«Nosotros, los obispos de Bangassou, junto con toda la comunidad católica, estamos profundamente preocupados por la violencia que azota Haut Mbomou». Así comienza la carta firmada por monseñor Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, y monseñor Aurelio Gazzera, obispo coadjutor, leída durante las Misas dominicales del 8 de junio en todas las parroquias de la diócesis situada en el sureste de la República Centroafricana.
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«No podemos aceptar que el sureste de nuestro país sea escenario de todo tipo de violencia, una tierra de la que huye la gente, una tierra de desolación», escriben monseñor Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, y monseñor Aurelio Gazzera, obispo coadjutor, en una Carta que fue leída durante las Misas dominicales del 8 de junio en todas las parroquias de la diócesis situada en el sureste de la República Centroafricana.
Una tierra codiciada y explotada
Según una nota de la Agencia Fides, en su mensaje, los Obispos hacen memoria del sufrimiento histórico de la región: «El sureste lleva décadas en duelo. Ha sido una tierra codiciada y explotada: primero por los Tongo-Tongo del LRA, después por los Seleka y más recientemente por los Azande Ani Kpi Gbe». Este último movimiento, explican, nació con la intención de proteger a la población de la violencia ejercida por la UPC (Unité pour la Paix en Centrafrique) y otros grupos armados, pero ahora corre el riesgo de convertirse él mismo en una amenaza para los civiles. A este complejo escenario se ha sumado en años recientes la presencia de mercenarios de la empresa militar privada rusa Wagner, oficialmente desplegados en apoyo de las Fuerzas Armadas Centroafricanas (FACA), pero acusados de haber cometido graves abusos contra la población civil.
La violencia solo genera más violencia
«En las últimas semanas hemos llorado la muerte de miembros de las Fuerzas de Seguridad Interna, así como de civiles inocentes. Gente golpeada, herida, torturada y degollada con total impunidad», denuncian monseñor Aguirre y monseñor Gazzera. «Lloramos con los miles de civiles obligados a huir de Zemio, Mboki y Djema; con los que, desesperados, cruzan la frontera hacia la República Democrática del Congo. Lloramos con los pueblos bombardeados, saqueados e incendiados». Asimismo, los Obispos señalan que, «todo esto debe acabarse. La violencia no terminará. ¡Al contrario! La violencia solo genera más violencia, división y miseria, odio, desconfianza y, en definitiva, un círculo vicioso de venganza».
Poner fin a la violencia y comprometerse por la paz
Por ello, los Pastores de Bangassou piden «a todas las partes implicadas -Azande Ani Kpi Gbe, FACA, Wagner y la población- que pongan fin a la violencia y se comprometan a que esta región remota y aislada, sin carreteras ni comunicaciones, pueda vivir en paz y convertirse en una tierra donde cada mujer, cada hombre, cada niño, cada joven, pueda mirar a la vida y al futuro con esperanza». Además, los Obispos recuerdan que «la Iglesia católica, que en estas semanas ha abierto las puertas de las misiones de Zemio, Mboki y Obo, está siempre dispuesta a acoger a todos los que tienen buena voluntad en torno a una mesa de diálogo, y a trabajar por la paz, la reconciliación y el desarrollo de la región».
¡No es momento de guerra, sino de diálogo!
Finalmente, los Obispos indican que, «¡No es momento de guerra, sino de diálogo! ¡No es momento de violencia, sino de escucha! ¡No es momento de dejarse llevar por sospechas, rencores, acusaciones genéricas y celos, sino de escuchar a los pobres que claman y piden la paz!». La Carta de los Obispos de Bangassou concluye con la invitación de orara por la paz. «Oremos e imploremos la paz. Pero seamos mujeres y hombres de paz, en nuestros pensamientos, en nuestras palabras y en nuestras acciones. ¡La paz sea con vosotros!».