El Papa León XIV afirmó que Dios suscita los carismas de los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades para despertar “en los corazones el deseo del encuentro con Cristo, la sed de la vida divina que Él nos ofrece”, en la audiencia con los moderadores y delegados de estos grupos.
Así lo dijo el Papa en el marco del Jubileo de los Movimientos, las Asociaciones y las Nuevas Comunidades, una de las citas más significativas del Año Santo de la Esperanza 2025, que reúne en Roma a unas 70.000 personas, en este evento organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
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El Santo Padre ofreció a los presentes en el Vaticano, que representan a miles de fieles en todo el mundo, una profunda reflexión sobre diversos aspectos esenciales de la vida de estos grupos.
El don de la vida asociativa
Al iniciar su discurso ante los representantes de 115 “agregaciones eclesiales reconocidas o erigidas por la Santa Sede”, el Papa León destacó que son “muy diversas, por naturaleza y por historia, y todas son importantes para la Iglesia. Algunas nacieron para compartir una finalidad apostólica, caritativa o de culto, o para apoyar el testimonio cristiano en entornos sociales concretos”.
“Otras, en cambio, nacieron de una inspiración carismática, de un carisma inicial que dio origen a un movimiento, a una nueva forma de espiritualidad y de evangelización”, añadió.
“En la voluntad de asociarse, que dio origen al primer tipo de agregaciones, encontramos una característica esencial: ¡nadie es cristiano por sí solo! Formamos parte de un pueblo, de un cuerpo que el Señor ha constituido”, subrayó el Pontífice.
“La vida cristiana no se vive aisladamente, como si fuera una aventura intelectual o sentimental, confinada a nuestra mente y a nuestro corazón. Se vive con otros, en grupo, en comunidad, porque Cristo resucitado se hace presente entre los discípulos reunidos en su nombre”, remarcó.
Los carismas
Al meditar sobre los carismas, el Papa León XIV invitó a los presentes a considerarlos “en referencia a la gracia, al don del Espíritu. Todo en la Iglesia se entiende en referencia a la gracia: la institución existe para que la gracia se ofrezca siempre, los carismas se suscitan para que esta gracia sea acogida y dé fruto”.
Sin los carismas, continuó, “se corre el riesgo de que la gracia de Cristo, ofrecida en abundancia, no encuentre terreno propicio para recibirla. Por eso Dios suscita los carismas, para que despierten en los corazones el deseo del encuentro con Cristo, la sed de la vida divina que Él nos ofrece, en una palabra, ¡la gracia!”.
“Gracias a los carismas que han suscitado vuestros movimientos y comunidades, muchas personas se han acercado a Cristo, han encontrado esperanza en la vida, han descubierto la maternidad de la Iglesia, y desean ser ayudadas a crecer en la fe, en la vida comunitaria, en las obras de caridad, y a llevar a los demás, mediante la evangelización, el don que han recibido”.
Unidad y misión en unión con el Papa
León XIV resaltó asimismo que “unidad y misión son dos piedras angulares en la vida de la Iglesia, y dos prioridades en el ministerio petrino. Por eso, invito a todas las asociaciones y movimientos eclesiales a colaborar fiel y generosamente con el Papa especialmente en estos dos ámbitos”.
En primer lugar, “siendo fermento de unidad. Todos experimentan continuamente la comunión espiritual que los une. Es la comunión que el Espíritu Santo crea en la Iglesia. Es una unidad que tiene su fundamento en Cristo: Él nos atrae, nos atrae hacia Sí, y por eso también nos une entre nosotros”.
El Papa León animó entonces a extender la unidad “por todas partes: en la comunión con los Pastores de la Iglesia, en la cercanía con otras realidades eclesiales, estando cerca de las personas que encontráis, para que vuestros carismas estén siempre al servicio de la unidad de la Iglesia y sean ellos mismos ‘fermento de unidad, de comunión y de fraternidad’ en el mundo tan desgarrado por la discordia y la violencia”.
El llamado a la misión
Tras recordar que él mismo fue misionero en Perú, el Papa León señaló a los presentes que “de su encuentro con el Señor, de la vida nueva que invadió vuestros corazones, nació el deseo de darlo a conocer a los demás. Y han involucrado a muchas personas, dedicado mucho tiempo, entusiasmo, energía para dar a conocer el Evangelio en los lugares más lejanos, en los ambientes más difíciles, soportando dificultades y fracasos”.
“Mantengan siempre vivo entre ustedes este celo misionero: los movimientos desempeñan todavía hoy un papel fundamental en la evangelización. Entre vosotros hay personas generosas, bien formadas y con experiencia ‘en el terreno’. Es un patrimonio que hay que hacer fructificar, permaneciendo atentos a la realidad de hoy con sus nuevos desafíos”.
León XIV alentó entonces a poner “sus talentos al servicio de la misión, tanto en los lugares de primera evangelización como en las parroquias y estructuras eclesiales locales, para llegar a tantos que están lejos y, a veces sin saberlo, esperan la Palabra de vida”.
Jesús en el centro de todo
“¡Mantener siempre al Señor Jesús en el centro! Esto es lo esencial, y los carismas en sí mismos sirven para ello. El carisma es funcional al encuentro con Cristo, al crecimiento y maduración humana y espiritual de las personas, a la edificación de la Iglesia”, destacó el Santo Padre.
En este sentido, “todos estamos llamados a imitar a Cristo, que se despojó de sí mismo para enriquecernos (Flp 2, 7). Así, quien persigue un fin apostólico con los demás o quien es portador de un carisma está llamado a enriquecer a los demás despojándose de sí mismo. Y esto es fuente de libertad y de gran alegría”.