Del 4 al 6 de junio, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida se reúne con los moderadores de asociaciones internacionales de fieles y nuevas comunidades, en preparación también del Jubileo que les está dedicado, a celebrarse los días 7 y 8 de junio. El encuentro comenzó ayer con una liturgia penitencial, en la que los movimientos y los pastores de la Iglesia pidieron perdón por errores y omisiones cometidos.
Isabella H. de Carvalho y Lorena Leonardi
Renovar la misión y la evangelización en una “esperanza vivida y anunciada”, para llevar a Cristo “a los hombres y mujeres de nuestro tiempo” en las diversas realidades en las que viven. Con estas palabras, el cardenal Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (DLFV), inauguró este miércoles 4 de junio por la tarde el encuentro anual con los moderadores de asociaciones internacionales de fieles, movimientos eclesiales y nuevas comunidades. El evento, que se lleva a cabo en el Aula Nueva del Sínodo del 4 al 6 de este mes, cuenta con unos 250 participantes de 115 realidades reconocidas por el Dicasterio, y gira en torno al tema:
“La esperanza vivida y anunciada. El don del Jubileo para las agrupaciones eclesiales”.
En su intervención, el purpurado subrayó la necesidad de “sintonizarse” con el camino de la Iglesia, con una renovada conciencia de estar llamados a caminar no solo en ella, sino también con Pedro y con todo el pueblo de Dios, como Iglesia de Cristo.
Una Iglesia que reconoce sus heridas
El encuentro se abrió también con una liturgia penitencial y una invocación al Espíritu Santo, celebradas en la Basílica de San Pedro. Los moderadores de las asociaciones y movimientos pidieron perdón por no acoger el Evangelio, por las incoherencias, por las infidelidades, por la falta de respeto hacia las personas y por el escaso empeño en hacer fructificar los carismas, por los cierres internos y las heridas infligidas a la comunión eclesial.
También se elevó una invocación en nombre de los pastores de la Iglesia, pidiendo perdón por las faltas cometidas contra las asociaciones, los movimientos y las nuevas comunidades. En su homilía, el cardenal Farrell destacó que, siguiendo el ejemplo de Pedro, es posible reconocer los propios errores y abrirse a una “segunda llamada”: este momento penitencial no debe ser visto como autocompasión, ni como amargura estéril o desánimo, sino como un dolor sincero por las infidelidades, una conciencia lúcida de la fragilidad que dispone el corazón a una nueva llamada del Señor.
Las nuevas desafíos de los movimientos
El primer panel del encuentro estuvo dedicado a “los desafíos para los movimientos hoy”, con alocuciones de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, y Luigino Bruni, vicepresidente de The Economy of Francesco.
Riccardi afirmó que estos desafíos “nos llaman a ir más allá del victimismo”:
“Tendremos futuro si creemos en estos desafíos y los enfrentamos. Mucho se nos perdonará, pero no el ser indiferentes, retraídos, escondiendo nuestros talentos en lugar de ponerlos al servicio de la historia”.
Bruni, por su parte, analizó las oportunidades que surgen en un mundo transformado a nivel cultural, antropológico y comunicativo. Subrayó que se puede aprender de los errores y mirar hacia adelante, “juntos, como comunidades de carne y hueso”, en una tierra común, frágil pero verdaderamente humana y cristiana.
Linda Ghisoni: “Testigos cotidianos de la esperanza”
En declaraciones a los medios vaticanos, Linda Ghisoni, subsecretaria del DLFV, explicó que este encuentro ayuda a los movimientos y asociaciones a no encerrarse en sí mismos, y a tomar conciencia de ser un cuerpo, una Iglesia enviada a las periferias, también a aquellas más lejanas geográfica y culturalmente. Estas realidades, dijo, están llamadas a ser testigos cotidianos de vida, de renovación y de esperanza cristiana, especialmente en una sociedad fragmentada, polarizada e individualista.
Cardenal Tagle: Una Iglesia renovada para un mundo herido
El encuentro continuó esta mañana con la misa presidida por el cardenal Pietro Parolin en la Basílica de San Pedro, seguida de la intervención del cardenal Luis Antonio Tagle, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización.
Tagle subrayó la necesidad urgente de que asociaciones y comunidades imaginen de nuevo su misión a la luz de la esperanza:
“Solo una Iglesia renovada o un movimiento renovado puede renovar la misión; y solo una misión renovada puede renovar la Iglesia.”
Añadió que la Iglesia está llamada a ser misionera en un mundo donde abundan iniciativas buenas y creativas, pero que a menudo están amenazadas por la injusticia, la guerra y la destrucción de vidas, familias, sociedades y de la creación.
“El Señor resucitado nos llama a ser signo eficaz y instrumento de esperanza para una humanidad cansada y frustrada”, concluyó.
Tagle ilustró esta llamada con imágenes y experiencias concretas: la puerta como símbolo de una Iglesia que sale y acoge, o la necesidad de una inteligencia cultural que permita a cada creyente caminar con humildad, comprendiendo y valorando las diferencias.
Testimonio de esperanza desde Chile
Uno de los momentos más emotivos fue el testimonio de Camilo Conejeros Anobile y Margarita Sillano Moya, matrimonio chileno de Comunión y Liberación, que desde 2018 trabaja con jóvenes de barrios periféricos de Santiago marcados por la pobreza, la violencia y las drogas.
Acompañados por un sacerdote de su movimiento, comenzaron compartiendo tiempo con niños entre 8 y 15 años, quienes poco a poco se fueron acercando a la fe. En sus palabras a los medios vaticanos, explicaron que “de algún modo, esos chicos están aquí con nosotros hoy”.
Su experiencia se resume en tres palabras clave:
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Comunión, con el sacerdote, el movimiento y los jóvenes;
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Discernimiento, siguiendo los signos del Señor sin imponer planes rígidos;
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Fidelidad de Dios, que se ha manifestado en cada encuentro semanal con estos jóvenes.
Ser personas de esperanza
Por la tarde, los participantes se reunieron en grupos pequeños para compartir reflexiones, seguido por la intervención de la teóloga Donna Orsuto, de la Pontificia Universidad Gregoriana, sobre el tema “Ser personas de esperanza”.
Orsuto destacó el Jubileo como un tiempo para recalibrar, renovar y reafirmar el compromiso personal y comunitario, y la importancia de una formación humana, espiritual, intelectual y pastoral en movimientos y asociaciones.
Este Año Santo, añadió, es una oportunidad para sintonizar nuestra visión original con los signos de los tiempos y renovar nuestra entrega a la misión.
“Queremos abrazar plenamente su llamada a ser peregrinos de esperanza en un mundo que desesperadamente necesita este mensaje”.
El encuentro prosigue con más testimonios, entre ellos los de Eva Fernández Mateo (Foro Internacional de Acción Católica) y Manoj Sunny (Movimiento Jesus Youth), que compartieron experiencias sobre cómo renovar los caminos formativos para acercar a más personas a la fe.
Las actividades concluyen este jueves por la tarde, tras nuevas sesiones en grupos y una reunión plenaria.