Ciudad del Vaticano. – En el marco del Año Jubilar, el Papa León XIV se reunió con los Caballeros y Damas de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, quienes acudieron a Roma desde distintos países para renovar su compromiso de fe y servicio.
“Es hermoso, en este Año Jubilar, encontrarme con todos ustedes, Caballeros y Damas de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén”, expresó el Santo Padre al inicio de su discurso, recordando que la Orden nació “para custodiar el Santo Sepulcro, para cuidar de los peregrinos y para sostener a la Iglesia de Jerusalén”.
El Papa agradeció la ayuda que los miembros de la Orden continúan ofreciendo “sin hacer ruido y sin publicidad” a las comunidades de Tierra Santa, especialmente al Patriarcado Latino de Jerusalén, mediante el apoyo a seminarios, escuelas, obras caritativas y proyectos humanitarios.
León XIV destacó que custodiar el Sepulcro de Cristo no se limita a preservar un patrimonio histórico o artístico, sino que significa “sostener una Iglesia hecha de piedras vivas (cf. 1 P 2, 4-5)”, signo de esperanza pascual para el mundo actual.
El Papa propuso tres dimensiones de la esperanza para la vida y misión de la Orden.
La primera, dijo, es la esperanza confiada, que consiste en “renovar la propia fe en el Dios que cumple sus promesas”. En un contexto marcado por la violencia y la injusticia, invitó a dar testimonio de que “la vida vence a la muerte, que el amor vence al odio, que el perdón vence a la venganza y que la misericordia y la gracia vencen al pecado”.
La segunda dimensión es la esperanza del servicio, inspirada en las mujeres del Evangelio que fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. León XIV reconoció “el gran bien que hacen”, abriendo caminos de ayuda y acompañamiento “a personas, familias y comunidades enteras”.
Finalmente, se refirió a la esperanza en camino, evocando a Pedro y Juan corriendo hacia el sepulcro vacío. “Los invito a vivir su estar aquí no como un punto de llegada, sino como una etapa desde la que partir de nuevo hacia la única meta verdadera y definitiva: la de la plena y eterna comunión con Dios en el Paraíso”, señaló.
El Santo Padre concluyó su discurso exhortando:
“Sean custodios del Sepulcro de Cristo, en la confianza de la espera, en el celo de la caridad, en el impulso gozoso de la esperanza.”

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