El Papa Francisco afirmó ante líderes religiosos y políticos que “poner fin a la guerra es el deber impostergable de todos los líderes políticos ante Dios”, que “le pedirá cuentas a quienes no han buscado la paz”.
Así lo indicó el Santo Padre este 20 de octubre durante el Encuentro de Oración por la Paz “Nadie se salva solo, paz y fraternidad” organizado por la Comunidad de San Egidio. Previamente el Pontífice participó en un momento de oración ecuménica en la Basílica de Santa María de Aracoeli junto al Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.
En su discurso ante representantes de religiones y autoridades civiles, el Pontífice destacó que “poner fin a la guerra es el deber impostergable de todos los líderes políticos ante Dios” y añadió que “la paz es la prioridad de cualquier política”, por lo que “Dios le pedirá cuentas a quienes no han buscado la paz o han fomentado las tensiones y los conflictos durante tantos días, meses y años de guerra que han golpeado a los pueblos”.
Además, el Papa subrayó que “los creyentes han entendido que la diversidad de religiones no justifica la indiferencia o la enemistad”, porque “en efecto, partiendo de la fe religiosa, uno puede convertirse en artesano de la paz y no en espectador inerte del mal de la guerra y del odio”.
En esta línea, el Santo Padre exhortó a los líderes religiosos y a todos los creyentes “a rezar con insistencia por la paz, a no resignarse nunca a la guerra, a actuar con la fuerza apacible de la fe para poner fin a los conflictos”.
Por ello, el Papa insistió que “¡Necesitamos la paz! ¡Más paz!” y “no podemos permanecer indiferentes”.
“El mundo, la política, la opinión pública corren el riesgo de acostumbrarse al mal de la guerra, como compañero natural en la historia de los pueblos. No nos quedemos en discusiones teóricas, tomemos contacto con las heridas, toquemos la carne de los perjudicados. (…). Prestemos atención a los prófugos, a los que sufrieron la radiación atómica o los ataques químicos, a las mujeres que perdieron sus hijos, a los niños mutilados o privados de su infancia”, advirtió.
En este sentido, el Santo Padre lamentó que “en la actualidad, los dolores de la guerra también se ven agravados por la pandemia del coronavirus y la imposibilidad, en muchos países, de acceder a los tratamientos necesarios”.
“¡Basta!: es una respuesta inequívoca a toda violencia. Ese ‘¡basta!’ de Jesús supera los siglos y llega con su fuerza hasta nosotros hoy: ¡basta de espadas, de armas, de violencia, de guerra! San Pablo VI repitió este llamamiento a las Naciones Unidas en 1965, afirmando: ‘¡Nunca, jamás guerra!’. Esta es la súplica de todos nosotros, hombres y mujeres de buena voluntad. Es el sueño de todos los artesanos y buscadores de la paz, conscientes de que «toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado”, dijo el Papa.
El Santo Padre dijo que la presencia de personas de diferentes religiones, “muestra claramente que las religiones no quieren la guerra, al contrario, desenmascaran a quienes sacralizan la violencia, piden a todos que recen por la reconciliación y que actúen para que la fraternidad abra nuevos caminos de esperanza”, y concluyó que “de hecho, con la ayuda de Dios, es posible construir un mundo de paz y así salvarse juntos”.
Tras pronunciar su discurso, el Santo Padre encendió la vela de un gran candelabro y firmó un llamado a favor de la paz. Después de él, siguió el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, el Patriarca Ecuménico, Bartolomé, y el resto de los representantes de las religiones presentes en la plaza del Campidoglio de Roma.
Al finalizar, el Santo Padre conversó brevemente con el presidente de la República Italiana, saludó a otras autoridades civiles y subió al coche para volver al Vaticano.