La Vía de la Conciliación, que conduce hasta la Plaza de San Pedro, bien podría ser la metáfora del camino que los futuros sacerdotes están llamados a recorrer para anunciar a Jesucristo a la sociedad del siglo XXI. Como diría uno de ellos con convicción: “Dios siempre llama, lo que ocurre es que a veces no hay respuesta”.
Estos días no es raro cruzarse con seminaristas en esta avenida romana, llegados desde distintas partes del mundo para celebrar el Jubileo del Clero en el marco del Año Santo de la Esperanza 2025.
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Como un grupo de panameños alegres y entusiastas que, con la bandera de su país en la mano, esperan para realizar la peregrinación hasta la Puerta Santa antes de reunirse con el Papa León XIV.
Carlos Bárcenas, de 26 años y originario de la Arquidiócesis de Panamá, descubrió su vocación mientras estudiaba Ingeniería Mecánica en la universidad. “La inquietud ya estaba sembrada en mí desde el seno de mi madre, por decirlo de una forma bonita”, comenta con cierta ironía.
En 2017, con 21 años, decidió dar el paso: “Profundicé mi relación con el Señor y me di cuenta de que Él me pedía algo más”. Se imagina en el futuro, cuando concluya su formación, como un sacerdote “fiel al Señor y al hombre de hoy”.
“Quiero ser sobre todo creíble, aceptable y coherente con la vida cristiana”, asegura.
A su lado, Jonathan Batista —también panameño, pero procedente de la Diócesis de Chitré— vive su primera visita a Roma con emoción. “Participar en el Jubileo es una experiencia maravillosa. Poder encontrarme con seminaristas de tantas partes del mundo me llena de mucha fe”, comparte.
Con convicción, afirma que se equivocan los que aseguran que ya no hay vocaciones porque el sacerdocio está pasado de moda: “Hablar de crisis vocacional no es tan sincero. Dios siempre llama. Lo que ocurre es que a veces no hay respuesta”.
Para afianzar su argumento, invita a la periodista de ACI Prensa a mirar los alrededores de San Pedro, llenos de jóvenes con sotana y sonrisa. “La Iglesia todavía tiene mucha esperanza en los futuros sacerdotes”, explica.
Misionero “con las manos manchadas de tierra”
Batista asegura que en la región panameña de Chitre “hay muchas comunidades rurales”, por lo que se imagina como un sacerdote “con las manos manchadas de tierra”.“Me imagino como un sacerdote en misión constante, en salida, como nos lo recuerda Aparecida: un discípulo misionero”, asegura.
A su lado, hay otro grupo de seminaristas provenientes de Puerto Rico, cuyas historias de vocación reafirman la esperanza en medio de un mundo marcado por el narcisismo y el individualismo, tal y como destacó el Papa León XIV en la catequesis que pronunció ante ellos esta mañana.
“Yo soy natural de la diócesis de Mayagüez, del oeste de Puerto Rico. Ya llevo siete años en el seminario”, explica William Iván Sánchez Velázquez.
Él sintió el llamado vocacional antes de terminar la escuela secundaria: “Me reuní con el obispo y, en cuanto terminé la escuela, entré directo al seminario. He hecho el bachillerato en filosofía y ahora continúo mi formación sacerdotal”.
William asegura que poder participar en un evento como este Jubileo en el Vaticano —al que asisten más de 6.000 seminaristas, obispos y formadores de todos los continentes— es “una experiencia real de Iglesia universal”.
Tras haber participado en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, reconoce que eventos así le confirman que “la Iglesia es una y está unida siempre”.
Para este joven tampoco es cierto que ahora la Iglesia esté atravesando la peor crisis vocacional de su historia: “Han existido momentos mucho peores. El mismo Señor dijo: ‘Recen al dueño de la mies’. El Señor provee. Yo creo firmemente que el Señor contesta al pueblo que se arrodilla a rezar. No se puede dejar de rezar por las vocaciones. Es lo único que se puede hacer: rezar, rezar y rezar”.
Su esperanza es ser un sacerdote que se parezca “aunque sea mínimamente al Buen Pastor”. “Me imagino entregado en servicio a mis ovejas”.
A su lado, otro puertorriqueño, José Ylef Felicidad, de la Diócesis de Arecibo, de 22 años, describe su vocación como una experiencia mística: “Sentí la llamada a los veinte años. Fue a través de un sacerdote amigo mío. Literalmente, el Señor se transfiguró en él y me dijo una frase que me marcó: ‘Él te necesita’. Su rostro cambiaba al de Jesús, pero sin dejar de ser él. Fue extraordinario”.
Con una sonrisa serena, este joven asegura que se imagina “contento, alegre, entregado al pueblo que el Señor me encomiende”. Concluye que su máxima aspiración es “dejarlo todo por el Señor y por el pueblo santo de Dios”.