del Vaticano, que también menciona el “testimonio permanente de mártires y constructores de paz” que se aferraron a la fuerza de la fe en medio del sufrimiento y la injusticia, como prueba de una resiliencia anclada en la esperanza y el amor.

“El odio no cesa con el odio”

En el texto más conocido del “budismo Theravāda”, el Dhammapada, se dice que “el odio no cesa con el odio, sino solo con el amor; esta es la ley eterna” (Dhammapada, 5). La declaración explica que las “prácticas de Metta (amor benevolente), Karuna (compasión) y el desapego consciente” son “caminos que cultivan la paz interior y favorecen la armonía dentro de la sociedad”, y recuerda el testimonio de incontables practicantes budistas, en particular de Su Santidad Maha Ghosananda, venerado como el “Gandhi de Camboya”: él “nos recuerda que incluso las heridas más dolorosas de la historia pueden transformarse mediante la compasión, la sabiduría y la resiliencia espiritual”.

El papel de la educación y la responsabilidad de los líderes religiosos

Budistas y cristianos presentes en la capital camboyana afirman reconocer “el papel esencial de la educación en la formación de nuevas generaciones en los valores de la no violencia, el diálogo y la cooperación interreligiosa”, y también proclaman “la responsabilidad de los líderes religiosos y de las comunidades de encarnar la reconciliación de manera práctica”, es decir, “poniéndose del lado de quienes sufren, promoviendo la justicia y cultivando la paz interior”. Cada persona está llamada, e invitada, en la cotidianidad de su vida, a ser instrumento de sanación y esperanza en un mundo herido y devastado por las guerras, desde Ucrania hasta Oriente Medio, desde Sudán hasta Myanmar. Para que la paz – concluyen los 150 participantes – sea “algo más que la ausencia de conflictos”: que sea la “presencia activa del amor, la justicia y la solidaridad humana duradera”.



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