En la Audiencia General de este miércoles, el Papa León XIV centró su catequesis en el tema del diálogo interreligioso, tomando como punto de partida las palabras de Jesús a la mujer samaritana: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Jn 4,24).
El Santo Padre explicó que este encuentro evangélico “revela la esencia del auténtico diálogo religioso”, un intercambio que nace de la sed —la de Dios por el ser humano y la del ser humano por Dios— y que supera toda frontera cultural, social o religiosa. “Jesús, en el pozo de Sicar, nos invita a una nueva comprensión del culto, vivido en Espíritu y en verdad”, señaló el Papa.
Sesenta años de Nostra aetate: un camino de encuentro
Recordando el 60.º aniversario de la Declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, promulgada el 28 de octubre de 1965, León XIV destacó que este documento “abrió un nuevo horizonte de respeto, hospitalidad espiritual y amistad entre los creyentes de distintas religiones”.
El Pontífice subrayó que el texto conciliar “enseña a tratar a los seguidores de otras religiones no como extraños, sino como compañeros de camino hacia la verdad”. En particular, evocó la importancia del diálogo judeo-católico, señalando que Nostra aetate marcó un punto de no retorno en la comprensión teológica de las raíces judías del cristianismo.
“La Iglesia deplora los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo. También hoy confirmo que la Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate, en razón del mismo Evangelio”, afirmó el Papa con firmeza.
El diálogo como misión espiritual
León XIV recordó que el espíritu de Nostra aetate “sigue iluminando el camino de la Iglesia”, que reconoce en todas las religiones “un destello de la Verdad que ilumina a todos los hombres”.
Pidió que el diálogo no se limite a un plano intelectual, sino que sea profundamente espiritual y basado en el amor, raíz de toda paz, justicia y reconciliación.
El Papa invitó a obispos, sacerdotes, consagrados y laicos a participar activamente en el diálogo y la colaboración con los creyentes de otras religiones, especialmente en un mundo marcado por la movilidad humana y la convivencia entre diversas tradiciones espirituales.
Unidad, acción y responsabilidad común
En su mensaje final, León XIV exhortó a las comunidades religiosas del mundo a “actuar juntos” para aliviar el sufrimiento humano y cuidar del planeta.
“Nuestro mundo necesita nuestra unidad, nuestra amistad y nuestra colaboración. Cada una de nuestras religiones puede contribuir al servicio de la humanidad, en todo momento”, expresó.
Asimismo, alertó sobre los riesgos del fundamentalismo religioso y del mal uso de la inteligencia artificial, recordando que “si la tecnología se concibe como una alternativa al ser humano, puede violar su dignidad y anular su responsabilidad”.
El Papa concluyó destacando que la paz comienza en el corazón y que la religión puede desempeñar un papel esencial para devolver la esperanza a un mundo herido por la guerra y la degradación ambiental:
“Hace sesenta años, Nostra aetate trajo esperanza al mundo que salía de la guerra. Hoy estamos llamados a refundar esa esperanza en un mundo que sufre nuevas heridas. Si estamos unidos, todo es posible.”
Antes de finalizar, invitó a los presentes a un momento de oración silenciosa, recordando que “la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones”.



