Cada 22 de octubre, la Iglesia celebra con gozo la memoria litúrgica de San Juan Pablo II, un pastor que dejó una huella profunda en la historia reciente. Su vida, marcada por el sufrimiento, la entrega y una fe inquebrantable, continúa inspirando a millones de personas en todo el mundo. Fue un hombre de oración constante, de gran cercanía con los pueblos y de mirada profética ante los desafíos de su tiempo.
Su mensaje sigue siendo actual: “No tengáis miedo. Abrid de par en par las puertas a Cristo.” Con estas palabras, pronunciadas el día de su elección, alentó a toda la humanidad a confiar en el amor de Dios y a vivir con esperanza, incluso en medio de la incertidumbre.
De Wadowice al corazón del mundo
Karol Józef Wojtyła nació el 18 de mayo de 1920 en Wadowice, Polonia, en el seno de una familia sencilla y profundamente creyente. Desde muy joven conoció el dolor: perdió a su madre, a su hermano y a su padre antes de cumplir los 21 años. Aquellas experiencias templaron su carácter y fortalecieron su fe.
Durante la ocupación nazi, trabajó en una cantera y en una fábrica química para evitar la deportación, mientras estudiaba en el seminario clandestino de Cracovia, guiado por el cardenal Adam Sapieha. Fue ordenado sacerdote en 1946, y enviado a Roma para doctorarse en teología con una tesis sobre San Juan de la Cruz, cuya espiritualidad marcó profundamente su vida interior.
Un pastor cercano y maestro de la fe
De regreso a Polonia, se desempeñó como capellán universitario, profesor de ética y teología moral, y acompañó espiritualmente a numerosos jóvenes, con quienes compartía excursiones, cantos y momentos de oración. En 1958 fue nombrado obispo auxiliar de Cracovia, y en 1964, arzobispo metropolitano.
Participó activamente en el Concilio Vaticano II, especialmente en la redacción de la constitución Gaudium et Spes, donde defendió la dignidad del ser humano a la luz del Evangelio. En 1967, el papa Pablo VI lo nombró cardenal, reconociendo su sabiduría pastoral y teológica.
El primer Papa polaco y su gran misión
El 16 de octubre de 1978, tras la muerte de Juan Pablo I, fue elegido Papa, tomando el nombre de Juan Pablo II. Su elección fue histórica: el primer pontífice no italiano en más de 450 años. Su lema, “Totus Tuus” (Todo tuyo), expresaba su total consagración a la Virgen María.
Durante su pontificado —uno de los más largos de la historia— realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia y visitó 317 parroquias de Roma, ganándose el título de “Papa peregrino”. Fue un incansable defensor de la vida humana, la libertad religiosa y la dignidad de cada persona. Su testimonio contribuyó decisivamente a la caída del comunismo en Europa del Este.
Un Papa de perdón, juventud y familia
El 13 de mayo de 1981, día de la Virgen de Fátima, sufrió un atentado en la Plaza de San Pedro. Tras recuperarse, perdonó personalmente a su agresor, un gesto de misericordia que conmovió al mundo entero. En agradecimiento a la protección de María, colocó la bala del atentado en la corona de la Virgen de Fátima.
Su amor por los jóvenes lo llevó a instituir las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), espacios donde alentaba a las nuevas generaciones a ser testigos valientes del Evangelio. También promovió los Encuentros Mundiales de las Familias, y el papa Francisco lo llamó justamente “el Papa de la familia”.
Magisterio y legado espiritual
San Juan Pablo II dejó un legado doctrinal inmenso: 14 encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones y 45 cartas apostólicas, además de varios libros personales, como Cruzando el umbral de la esperanza y Memoria e identidad. Publicó el Catecismo de la Iglesia Católica y reformó el Código de Derecho Canónico.
Durante su pontificado canonizó y beatificó a miles de hombres y mujeres, recordando que “la santidad no es un privilegio de pocos, sino una vocación para todos”. Su vida fue un testimonio coherente del amor a Cristo y de la entrega total al servicio de la Iglesia.
Su partida y su permanencia entre nosotros
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, víspera del Domingo de la Divina Misericordia, solemnidad que él mismo instituyó. Fue beatificado en 2011 por Benedicto XVI y canonizado en 2014 por el papa Francisco, junto a Juan XXIII.
Años después de su muerte, su ejemplo sigue vivo en el corazón de los fieles. Su amor a la Virgen, su fidelidad a la cruz y su confianza en la misericordia de Dios continúan iluminando el camino de la Iglesia.
Un faro para el mundo de hoy
San Juan Pablo II fue un hombre de esperanza en tiempos difíciles. En su voz resonaba la fuerza del Evangelio y la ternura de un padre. Su vida nos recuerda que la fe no aparta del mundo, sino que lo transforma desde dentro.
Hoy, su figura sigue siendo una llamada a vivir con valentía, a defender la dignidad humana, a cuidar a las familias y a no tener miedo de seguir a Cristo. Como él mismo decía:
“El futuro comienza hoy, no mañana.”