La angustiosa huida de un peregrino católico de Tierra Santa bajo el fuego de misiles iraníes


Cameron Mumford viajó solo a Jerusalén en una peregrinación para seguir los pasos de Cristo. Pero al final de su viaje, tuvo que huir de una zona de guerra junto a una monja ortodoxa rumana, refugiándose de los misiles en medio de sirenas de ataque en la frontera con Jordania.

“No solté el rosario ni el escapulario. No dejé de rezar para que la gente estuviera a salvo”, contó el peregrino británico de 29 años a CNA —agencia en inglés de EWTN News—, sobre sus últimas y angustiosas noches en Israel.  

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Mumford, católico de la Diócesis de Nottingham, Inglaterra, soñaba desde hace tiempo con regresar a Tierra Santa. En su primera visita, en 2017, fue parte de un tour que le pareció muy apresurado. Esta vez quería dedicar más tiempo a la oración en los lugares sagrados. Llegó el 6 de junio y se hospedó en un albergue a cinco minutos a pie del Santo Sepulcro.

Al principio, todo fue como esperaba. Participó en la Misa diaria y en las procesiones con los frailes franciscanos en el sepulcro de Cristo, oró en silencio durante más de una hora en el Huerto de Getsemaní y recibió un escapulario marrón confeccionado por carmelitas en Belén. Incluso se tatuó la Cruz de Jerusalén, también conocida como la Cruz de los Cruzados, como es tradición entre los peregrinos.

“Rezar dentro del sepulcro de Cristo es una experiencia surreal. Me siento tan bendecido de estar aquí”, publicó en redes sociales su primer día.

Pero en la madrugada del 13 de junio, pocas horas antes de terminar su peregrinación, lo despertaron las sirenas y alertas de emergencia en hebreo en su teléfono a las 3 a.m. (hora local). Israel había lanzado una operación aérea masiva —la Operación León Ascendente— contra más de 100 objetivos militares y nucleares iraníes, y el país se preparaba para una represalia.

A pesar del caos nocturno, Mumford salió al amanecer para participar en lo que sería el punto culminante de su peregrinación: una Misa Tradicional en latín celebrada por un monje visitante en el mismo lugar del Calvario. Fue su último momento de paz antes de que el viaje espiritual se convirtiera en pesadilla.

Misa de la mañana del 13 de junio de 2025 en la Capilla Latina del Calvario de la Basílica del Santo Sepulcro. Crédito: Cameron Mumford

Al volver al albergue, supo que el Aeropuerto Internacional Ben Gurión había sido evacuado. “Amigos y familiares me llamaban desde casa en estado de pánico porque habían visto las noticias”, relató. El consulado británico apenas ofrecía un formulario para inscribirse y recibir alertas por correo electrónico.

“Todo el mundo decía que esperábamos un gran ataque en cualquier momento Me empecé a preocupar porque vine en esta peregrinación para rezar por la sanación de una condición médica, y sólo tenía medicamentos para unos pocos días… No sabía si iba a quedarme atrapado semanas”, recordó.  

Atrapado y ansioso, encontró refugio en el vestíbulo del albergue New Citadel en la Ciudad Vieja de Jerusalén con unos 20 viajeros más: argelinos, alemanes, rusos, brasileños, un rumano y otro inglés que había llegado pedaleando desde Londres.

Esa misma noche, el 13 de junio, Irán respondió. Mumford estaba en la azotea del albergue a las 9 p.m., observando el cielo de Jerusalén con otros huéspedes, “muy tensos”, cuando de repente los teléfonos comenzaron a vibrar: “Protéjanse, misiles en camino en minutos”.

Vista del Santo Sepulcro desde la azotea del albergue New Citadel, donde se alojó Cameron Mumford. Crédito: Cameron Mumford

Irán había lanzado una lluvia de misiles y drones como represalia. Desde la azotea, Mumford vio cómo la Cúpula de Hierro israelí interceptaba los misiles iraníes en el cielo lejano. “Fue una locura. Parecían meteoritos… se volvían de un blanco brillante. Todas las sirenas sonaban”, relató.  

Corrieron al vestíbulo del albergue para refugiarse, pues no tenían acceso a un refugio antibombas. “Escuchábamos explosiones y el edificio temblaba a veces. Todos estaban muy, muy preocupados”.

