El Salama Craft Centre, un refugio de paz y esperanza en Kenia

by Admin Master
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En los barrios periféricos de Kibera, en las afueras de Nairobi, el Salama Craft Centre —iniciativa de la comunidad cristiana Koinonia— acompaña a los más necesitados, con un enfoque especial en las mujeres. El padre comboniano fundador del proyecto asegura: “La paz desarmada y desarmante de la que habló el Papa León XIV siempre da frutos”.

Guglielmo Gallone – Ciudad del Vaticano

Ann sostiene a la niña con una dulzura firme, como quien ha aprendido a ofrecer refugio incluso cuando todo alrededor parece tambalear. La pequeña mira a lo lejos, más allá del caos, buscando algo o a alguien. A su alrededor, el cielo apenas se ve entre los techos de lata de Kibera, un asentamiento informal en Nairobi, la capital de Kenia, donde las viviendas parecen apilarse unas sobre otras como sueños que se desvanecen.

Ann no es la madre de la niña que lleva en brazos. La cuida mientras su madre asiste a un curso de higiene y nutrición en una de las aulas del Salama Craft Centre, un espacio impulsado por la comunidad laica cristiana Koinonia, fundada por el misionero comboniano padre Renato Kizito Sesana en 1982. Ann es trabajadora social en el centro, educadora y testigo de muchas —demasiadas— fragilidades.

Una de las zonas más empobrecidas del planeta

Este rincón de Nairobi, que el mundo llama “slum” (barrio periférico), pero que sus habitantes simplemente llaman “hogar”, nació en 1912 para albergar a 600 soldados nubios del gobierno colonial británico. Hoy Kibera es uno de los asentamientos más poblados y pobres del mundo: la esperanza de vida ronda los 30 años, uno de cada cinco niños muere antes de cumplir cinco, los índices de VIH son altísimos y apenas el 40% de los menores va a la escuela diariamente.

La electricidad escasea y muchas veces se obtiene de forma ilegal. Hasta hace pocos años, no había acceso al agua potable: había que acarrearla desde una represa de Nairobi, lo cual generó epidemias de tifus y cólera. Los baños de hoyo y las aguas negras a cielo abierto siguen siendo comunes. En promedio, una vivienda en Kibera mide apenas 3,6 por 3,6 metros, y puede albergar a más de ocho personas. Estas casas, hechas de barro, techos de lata y suelos de tierra, suelen estar alquiladas a propietarios adinerados o instituciones que controlan la tierra.

No hay hospitales públicos, ni clínicas del gobierno. La violencia es parte del paisaje cotidiano. La maternidad llega temprano, muchas veces como resultado de abusos sexuales, y pocas veces está acompañada por una estructura familiar. Así, las jóvenes se ven solas, intentando abrirle un espacio en su vida a un nuevo ser mientras afuera solo hay miseria, abandono y miedo.

Una oportunidad para las mujeres de Kibera

El Salama Craft Centre busca ofrecer a estas mujeres una vía de escape. Ese es el mensaje que el padre Kizito, hoy con 82 años y décadas de servicio entre Kenia, Sudán y Zambia, transmite con firmeza:

“Sabemos que somos apenas una gota en el océano. Esta es una revolución pequeña, hecha de agujas e hilos, de jabón y cuadernos, de manos que enseñan y ojos que escuchan. Pero estas jóvenes quieren salir adelante. Tienen una voluntad enorme. Y nosotros respondimos a ese llamado”.

En 2019, el padre Kizito confió la misión a dos jóvenes, Johnson y Samuel, quienes crecieron con él tras ser rescatados de las calles. Ellos ayudaron a transformar la pequeña casa en Kibera, ampliando el espacio y creando aulas donde hoy se enseñan economía doméstica, higiene infantil, costura, cocina y catering.

Actualmente, el Salama Centre acoge a 60 jóvenes mujeres que participan en un programa formativo dividido en 12 encuentros. Aprenden, enseñan y dan vida a una comunidad activa que irradia energía positiva a buena parte de Kibera. No es tarea fácil: este barrio, tan marginado como vital, ha sido escenario de violentos enfrentamientos, especialmente en épocas electorales, como ocurrió en 2008.

Las tensiones se agravan por varias razones: la enorme diversidad étnica (Luo, nubios, entre otros), que los partidos explotan políticamente para dividir; la desesperanza de los jóvenes sin trabajo ni futuro; y la cercanía con Nairobi, capital de un Estado que muchos sienten lejano y ausente.

Protestas contra la reforma fiscal

En medio de ese contexto, la rabia acumulada estalló recientemente en Kibera a raíz de la Finance Bill 2024, una ley fiscal impulsada por el presidente William Ruto para recaudar cerca de 2.700 millones de dólares. El objetivo era reducir el déficit y pagar una deuda pública que ya supera el 70% del PIB. Las medidas estaban alineadas con exigencias del FMI, que había otorgado al país un préstamo de 3.600 millones condicionado a mayores ingresos fiscales.

Pero las nuevas tasas afectaban bienes básicos como el pan, el azúcar o los combustibles, disparando el costo de vida. Esto provocó un movimiento de protesta, liderado por jóvenes, que alcanzó su punto más alto el 25 de junio de 2024 con el asalto al Parlamento, donde murieron al menos 22 personas.

Por primera vez, las manifestaciones no estaban marcadas por divisiones étnicas: jóvenes de todos los orígenes se unieron para denunciar un sistema corrupto y fallido. Ante la presión, el presidente Ruto retiró el proyecto y ordenó recortes presupuestarios para compensar la falta de ingresos. Sin embargo, entre julio y octubre de 2024, al menos cien manifestantes fueron secuestrados en plena calle, según fuentes locales anónimas. Algunos fueron liberados, pero el miedo los ha silenciado. Otros aún están desaparecidos, víctimas de represalias políticas.

Cambiar el rumbo

Frente a este panorama, el trabajo del Salama Craft Centre adquiere aún más sentido.

“Nos preocupa que las elecciones de 2027 traigan más violencia”, dice padre Kizito. “Queremos revertir esa tendencia. Desde nuestra pobreza, solo contamos con la fuerza del Evangelio. Por eso trabajamos para que estas mujeres se conviertan en educadoras de paz, empezando por lo cotidiano —el vecindario, la familia— y proyectando ese cambio hacia lo social”.

El objetivo, explica, es transformar la mentalidad del barrio. Porque los agitadores políticos encuentran terreno fértil entre jóvenes sin futuro, a quienes se les ofrece dinero a cambio de violencia.

“Nosotros queremos romper ese ciclo. Apostamos por las mujeres y por una educación profunda, seria. Porque la paz desarmada y desarmante, esa de la que hablaba el Papa León XIV, siempre da frutos. En cambio, la violencia lo destruye todo. Especialmente a los más débiles. Especialmente en estos escenarios olvidados de lo que ya es una tercera guerra mundial fragmentada”.



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