“Cuando se lava el Salvador, se purifica toda el agua necesaria para nuestro bautismo y queda limpia la fuente, para que pueda luego administrarse a los pueblos que habían de venir a la gracia de aquel baño”, dijo San Máximo de Turín en el Siglo V al referirse al Bautismo del Señor que la Iglesia celebra hoy.
Con el Bautismo del Señor se concluye la temporada de Navidad y la Iglesia nos invita a mirar la humildad de Jesús que se convierte en una epifanía (manifestación) de la Santísima Trinidad.
“Juan está bautizando, y Cristo se acerca; tal vez para santificar al mismo por quien va a ser bautizado; y sin duda para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua”, manifestó San Gregorio Nacianceno en uno de sus sermones.
“También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio”, añadió el Santo.
Evangelio según san Mateo 3, 13-17
En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: —«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?». Jesús le contestó: —«Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere». Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: —«Este es mi hijo, el amado, mi predilecto».
Cristo es iluminado: dejémonos iluminar junto con él
San Gregorio Nacianceno, obispo y doctor de la Iglesia (330-390)
Sermón 39, en las sagradas Luminarias, 14-16. 20: PG 36, 350-351. 358-359
El Bautismo del Señor
Lectura
Cristo es iluminado: dejémonos iluminar junto con él; Cristo se hace bautizar: descendamos al mismo tiempo que él, para ascender con él.
Juan está bautizando, y Cristo se acerca; tal vez para santificar al mismo por quien va a ser bautizado; y, sin duda, para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua.
Juan se niega, Jesús insiste. Entonces: Soy yo el que necesito que tú me bautices, le dice la lámpara al Sol, la voz a la Palabra, el amigo al Esposo, el mayor entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda la creación, el que había saltado de júbilo en el seno materno al que había sido ya adorado cuando estaba en él, el que era y habría de ser precursor al que se había manifestado y se manifestará. Soy yo el que necesito que tú me bautices; y podría haber añadido: «Por tu causa.» Pues sabía muy bien que habría de ser bautizado con el martirio; o que, como a Pedro, no sólo le lavarían los pies.
Pero Jesús, por su parte, asciende también de las aguas; pues se lleva consigo hacia lo alto al mundo, y mira cómo se abren de par en par los cielos que Adán había hecho que se cerraran para sí y para su posteridad, del mismo modo que se había cerrado el paraíso con la espada de fuego.
También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su semejante. Y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio; del mismo modo que la paloma, aparecida en forma visible, honra el cuerpo de Cristo, que por deificación era también Dios. Así también, muchos siglos antes, la paloma había anunciado el fin del diluvio.
Honremos hoy nosotros, por nuestra parte, el bautismo de Cristo, y celebremos con toda honestidad su fiesta.
Ojalá que estéis ya purificados, y os purifiquéis de nuevo. Nada hay que agrade tanto a Dios como el arrepentimiento y la salvación del hombre, en cuyo beneficio se han pronunciado todas las palabras y revelado todos los misterios; para que, como astros en el firmamento, os convirtáis en una fuerza vivificadora para el resto de los hombres; y los esplendores de aquella luz que brilla en el cielo os hagan resplandecer, como perfectas lumbreras, junto a su inmensa luz, iluminados con más pureza y claridad por la Trinidad, cuyo único rayo, brotado de la única Deidad, habéis recibido inicialmente en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien le sean dados la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Responsorio
R. Hoy se han abierto los cielos, y el mar se ha vuelto dulce, la tierra se alegra, los montes y colinas saltan de gozo, porque en el Jordán, Cristo ha sido bautizado por Juan.
V. ¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? Porque en el Jordán, Cristo ha sido bautizado por Juan.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo de Cristo, en el Jordán, quisiste revelar solemnemente que él era tu Hijo amado enviándole tu Espíritu Santo, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu benevolencia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Ángelus: El Papa Francisco pide orar para comprender el don del Bautismo | 12 enero 2020
Hoy, Solemnidad del Bautismo del Señor y día con el que se cierra el tiempo de la Navidad, el Papa Francisco ha bautizado a algunos niños y ha pedido antes del rezo del Ángelus “oración por ellos y por sus familias”. También ha comentado el Evangelio del día, en el que el Apóstol Mateo describe el diálogo entre Jesús, que pide el bautismo, y Juan el Bautista, que se niega. “Esta decisión de Jesús sorprende al Bautista – dice el Papa – de hecho, el Mesías no necesita ser purificado; Él es quien purifica”.
En ese diálogo, Juan también declara que entre él y Jesús había una distancia abismal, pero – puntualiza Francisco – “el Hijo de Dios vino precisamente para cerrar esa distancia entre el hombre y Dios” y si Jesús está del lado de Dios “también está del lado del hombre y une lo que estaba dividido”. Es por ello que el Papa explica entonces que el Mesías pide ser bautizado precisamente “para que se pueda hacer toda justicia”, o en otras palabras “para que se realice el plan del Padre que pasa por el camino de la obediencia filial y la solidaridad con el hombre frágil y pecador”. “Es el camino de la humildad y la total cercanía de Dios a sus hijos”, dice, “requerido también hoy a los discípulos del Señor”.
Los discípulos del Señor no deben pavonearse de serlo
Y hablando acerca de los discípulos del Señor, Francisco ha advertido que no hay que pavonearse de serlo: “Cuántos, es triste decirlo, pero cuántos discípulos del Señor se pavonean de ser discípulos del Señor. No es un buen discípulo quien se pavonea”. De hecho, dice, el buen discípulo “es el humilde”, “el manso” y “el que hace el bien sin ser visto”.
Estamos llamados al encuentro con nuestros hermanos
Y en este momento previo a la oración mariana, el Santo Padre también ha aprovechado para hacer un llamamiento a la comunidad cristiana “para salir a encontrarse con los otros” pero siempre – ha especificado el Papa – “proponiendo y no imponiendo”, “dando testimonio” y “compartiendo la vida concreta de las personas”.
Al igual que Jesús, no olvidemos que también nosotros somos Hijos amados del Padre
Por último, el Papa ha recordado que en la fiesta del Bautismo de Jesús “redescubrimos nuestro Bautismo” y al igual que Jesús, “también nosotros nacidos del agua y del Espíritu Santo sabemos que somos hijos amados, objeto de la complacencia de Dios”. Pero tampoco debemos olvidar que somos “hermanos de muchos otros hermanos, invertidos en una gran misión para testificar y anunciar a todos los hombres el amor infinito del Padre”.
Celebrar nuestro Bautismo todos los años como acto de justicia con el Señor
Al final de su discurso, el Papa ha vuelto a recordar lo que ha dicho a los papás durante su homilía en la Santa Misa presidida esta mañana: “En el Bautismo, el Espíritu Santo viene para permanecer en nosotros” y es por ello – dice – que es importante “saber cuál es la fecha de mi bautismo”. De hecho, antes de concluir, destaca su invitación a celebrar la fecha de nuestro Bautismo en nuestro corazón todos los años: “Hacerlo, también es un deber de justicia hacia el Señor que ha sido tan bueno con nosotros”.