Ciudad del Vaticano, 28 de septiembre de 2025 – Esta mañana, la Plaza de San Pedro se llenó de alegría, fe y esperanza con motivo del Jubileo de los Catequistas. Más de 35 mil fieles y alrededor de 20.000 catequistas provenientes de 115 países acompañaron la celebración, durante la cual 39 nuevos catequistas recibieron su misión directamente de las manos del Papa León XIV.
Durante la homilía, el Pontífice centró su mensaje en el pasaje del Evangelio de Lucas (16,19-31), que narra la historia del rico y Lázaro. Recordó que Dios contempla siempre el corazón del hombre, estando cercano a los que sufren y recordando a cada persona por su nombre. “El Evangelio nos llama a abrir los ojos ante la pobreza y la indiferencia, a reconocer a los Lázaros de nuestro tiempo y a convertirnos en instrumentos de misericordia y justicia”, subrayó.
León XIV hizo un llamado a los catequistas a ser discípulos comprometidos, que no solo transmiten palabras, sino que testifican con su vida la fe en Cristo. “Ser catequista significa vivir el Evangelio, hacer resonar la palabra de Dios con la propia vida y acompañar a otros en su camino de fe. No es solo instruir, sino testimoniar que Cristo está vivo y nos ama”, afirmó.
El Pontífice resaltó la importancia de la familia como primera escuela de fe: “Aprendemos a creer en nuestros hogares, donde los padres y abuelos nos enseñan a escuchar y a amar a Dios. Allí se siembran las semillas que florecerán en nuestra comunidad cristiana”. Además, hizo referencia al Catecismo como guía segura para toda la Iglesia: “Es el instrumento de viaje que nos protege del individualismo y de las discordias, confirmando y fortaleciendo la fe de toda la comunidad”.
El momento más emotivo llegó cuando los 39 nuevos catequistas fueron llamados uno por uno por su nombre. Cada uno respondió con un firme “Aquí estoy” y recibió de manos del Papa un crucifijo como signo de su vocación y compromiso con la Iglesia. León XIV los animó a ser luz para los demás, sembradores de justicia, esperanza y amor, recordando que “nadie da lo que no tiene; un corazón lleno de fe y de caridad es el que puede transformar la vida de otros”.
El Pontífice recordó también que este Jubileo retoma la reflexión del Año Santo de la Misericordia (2015-2016), cuando el Papa Francisco señaló: “Dios redime el mundo de todo mal, dando su vida por nuestra salvación”. Subrayó que el ministerio catequístico no es solo enseñar, sino acompañar, guiar y servir con el ejemplo, haciendo que la cercanía de Dios se haga tangible en cada hogar, en cada gesto de amor y en cada acción de justicia.
La jornada concluyó con un llamado a vivir la fe activamente, responder con generosidad a la misión de Cristo y continuar sembrando esperanza, especialmente entre los más necesitados. La Plaza de San Pedro se despidió entre aplausos y cánticos, con la certeza de que la palabra de Dios sigue resonando viva y transformadora, gracias a los catequistas y a quienes, con su ejemplo, llevan a Cristo al corazón de la humanidad.