El Papa León XIV aseguró que la “pobreza más grave es no conocer a Dios” y aseguró que al tenerlo como “compañero de camino” las riquezas materiales se relativizan, porque “se descubre el verdadero tesoro del que realmente tenemos necesidad”.
“Las riquezas muchas veces engañan y conducen a situaciones dramáticas de pobreza, la más grave de todas es pensar que no necesitamos a Dios y que podemos llevar adelante la propia vida independientemente de Él”, exclamó el Pontífice.
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El Santo Padre hizo estas consideraciones en su mensaje para la IX Jornada Mundial de los Pobres que se celebrará el domingo 16 de noviembre de 2025, pero que ha sido difundido este viernes por la Oficina de Prensa del Vaticano.
Ayudar a los pobres es “una cuestión de justicia antes que de caridad”
Como hizo el Papa Francisco al denunciar la globalización de la indiferencia, el Papa alertó del riesgo de “acostumbrarse y resignarse” ante la sucesión de nuevas oleadas de empobrecimiento.
De esta manera, enmarcó la responsabilidad social de promover el bien común, que caracteriza a la Iglesia Católica, en el “gesto creador de Dios, que a todos da los bienes de la tierra”; y al igual que estos, “también los frutos del trabajo del hombre deben ser accesibles de manera equitativa”, aseveró.
El Pontífice citó a San Agustín quien aseguró: “Das pan al hambriento, pero sería mejor que nadie sintiese hambre y no tuvieses a nadie a quien dar. Vistes al desnudo, pero ¡ojalá todos estuviesen vestidos y no hubiese necesidad de vestir a nadie”.
En todo caso, dejó claro que ayudar a los pobres es “una cuestión de justicia antes que de caridad”. Además, manifestó cómo al encontrarnos con personas pobres o empobrecidas, a veces “puede suceder que seamos nosotros mismos los que tengamos menos, los que perdamos lo que antes nos parecía seguro: una vivienda, comida adecuada para el día, acceso a la atención médica, un buen nivel de educación e información, libertad religiosa y de expresión”.
Para el Pontífice, la Jornada Mundial de los Pobres quiere recordar a la Iglesia que los pobres están “en el centro de toda la acción pastoral”, pero no solo de su “dimensión caritativa, sino también de lo que la Iglesia celebra y anuncia”.
“Dios ha asumido su pobreza para enriquecernos a través de sus voces, sus historias, sus rostros”, señaló en el mensaje que firma este viernes 13 de junio de 2025, memoria de San Antonio de Padua, Patrono de los Pobres.
De hecho, en el texto dejó claro que los pobres “no son una distracción para la Iglesia, sino los hermanos y hermanas más amados”. En este sentido, destacó que “con su existencia, e incluso con sus palabras y la sabiduría que poseen, nos provoca a tocar con las manos la verdad del Evangelio”.
Los pobres no son meros “objetos” de la pastoral de la Iglesia
El Santo Padre insistió en varias ocasiones en el mensaje difundido en que los pobres no son meros “objetos” de la pastoral de la Iglesia, sino que los definió como “sujetos creativos” que estimulan a “encontrar siempre formas nuevas de vivir el Evangelio hoy”.
De esta forma, consideró que toda forma de pobreza es un llamado “a vivir concretamente el Evangelio y a ofrecer signos eficaces de esperanza”.
El Papa constató cómo las personas sin recursos pueden convertirse en testigos de una “esperanza fuerte y fiable, precisamente porque la profesa en una condición de vida precaria, marcada por privaciones, fragilidad y marginación”.
“No confía en las seguridades del poder o del tener; al contrario, las sufre y con frecuencia es víctima de ellas. Su esperanza sólo puede reposar en otro lugar”, agregó.
Así, indicó que cuando se pone a Dios en el centro como “primera y única esperanza” es precisamente cuando se realiza “el paso de las esperanzas efímeras a la esperanza duradera”.
La peor discriminación que sufren los pobres es “la falta de atención espiritual”
El Pontífice citó la encíclica Evangelii gaudium de su predecesor, el Papa Francisco, quien afirmó que la peor discriminación que sufren los pobres es “la falta de atención espiritual”.
“Es una regla de la fe y un secreto de la esperanza que todos los bienes de esta tierra, las realidades materiales, los placeres del mundo, el bienestar económico, aunque importantes, no bastan para hacer feliz al corazón”, subrayó.
El Santo Padre reflexionó también sobre la “circularidad” que existe entre las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. “La esperanza nace de la fe, que la alimenta y sostiene, sobre el fundamento de la caridad, que es madre de todas las virtudes. Y de la caridad tenemos necesidad hoy, ahora”, dijo.
Por ello, aseguró que la caridad es una realidad que “compromete, orientando nuestras decisiones al bien común”. “Quien carece de caridad no solo carece de fe y esperanza, sino que quita esperanza a su prójimo”, agregó.
Al referirse específicamente a la esperanza cristiana a la que remite la Palabra de Dios, señaló que es una “certeza en el camino de la vida”, porque no depende de la fuerza humana sino de la promesa de Dios, que es siempre fiel.
Por eso, indicó que los cristianos desde los orígenes quisieron identificar la esperanza con el símbolo del ancla, que da estabilidad y seguridad. “En medio de las pruebas de la vida, la esperanza se anima con la certeza firme y alentadora del amor de Dios, derramado en los corazones por el Espíritu Santo. Por eso no defrauda” reiteró.
La caridad es el mayor mandamiento social de la Iglesia
Por ello, subrayó que la invitación bíblica a la esperanza conlleva, “el deber de asumir responsabilidades coherentes en la historia, sin dilaciones”. En este sentido, aseguró que la caridad “representa el mayor mandamiento social”, tal y como señala el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 1889.
Y afirmó: “La pobreza tiene causas estructurales que deben ser afrontadas y eliminadas. Mientras esto sucede, todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas de todas las épocas”.
Para el Papa, los hospitales y las escuelas son instituciones creadas para expresar la acogida hacia los más débiles y marginados que “deberían formar parte ya de las políticas públicas de todo país”. Sin embargo, lamentó que “las guerras y desigualdades con frecuencia lo impiden”.
Asimismo destacó como ejemplos concretos de esperanza “las casas-familia, las comunidades para menores, los centros de escucha y acogida, los comedores para los pobres, los albergues, las escuelas populares”.
Y añadió: “cuántos signos, a menudo escondidos, a los que quizás no prestamos atención y, sin embargo, tan importantes para sacudirnos de la indiferencia y motivar el compromiso en las distintas formas de voluntariado”.
Finalmente, pidió impulsar el desarrollo de políticas para “combatir antiguas y nuevas formas de pobreza, además de nuevas iniciativas de apoyo y ayuda a los más pobres entre los pobres”.
“El trabajo, la educación, la vivienda y la salud son las condiciones para una seguridad que nunca se logrará con las armas. Estoy contento por las iniciativas ya existentes y por el compromiso que cada día asumen a nivel internacional un gran número de hombres y mujeres de buena voluntad”, concluyó.