Reflexiones sobre el mensaje del Papa Francisco para la 59.ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
Miral Atik*
En un momento en el que la guerra, la división y el sufrimiento se extienden por Tierra Santa, el mensaje del Papa Francisco para la 59.ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales —celebrada el 1 de junio, el domingo anterior a Pentecostés— llega como una llamada urgente: “Compartid con mansedumbre la esperanza que hay en vuestros corazones” (1 Pedro 3, 15-16). Las palabras del Papa resuenan con un profundo significado pastoral y profético, invitando a todos los cristianos —no solo a los que trabajan en los medios de comunicación— a reflexionar sobre cómo usamos la comunicación social. ¿Es una herramienta para la paz o un aliciente más para el conflicto?
Palabras de esperanza en medio del ruido de la guerra
En su mensaje, publicado el 24 de enero de 2025, el Papa Francisco nos invita a convertirnos en “comunicadores de esperanza”, arraigados en Cristo, “el Comunicador Perfecto” [1]. Advierte contra la comunicación que alimenta el miedo, el odio o la desesperación, la retórica que deshumaniza y divide.
“La esperanza es un riesgo que hay que correr”, escribe. “Es una virtud oculta, tenaz y paciente”. Sin embargo, insiste, la esperanza debe comunicarse con verdad, reverencia y compasión.
De Emaús a Gaza: ¿qué tipo de comunicadores somos?
La pregunta del Papa resuena con fuerza en una tierra donde una sola imagen puede encender las llamas de la ira, y una sola palabra puede consolar un corazón roto: “¿Qué tipo de comunicación practicamos?”.
Compara al comunicador cristiano con quien busca oro entre granos de arena. En una tierra cargada de historias dolorosas, los comunicadores están llamados a contar historias de esperanza, no para embellecer la realidad, sino para revelar la belleza que habita incluso en la oscuridad. El papa Francisco destaca tres rasgos esenciales de la comunicación cristiana, inspirados en la Primera Carta de Pedro:
- Elegir ver la bondad incluso cuando todo parece perdido, mediante el don del Espíritu Santo.
- Debemos estar dispuestos a explicar la razón de nuestra esperanza: Cristo mismo.
- Debemos hablar con amabilidad y respeto, sin agresividad ni miedo.
Ofreció a Cristo Resucitado en el camino de Emaús como modelo de verdadera comunicación, una comunicación que comienza escuchando. Jesús primero caminó junto a los discípulos en su confusión y dolor, escuchando pacientemente su sufrimiento antes de reavivar su esperanza con ternura. De la misma manera, estamos llamados a caminar con los demás, comenzando no con palabras, sino con nuestra presencia. Al compartir historias de valentía, misericordia y fe resiliente, no gritamos esperanza al mundo, sino que la despertamos silenciosamente, a través de un testimonio compasivo. El Papa Francisco nos exhorta a contar historias que revelen la belleza y la luz en un mundo agobiado por el sufrimiento, narrativas que profundicen nuestra humanidad compartida.
Desde el corazón: una comunicación que sana
El Papa visualiza un estilo de comunicación que nos convierte en “compañeros de viaje”, caminando juntos en tiempos de prueba, sembrando esperanza basada en la misericordia no en el miedo o la ira. Este tipo de comunicación, especialmente en tiempos de guerra y división, es un acto profético: une los corazones, revela el bien silencioso que se desarrolla incluso en el sufrimiento y fomenta la unidad en lugar de la división. Esta comunicación se resiste a reducir a las personas a eslóganes o ideologías. Abraza su humanidad y promueve la belleza y la solidaridad. No se deja llevar por reacciones instintivas, sino que está guiada por el amor, transformando las palabras en instrumentos de sanación.
Habla de una comunicación que brota de corazones arraigados en Cristo, creando lazos de comunión en lugar de muros de aislamiento. Esta visión es especialmente urgente en Tierra Santa, donde las historias de esperanza son salvavidas y cada palabra puede reabrir heridas o comenzar a sanarlas.
Los cristianos como testigos en los medios de comunicación
A todos los cristianos de Tierra Santa —sacerdotes, jóvenes, periodistas, padres y estudiantes— vuestra voz importa. En una tierra donde cada palabra resuena en corazones frágiles, elegid el amor. En una región a menudo sumida en la desesperación, elegid hablar de esperanza. Y en un mundo adicto a la indignación, atrévanse a ser amables.
Que seamos narradores de esperanza, recordando al mundo que, incluso en la oscuridad, Cristo camina con nosotros, y que nuestras palabras pueden convertirse en instrumentos de su paz.
Compartamos esta esperanza —con fidelidad, valentía y ternura— desde el corazón de Tierra Santa hasta los confines de la tierra.
*Periodista participante en el programa “Faith Communication in the Digital World” del Dicasterio para la Comunicación