Este 26 de junio se cumplen 50 años del fallecimiento en Roma del fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer, una de las instituciones de la Iglesia Católica más relevantes del último siglo.
Según detalla el historiador José Luis González Gullón, la Providencia quiso que ese día, el santo español adelantara la Misa a primera hora de la mañana, cuando solía celebrarla a mediodía, pues tenía previsto acudir a visitar la residencia del Colegio Romano de Santa María, para encontrarse con sus hijas espirituales antes de partir a España a pasar un periodo de vacaciones.
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Para la ocasión, escogió la Misa votiva de la Virgen María y fue ayudado por Mons. Javier Echevarría, quien entonces era su secretario personal.
Hacia las 10:30 de la mañana, Mons. Escrivá y sus acompañantes llegaron al lugar de la tertulia, en Castelgandolfo, donde se encontraban mujeres llegadas de los cinco continentes. Le habían preparado una butaca con brazos, que cedió a Mons. Álvaro del Portillo, hoy beato.
El alma sacerdotal de las mujeres
El primer sucesor de San Josemaría, relata en sus memorias que el fundador, tras orar unos momentos ante el Sagrario, “dirigió su mirada a un cuadro de la Virgen, una pintura al óleo en la que el Niño aparece peinado con esmero, mofletudo y sonrosado” que había pertenecido a la familia Escrivá.
Durante el rato compartido con las mujeres, según recoge González Gullón, San Josemaría predicó sobre su alma sacerdotal: “Vosotras tenéis alma sacerdotal, os diré como siempre que vengo por aquí; vuestros hermanos seglares tienen alma sacerdotal. Podéis y debéis ayudar con esa alma vuestra sacerdotal y con la gracia del Señor y el sacerdocio ministerial en nosotros, los sacerdotes de la Obra. Y así, entre todos, haremos una labor magnífica”.
Este rato, que se vivió con cierta algarabía y en el que hubo tiempo de que el fundador contara un chiste para regocijo de los presentes, se vio interrumpido cuando dio muestras de encontrarse mal “con náuseas y vómito”.
Tras reponerse un poco y tomar una medicina, retornaron a Roma. “Le insistíamos para que descansara otro rato. El Padre se negó, quizá para recordarnos, una vez más, que los sacerdotes del Opus Dei sólo están en los Centros de mujeres el tiempo indispensable para cumplir su ministerio sacerdotal”, explicaba Mons. Portillo.
Por su parte, Mons. Echevarría, explicó en una entrevista que, “durante el viaje no habló, pero respiraba paz. Nos daba paz con su manera de aceptar la voluntad de Dios en lo que fuera”.
Al llegar a Villa Tevere, “para no preocupar a la gente, bajó del coche con la soltura con que lo hacía siempre. Aunque podía costarle trabajo el gesto de bajar o el gesto de subir las escaleras. Y cuando llegó al sitio del oratorio, hizo una genuflexión piadosa”, describió el segundo sucesor de San Josemaría.
Era mediodía y se dirigieron al cuarto de trabajo, donde el fundador del Opus Dei entró con Mons. Echevarría. Afuera, quedó Mons. Portillo, quien departía con el sacerdote y médico José Luis Soria.
“No me encuentro bien”
En ese momento, San Josemaría llamó a Mons. Echevarría por su mote familiar, Javi, antes de decirle “no me encuentro bien”.
“En ese momento cayó desplomado, y se nos marchó al cielo. No tuvimos conciencia de que nos dejaba, aunque sabíamos que nos había dejado definitivamente.
Porque estábamos seguros de algo que nos había dicho, cuando me marche de este mundo, si me ayudáis a que me salte el purgatorio, desde el cielo os ayudaré más. Y desde ese primer momento todos sentimos la pena, porque no es lógico querer a una persona y no sentir la pena cuando nos deja. Y al mismo tiempo la alegría de que se estaba cumpliendo, de que nos ayudaba más, más y más”, rememora Mons. Echevarría.
Pese a ello, procuraron reanimarle: Mons. Álvaro del Portillo le practicó la respiración artificial, Mons. Echevarría le puso una mascarilla conectada a una bomba de oxígeno y el médico le inyectó un remedio para mejorar su actividad cardiaca. Pasadas las 12:30 llamaron a dos personas más del Consejo General para turnarse con los esfuerzos respiratorios.
“En cuanto advertí la gravedad de la situación, le impartí la absolución y la Unción de los enfermos, como deseaba ardientemente: respiraba aún. Nos había suplicado con fuerza, infinidad de veces, que no le privásemos de aquel tesoro”, recordó Mons. Portillo.
Al poco tiempo, llevaron un aparato para realizar electrocardiogramas, con el que se confirmó la muerte. Entre sollozos, Mons. Portillo “dirigió en voz alta un responso” y comunicaron la noticia a las mujeres presentes en la casa. Eran las 13:30.
La Virgen de Guadalupe recibió su “última mirada de amor”
Mons. Portillo realizó una descripción detallada del momento: “Todos nos arrodillamos alrededor de su cuerpo, y le besamos las manos y la frente con inmenso cariño, llenos de lágrimas. Algunos no podían creerlo: pensaban que era sólo un error, y que nuestro Fundador se recuperaría o que tal vez Dios quería que le pidiésemos con gran fe el milagro de volverle a la vida. Rezamos el responso, y seguimos rezando, destrozados por el dolor, sin poder ni querer contener las lágrimas”.
“El cuerpo de nuestro fundador estaba extendido, al lado de la pared que preside un gran crucifijo en el suelo de mi despacho; debajo habíamos colocado la colcha de mi cama, recubierta de una sábana limpia. En la pared de enfrente estaba el cuadro de la Virgen de Guadalupe que había recibido su última mirada de amor”, añadió.
Por su parte, Mons. Echevarría recordaba el momento subrayando que, pese a la pena, reinaba un sentimiento de esperanza:
“Estábamos seguros de algo que nos había dicho, cuando me marche de este mundo, si me ayudáis a que me salte el purgatorio, desde el cielo os ayudaré más. Y desde ese primer momento todos sentimos la pena, porque no es lógico querer a una persona y no sentir la pena cuando nos deja. Y al mismo tiempo la alegría de que se estaba cumpliendo, de que nos ayudaba más, más y más”.
Tras amortajar el cuerpo, trasladaron el cadáver al oratorio de Santa María de la Paz donde velaron al santo y lo sepultaron al día siguiente.
Con motivo de esta efeméride, en España se celebrarán más de 180 Eucaristías en memoria de quien fuera canonizado el 6 de octubre de 2002 por San Juan Pablo II.
A punto de cumplir el centenario de su fundación el Opus Dei acaba de presentar a León XIV la propuesta de nuevos estatutos consecuencia de la publicación en 2022 Motu Proprio Ad Charisma Tuendum del Papa Francisco.