San Cornelio y San Cipriano: Amigos en Cristo que dieron su vida por la verdad y la misericordia

by Jose Medrano
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Cada 16 de septiembre, la Iglesia recuerda con devoción al Papa San Cornelio (c. 180-253) y al Obispo San Cipriano (c. 200-258), dos grandes amigos en Cristo que se destacaron por preservar la verdad del Evangelio frente a errores y herejías que surgieron en los primeros siglos del cristianismo. Ambos concluyeron sus vidas entregando su testimonio con la palma del martirio.

El Papa Cornelio: defensor del perdón y la misericordia
Cornelio, cuyo nombre significa “fuerte como un cuerno”, fue el vigésimo primer Papa de la Iglesia Católica. Durante su pontificado, enfrentó la herejía de Novaciano, quien afirmaba que ciertos pecados graves —como la apostasía— no podían ser perdonados por la Iglesia.

En contraste, Cornelio enseñó que el amor misericordioso de Dios no conoce límites y que la Iglesia, a través de ministros calificados, tiene la autoridad de perdonar incluso las faltas más graves. Por esta postura, excomulgó a Novaciano, quien se separó de la Iglesia con sus seguidores y fundó lo que llamó “la Iglesia de los puros”, entre 251 y 258, convirtiéndose en antipapa.

San Cipriano: aliado y amigo del Papa Cornelio
San Cipriano, obispo de Cartago, apoyó públicamente al Papa Cornelio frente a la herejía novaciana, fortaleciendo la unidad de la Iglesia. Esta defensa le granjeó enemigos, pero nunca dudó en mantenerse fiel a la enseñanza de Cristo y al ministerio pastoral que le había sido confiado.

Martirio y testimonio de fe
Ambos santos vivieron tiempos de gran persecución. Cornelio fue desterrado y, finalmente, ejecutado por decapitación en el año 253 durante la persecución del emperador Decio. Cipriano, enfrentando la persecución de Decio y luego de su sucesor Valeriano, también fue condenado a muerte por negarse a ofrecer sacrificios a los dioses y resistirse a impedir la celebración de la Eucaristía. Al recibir su sentencia, exclamó: “¡Gracias sean dadas a Dios!”, y fue decapitado en septiembre del año 258.

Un testimonio que perdura en la liturgia
Cornelio y Cipriano dejaron un legado de fidelidad a la Verdad revelada, sellado con su propia sangre. Hoy sus nombres se conservan en la liturgia de la Iglesia, mencionados en la Plegaria Eucarística I del Canon Romano, junto a otros santos y mártires de los primeros siglos del cristianismo, recordándonos que la fe firme y la misericordia divina son el camino hacia la verdadera santidad.

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