Observando misiles interceptados desde la azotea del albergue, con vistas a la Ciudad Vieja de Jerusalén y al Santo Sepulcro. Crédito: Cameron Mumford

En ese refugio improvisado, Mumford se sentó junto a una monja ortodoxa rumana llamada Madre Epifania, que rezaba los salmos con serenidad desde su teléfono. Él rezó el rosario junto a ella, hizo un acto de contrición y se durmió.

Al día siguiente salió a buscar su medicina, pero Jerusalén estaba paralizada. “Todo estaba cerrado. Había policías y soldados por todas partes, y las calles estaban desiertas”, dijo. Incluso el Santo Sepulcro y las mezquitas habían cerrado sus puertas.

Las calles desiertas de Jerusalén mientras la ciudad aguardaba las represalias iraníes. Crédito: Cameron Mumford

La noche del sábado volvió a sonar la alarma, pero esta vez los misiles cayeron mucho más cerca.

“Durante toda la noche solo se escuchaban explosiones, de los misiles interceptados o impactando cerca de la ciudad. El edificio temblaba como loco y esa noche tuve un momento de memento mori, porque pensé que quizá no despertaría”, relató.

Al amanecer del domingo, los huéspedes discutían posibles rutas de escape: Egipto, Jordania o esperar. Muchos dudaban. Pero la Madre Epifania tocó la puerta de Mumford.

“Me preguntó si podía acompañarla, porque no tenía con quién ir. Así que tomamos nuestras cosas, rezamos en la puerta del Santo Sepulcro, y luego caminamos hasta la Puerta de Damasco en el barrio musulmán, donde tomamos un taxi hasta la frontera terrestre cerca de Jericó”, continuó.

El cruce de Allenby en la frontera entre Israel y Jordania. Crédito: Cameron Mumford

Al llegar al cruce fronterizo con Jordania, encontraron una fila inmensa de vehículos. La única forma de avanzar era pagar 20 dólares cada uno a un conductor de bus cercano a la entrada. “Se sintió un poco como soborno, pero logramos pasar. Fuimos el último vehículo al que dejaron cruzar antes de cerrar la frontera”, admitió Mumford.

“Fue increíble: viajaba con una monja, tenía a tanta gente rezando por mí y fuimos los últimos en pasar. Sentí que Dios realmente nos ayudó a salir de ese lugar”, reflexionó.

Pero aún no terminaba.

Mientras esperaban para salir de Israel, un altavoz anunció un ataque inminente en 10 minutos. Las sirenas comenzaron a sonar. Los soldados ordenaron a todos tirarse al suelo.

Mumford se refugió bajo una banca de metal. “Por primera vez… no recé para estar a salvo. Recé para pedir perdón por todos mis pecados y que Dios cuidara de mi familia”.

A su lado, la Madre Epifania lo escuchaba respirar con dificultad y le susurraba: “No te preocupes, Dios está con nosotros. Está aquí con nosotros ahora mismo. Sigue rezando. Sigue rezando”.

Pasado el peligro, esperaron una hora más por sus visados y finalmente cruzaron a Jordania. Compartieron una fila de taxi al aeropuerto de Amán con unos rumanos y estadounidenses que conocieron en la frontera, pero al llegar, muchos vuelos habían sido cancelados por el cierre del espacio aéreo.

Cameron Mumford y la Madre Epifania finalmente llegan a Jordania. Crédito: Cameron Mumford

Mumford compró el vuelo más barato a Europa que encontró: 470 libras (631 dólares) rumbo a Düsseldorf, Alemania, a la mañana siguiente. La Madre Epifania consiguió un vuelo a Estambul. Se despidieron con un apretón de manos y un “Dios te bendiga”.

Cuando Mumford aterrizó en Inglaterra el 17 de junio, durmió más de 13 horas seguidas.

Cameron Mumford y la Madre Epifania llegaron al aeropuerto de Amán, donde finalmente pudieron regresar a casa. Crédito: Foto cortesía de Cameron Mumford.

Ahora, ya en casa y todavía asimilando lo vivido, se preocupa por los amigos que quedaron en el albergue, aún intentando cruzar hacia Egipto o Jordania. “La situación se está volviendo muy, muy peligrosa, incluso para Jerusalén”, aseguró.

Al reflexionar sobre todo lo ocurrido, se muestra asombrado. “Me sigue sorprendiendo cómo fui a Misa en el Calvario la misma mañana en que todo comenzó, y logré salir lo antes posible”, contó. “Y tenía a una monja que me recordaba todo el tiempo que debía seguir rezando, incluso cuando yo estaba muy estresado”, concluyó.

Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.





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