La vida no se lo ha puesto fácil al colombiano Amelio Castro Grueso. Perdió a su madre cuando tenía apenas 16 años. A los 20, un grave accidente de tráfico lo dejó en silla de ruedas y pasó cuatro años ingresado en un hospital. Hace unos años tuvo que salir de su país, marcado por la violencia de las guerrillas, en una huida hacia delante que lo trajo hasta Italia.
Aún así se define como “un joven privilegiado”. “He tenido la suerte de vivir muchísimas situaciones difíciles”, aseguró este miércoles durante la presentación del Jubileo del Deporte que se celebrará este fin de semana en el marco del Año Santo de la Esperanza.
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“Tal vez otra persona habría tomado esas situaciones como una excusa para rendirse o, sobre todo, para lamentarse, pero yo, gracias a la fe —que la conocí justamente allí, en el sufrimiento, en el hospital— he tenido la capacidad de seguir adelante a pesar de todas esas cosas que me pasaron. Y me queda la esperanza de ver cómo Dios ha actuado en el pasado y saber que también lo hará en el futuro, como ya lo está haciendo”, explicó ante los periodistas en la sala de prensa del Vaticano.
Os presento a Amelio Castro, uno de los ocho atletas del equipo paralímpico de refugiados de las Olimpiadas de París. A los 16 años perdió a su madre y con 20, se quedó paralítico; pero nunca ha perdido la sonrisa, ni la fe.@aciprensa @EWTNNoticias pic.twitter.com/hefMwAkGBQ
— Victoria Cardiel (@VictoriaCardiel) June 11, 2025
Todas esas cosas de las que habla son también las dificultades que enfrentó como inmigrante. Llegó a Roma sin dinero, sin conocer el idioma y con un visado de apenas tres meses de duración. Pero tenía claro su sueño: seguir practicando esgrima paralímpica.
Para el joven este deporte no sólo ha sido una vía de rehabilitación, sino también una filosofía de vida. “Muchos solo quieren ganar, pero yo a veces celebro cuando pierdo, porque aprendo de los errores”, confesó. “Mi mental coach me dijo: ‘No es difícil llegar, lo difícil es mantenerse’. Y eso es lo que quiero: llegar y quedarme”, aseguró.
Su camino personal —hecho de sacrificio y disciplina— le valieron ser uno de los ocho deportistas que formaron parte del equipo paralímpico de refugiados en los Juegos de París 2024.
Gracias al apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y a una medalla de bronce en los Panamericanos de São Paulo, logró clasificarse para esta importante cita. Aunque al final perdió en octavos de final ante el campeón brasileño Jovane Guissone, estar en los Juegos Olímpicos fue ya una victoria. “Cada vez que pierdo, cada vez que caigo, antes de levantarme, me detengo a mirar cuáles fueron las situaciones que me hicieron caer. Le pido a Dios la fuerza para levantarme otra vez, y sobre todo, siempre sigo adelante con esperanza”, señaló.
Inspirado por el Papa Francisco
De hecho, la fe ha sido una compañera inseparable en sus batallas. También le ha acompañado la inspiración que le dio el Papa Francisco durante su viaje a Colombia en septiembre del 2017.
“Cuando estuvo en Medellín, dijo: ‘No pierdan la capacidad de soñar. Cuando un joven pierde esa capacidad, se convierte en un jubilado de la vida’. Esa frase nunca se me ha olvidado”, manifestó. “No dejarse robar la esperanza es lo que intento transmitir cada día”, señaló.