Papa León XIV ante la crisis vocacional: Dios sigue llamando y permanece fiel a sus promesas

by Redacción
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En el marco del Jubileo de los Seminaristas y de los Sacerdotes, este jueves tuvo lugar en el Auditorium Conciliazione de Roma un encuentro entre el Papa León XIV y los “sacerdotes felices”, encargados de la pastoral vocacional y la formación en los seminarios.

Este evento fue organizado por el Dicasterio para el Clero con el tema del Evangelio de Juan: “Los he llamado amigos”. También estuvo presente el Cardenal Lazzaro You Heung-sik, prefecto del Dicasterio vaticano, al que el Pontífice agradeció por su labor “amplia y preciosa”, que a menudo se desarrolla “en silencio y discreción”.

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Al inicio de su discurso, el Santo Padre alentó a los sacerdotes a cultivar “la creatividad, la corresponsabilidad y la comunión en la Iglesia, para que lo que se siembra con dedicación y generosidad en tantas comunidades se convierta en luz y estímulo para todos”.

Al referirse a las palabras de Jesús “Os he llamado amigos” (Jn 15,15), el Papa explicó que se trata de “una auténtica clave de comprensión del ministerio sacerdotal”. “El sacerdote, de hecho, es amigo del Señor, llamado a vivir con Él una relación personal y confiada, nutrida por la Palabra, la celebración de los sacramentos y la oración diaria”.

¿Qué significa ser amigo de Cristo?

Esta amistad con Cristo, para el Papa León XIV, “es el fundamento espiritual del ministerio ordenado, el sentido de nuestro celibato y la energía del servicio eclesial al que dedicamos la vida”. Esta amistad, remarcó, “nos sostiene en los momentos de prueba y nos permite renovar cada día el ‘sí’ pronunciado al inicio de la vocación”.

A continuación, el Pontífice precisó que hacerse amigo de Cristo “significa formarse en la relación, no sólo en las capacidades”. Por ello, subrayó que “la formación sacerdotal no puede reducirse a la adquisición de nociones, sino que es un camino de familiaridad con el Señor que compromete a toda la persona —corazón, inteligencia, libertad— y la transforma a imagen del Buen Pastor”. 

“Sólo quien vive en amistad con Cristo y está impregnado de su Espíritu puede anunciar con autenticidad, consolar con compasión y guiar con sabiduría. Esto requiere escucha profunda, meditación y una vida interior rica y ordenada”, agregó.

Asimismo, destacó que la fraternidad es “un estilo esencial de vida presbiteral”, ya que hacerse amigo de Cristo “implica vivir como hermanos entre sacerdotes y entre obispos, no como competidores ni individuos aislados”. 

Exhortó por ello a construir vínculos sólidos en el presbiterio “como expresión de una Iglesia sinodal, en la que se crece juntos compartiendo gozosa y dolorosamente el ministerio”. 

Formar sacerdotes capaces de amar, escuchar y orar

Para León XIV, formar sacerdotes amigos de Cristo significa “formar hombres capaces de amar, escuchar, orar y servir como comunidad”. Por ello, reiteró que “es necesario prestar gran atención a la preparación de los formadores, ya que la eficacia de su labor depende ante todo del ejemplo de vida y de la comunión entre ellos”. 

“La existencia misma de los seminarios nos recuerda que la formación de futuros ministros ordenados no puede suceder en aislamiento”, remarcó.

Al referirse a las vocaciones, el Pontífice aseguró que, a pesar de las señales de crisis que atraviesan la vida y la misión de los presbíteros, “Dios sigue llamando y permanece fiel a sus promesas”, por ello invitó a crear espacios adecuados “para escuchar su voz”.

En este sentido, expresó la importancia de crear “entornos y formas de pastoral juvenil impregnados de Evangelio, donde puedan surgir y madurar las vocaciones al don total de sí. ¡Tened el coraje de ofrecer propuestas fuertes y liberadoras!”, exclamó.

La sed de infinito y de salvación en los jóvenes

Advirtió también sobre los desafíos de nuestro tiempo: “Muchos parecen haberse alejado de la fe, sin embargo en el interior de muchas personas, especialmente los jóvenes, hay sed de infinito y de salvación. Muchos sienten una ausencia de Dios, aunque todo ser humano está hecho para Él, y el designio del Padre es hacer de Cristo el corazón del mundo”.

Frente a este anhelo, animó a los sacerdotes a reencontrar juntos “el ímpetu misionero”, para ser testigos creíbles de la vocación recibida. “Cuando uno cree, se nota: la felicidad del ministro refleja su encuentro con Cristo, sosteniéndolo en la misión y el servicio”.

También agradeció a los sacerdotes por su dedicación diaria, especialmente en los lugares de formación, en las periferias existenciales y en lugares difíciles, a veces peligrosos. “Al recordar a los sacerdotes que han dado la vida, incluso hasta la sangre, renovamos hoy nuestra disponibilidad a vivir sin reservas un apostolado de compasión y de alegría”.

“Gracias por lo que sois. Porque nos recordáis a todos que ser sacerdote es hermoso, y que toda llamada del Señor es, ante todo, llamada a su alegría. No somos perfectos, pero somos amigos de Cristo, hermanos entre nosotros e hijos de su tierna Madre, María, y con eso nos basta”, agregó el Santo Padre.





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