Tras imponer el palio a 54 nuevos arzobispos metropolitanos, con motivo de la Solemnidad de los santos Pedro y Pablo, patronos de la ciudad de Roma, el Papa León XIV aseguró que la unidad en la Iglesia Católica “se nutre de perdón y de confianza recíproca”.
“A partir de nuestras familias y nuestras comunidades. Si Jesús confía en nosotros, también nosotros podemos confiar los unos en los otros, en su Nombre”, aseguró el Pontífice que también extendió este llamado a la unidad de todas las confesiones cristianas.
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De este modo, el Papa presidió el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro recordando el testimonio de los apóstoles que fueron martirizados.
“Hoy es la gran fiesta de la Iglesia de Roma, generada por el testimonio de los Apóstoles Pedro y Pablo y fecundada por su sangre y la de muchos otros mártires”, afirmó, subrayando que también en la actualidad “en todo el mundo hay cristianos que el Evangelio hace generosos y audaces, incluso al precio de la vida”.
Asimismo, el Papa destacó que esta entrega compartida genera una “unidad profunda e invisible entre las Iglesias cristianas”, a la que llamó “ecumenismo de la sangre”.
En la Misa que ha celebrado esta mañana la Basílica de San Pedro, participó también el Metropolita Emmanuel de Calcedonia, que preside la Delegación del Patriarcado Ecuménico, que ha sido enviada a Roma por Bartolomé I con motivo de la Solemnidad de San Pedro y Pablo. Una fiesta litúrgica que encierra un gran trasfondo ecuménico.
Al concluir la celebración, el Pontífice descendió junto a él las escaleras hasta la tumba del apóstol Pedro, que se encuentra abajo del altar de la Cátedra, y rezaron unos minutos ante ella.
En la alocución que pronunció durante el rezo mariano reafirmó: “‘Mi servicio episcopal es un servicio a la unidad, y que la Iglesia de Roma está comprometida, por la sangre de los santos Pedro y Pablo, a servir la comunión entre todas las Iglesias”.
Citando el Evangelio, el Papa recordó que “la piedra, de la que Pedro recibe también su nombre, es Cristo. Una piedra descartada por los hombres y que Dios ha hecho piedra angular”. Las basílicas de los santos Pedro y Pablo, señaló, están situadas “fuera de las murallas”, lo que expresa que “lo que a nosotros nos parece grande y glorioso, antes fue descartado y expulsado, por estar en contraste con la mentalidad mundana”. En este sentido, invitó a recorrer “el camino de las Bienaventuranzas”, donde la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la misericordia y el deseo de justicia suelen encontrar “oposición e incluso persecución”. No obstante, afirmó, “la gloria de Dios brilla en sus amigos y a lo largo del camino los va moldeando, de conversión en conversión”.
Sobre las tumbas de los apóstoles, “meta milenaria de peregrinación”, el Papa alentó a todos a descubrir que “también nosotros podemos vivir de conversión en conversión”. El Nuevo Testamento, recordó, no oculta los errores y pecados de los apóstoles, “porque su grandeza fue modelada por el perdón”. Jesús, dijo, “nunca llama una sola vez. Por eso todos podemos siempre tener esperanza, como nos recuerda también el Jubileo”.
Después del Ángelus, el Papa León XIV expresó su cercanía con la comunidad del liceo “Barthélémy Boganda” de Bangui, en la República Centroafricana, “de luto por el trágico accidente que ha provocado numerosas muertes y heridos entre los estudiantes. ¡El Señor consuele a las familias y a toda la comunidad!”
Además, el Papa expresó “un pensamiento lleno de afecto a los párrocos y a todos los sacerdotes que trabajan en las parroquias romanas, con gratitud y aliento por su servicio”.
Y finalmente recordó también que en esta fiesta se celebra la Jornada del Óbolo de San Pedro, “que es un signo de comunión con el Papa y de participación en su ministerio apostólico”, y agradeció de corazón “a quienes con su don sostienen mis primeros pasos como Sucesor de Pedro”.