La Iglesia en Puerto Rico, expresando su preocupación y cercanía, publica la carta pastoral “No están solos”, en la que denuncia la trasgresión de la dignidad de los inmigrantes en medio de las operaciones migratorias federales.
Sor Elaine Castro Matheuz – Ciudad del Vaticano
Desde la Arquidiócesis de San Juan, el arzobispo metropolitano, Roberto Octavio González Nieves, hizo pública la carta pastoral, que busca sensibilizar a toda la comunidad sobre la difícil situación que enfrentan muchos inmigrantes en medio de los recientes operativos migratorios federales, y recordarles que “no están solos”: que Dios, la comunidad cristiana y las instituciones de la sociedad están con ellos en solidaridad y esperanza.
La carta inicia resaltando que “nuestros hermanos y hermanas inmigrantes en Puerto Rico, especialmente aquellos que, conforme a la Ley, tienen un estatus migratorio no definido, no están solos”. El arzobispo afirma: “Ellos conviven en medio nuestro, respiran nuestro mismo aire y pisan nuestro mismo suelo”, subrayando que “el amor providente de Dios nunca los abandona a su suerte”. La carta pastoral revela que, ante la ola de intervenciones, detenciones y expulsiones, la comunidad cristiana siente el dolor de estos hermanos y hermanas, y acompaña en oración y en acción su sufrimiento.
La fe en Cristo y la dignidad del inmigrante
La carta expresa las palabras del Papa León XIV, diciendo “su dignidad, sin embargo, es siempre la misma, la de una criatura querida y amada por Dios”, la Iglesia en Puerto Rico resalta que “la dignidad de todo ser humano, independientemente de su estatus migratorio, es inviolable”. González, que tiene una larga experiencia pastoral en el acompañamiento de inmigrantes, comparte que “he visto de cerca el dolor de tantos hermanos y hermanas que luchan por sus vidas, y he sentido cómo los ataques a su dignidad nos hieren a todos como comunidad”.
En este contexto, subraya que “la fe en Cristo resucitado no se vive en aislamiento espiritual o social, sino en comunión con los demás, especialmente con los más vulnerables”. La Iglesia invita a la comunidad a levantar la voz en defensa de quienes, por la situación económica, social y política de sus países de origen, se ven forzados a buscar nuevas oportunidades, aun en condiciones adversas.
La historia y aportación de los inmigrantes en Puerto Rico
Puerto Rico, como muchas otras naciones del mundo, ha sido enriquecido por la presencia de inmigrantes que, movidos por la esperanza de una vida mejor, han llegado a nuestro archipiélago. El comunicado recuerda que “muchos de ellos, además de trabajar en nuestra economía, se han integrado plenamente en nuestras comunidades parroquiales”, participando activamente en la vida eclesial, en los movimientos, en la evangelización, en la música, en la catequesis y en acciones de caridad.
Se destaca que, sin su aportación, la celebración del sacramento de la Eucaristía, las expresiones de fe y las obras de misericordia en Puerto Rico no serían posibles. En particular, Mons. Roberto señala que “gran parte de la catequesis y de la vida pastoral ha sido enriquecida por religiosos y sacerdotes inmigrantes provenientes de países como España, Estados Unidos, República Dominicana, Haití, Colombia, México, Perú, Cuba y Venezuela”. Además, clérigos puertorriqueños han compartido su misión con estas comunidades, creando lazos de fraternidad y solidaridad.
La denuncia y el llamado a la justicia y a la misericordia
La carta pastoral no duda en denunciar que “no debe criminalizarse al inmigrante que ha llegado en busca de una vida digna”, sino que “las intervenciones federales, en especial por ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas), parecen realizarse ciegamente, dejando de lado las necesidades humanas, espirituales, sociales y políticas que han obligado a tantos a buscar refugio en Puerto Rico”. La pastoral califica estas acciones como “crueldad fundamentada en políticas migratorias insensibles, inhumanas e inmorales”.
En su mensaje, han recordado las palabras del Papa Francisco que “los emigrantes huyen de opresión, abusos, inseguridad y discriminación, y en su camino encuentran obstáculos que solo pueden superarse con la ayuda de Dios y nuestra solidaridad” (Jornada 110ª del Migrante y Refugiado). La Iglesia en Puerto Rico, en consonancia, reafirma que “Dios siempre acompaña y precede el andar del migrante y su comunidad”, y que “la respuesta pastoral y civil debe estar marcada por la misericordia y la justicia”.
Acciones concretas y propuestas de ayuda
Mons. Roberto invita a sumar esfuerzos en las parroquias, las instituciones y las comunidades para crear centros de ayuda coordinados con Cáritas Puerto Rico, y a “orientar a los inmigrantes en sus derechos, y a ofrecerles asistencia en caso de ser detenidos”. Se pide también a las autoridades y a los funcionarios electos que “trabajen por una reforma migratoria más humana y respetuosa”, que permita la legalización de quienes llevan años en Puerto Rico y la protección de quienes enfrentan persecución o peligro en sus países de origen.
Asimismo, recuerdan la importancia de “interceder ante las leyes injustas” y de impulsar la creación de una lista de abogados locales, en colaboración con la ACLU-Puerto Rico, que puedan defender a los inmigrantes en detención. Por último, la carta concluye reafirmando que “la Iglesia debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre clases y razas”, siguiendo la enseñanza de Benedicto XVI, quien afirmó que “en la Iglesia no hay ni olvidados ni despreciados, solo hermanos y hermanas de Jesucristo libres”.
La carta pastoral “No están solos” es una llamada a la solidaridad, la misericordia y la justicia. En un momento en que los operativos migratorios generan temor y dolor, la Iglesia en Puerto Rico se mantiene firme en su compromiso de acompañar, defender y promover una cultura de respeto y amor hacia todos los hermanos inmigrantes, que son parte esencial del rostro de nuestra tierra. La invitación es a que toda la comunidad, desde su vocación cristiana, abandone el prejuicio y el rechazo, para ser auténticos testigos del amor de Dios que no deja a nadie en soledad.