La región del Darién, en la frontera entre Panamá y Colombia, es conocida internacionalmente como un paso peligroso para migrantes que buscan llegar a Estados Unidos. Sin embargo, existe una historia menos contada: la de su población local. En esta vasta y desafiante tierra, la Iglesia Católica cumplirá 100 años de presencia misionera.
Mons. Pedro Joaquín Hernández Cantarero, Vicario Apostólico del Darién desde febrero de 2005, ha dedicado años a la promoción del Evangelio en esta región. En entrevista con ACI Prensa, recordó que en noviembre de 1925 se encomendó a la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (claretianos) la atención pastoral del vicariato.
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Tras un siglo de presencia eclesial que se cumplirá en esta zona, que abarca no sólo la provincia del Darién sino también las comarcas de Emberá-Wounaan y Wargandí, según cuenta Mons. Hernández Cantarero, hoy sirven 5 sacerdotes diocesanos, 2 seminaristas y 6 sacerdotes claretianos.
“Ellos han tratado de ir llevando la misión a lo largo de estos últimos 20 años con el objetivo de acrecentar más la fe en el pueblo darienita”, como se le conoce a los que viven en esta zona.
Son estos sacerdotes los responsables de acompañar pastoralmente a una población estimada en 60 mil personas, repartida en un territorio de 16.666 kilómetros cuadrados, según datos del sitio web Catholic Hierarchy.
La selva del Darién, vasta y casi impenetrable, es un laberinto de ríos, animales salvajes y un clima húmedo que envuelve a quien se aventura en ella. Esta región ha sido, en años recientes, una de las rutas migratorias más transitadas y peligrosas del continente.
En 2023, el Servicio Nacional de Migración de Panamá, reportó un récord de 520.085 personas cruzando la zona. Para 2024, la cifra fue de 302.203. De enero a mayo de 2025, sólo 2.917 personas atravesaron el Darién, en su mayoría provenientes de Venezuela, seguidas por nacionales de Colombia, Nepal, Camerún e Irán.
Diversidad cultural en medio de la selva
Como su territorio, la gente que habita el Darién es profundamente diversa. Mons. Hernández Cantarero señala que, “existe una pluralidad de razas”, de las cuales “cada una tiene su propio origen y su manera de hablar y de constituir su realidad cultural”. Un sacerdote y una religiosa pasan al lado de los cuerpos de migrantes fallecidos en la selva del Darié
Según señala, conviven allí pueblos indígenas como los emberá, wounaan, kunas y guaymíes, junto con afrodescendientes asentados en distintas zonas —en las costas, en el centro del Darién y a lo largo de la carretera— además de campesinos que emigraron desde otras provincias panameñas como Veraguas, La Chorrera, Herrera, Los Santos y Chiriquí.
“Todo esto nos da una riqueza cultural muy heterogénea. Y la región se ve enriquecida, por un lado, por la pluralidad de cultura y, por otro lado, por la riqueza de sus fuentes, de sus razas y de sus aspectos más propios de la cultura” agregó el obispo.
Amor por los sacramentos
Aunque no se trata de una población nómada, Mons. Hernández Cantarero advierte que “la fe siempre tiene que estarse rehaciendo constantemente porque el pueblo no para en ninguna parte”.
Muchos habitantes se trasladan continuamente, ya sea más adentro en la selva o hacia ciudades capitalinas y del interior, lo que, en palabras del obispo, hace que la “misión sea más difícil y más dura cada día porque estamos siempre en la primera etapa de la evangelización”.
Uno de los mayores desafíos pastorales, dice, es fomentar que “se acreciente el amor a la Eucaristía”. Explicó que “es uno de los sacramentos más difíciles de vivir en esta zona porque la gente tiene más amor al sacramento del bautismo” y “esto hace que dentro de la población exista poca frecuencia al sacramento de la Confesión y de la Eucaristía”.
Para contrarrestar esta situación, indicó que ha procurado animar a las comunidades promoviendo procesiones con el Santísimo Sacramento por las calles, recorriendo las diez zonas misioneras donde hay presencia pastoral.
El objetivo, señaló, es que esto “ayude a la gente a tomar conciencia de lo que es la Eucaristía, el gran amor que se tiene y como nosotros tenemos que darle un sentido más auténtico al sacramento del matrimonio”.
De esta manera, añade, “poco a poco vamos haciendo que la comunidad tome conciencia y algunas parejas que tienen más de 20, 30 años de casados puedan actualmente contraer matrimonio para vivir su vida en comunión con Cristo Jesús”.
La herida de la pobreza
Además de los retos espirituales, la pobreza marca profundamente a la región. Según ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, “Darién es la provincia más grande y más pobre de Panamá”. Mons. Hernández Cantarero coincide: la pobreza “es una de las dificultades más grandes que tiene la población”.
El obispo señala que el mayor reto a futuro es lograr que el “gobierno central tome conciencia de la necesidad que tiene el Darién, de que se lo tome en cuenta en todos los aspectos y poder salir del subdesarrollo en que estamos viviendo”.
En medio de estos desafíos, el mensaje de Mons. Hernández Cantarero con motivo del centenario del vicariato que se cumplirá en unos meses, es que “todos nos sintamos pueblo de Dios y que seamos capaces de vivir el sentido de la sinodalidad en comunión de vida, compartiendo la peregrinación de la esperanza”.