Al hablar del Santo Rosario es bueno hacer mención a una historia que cuenta que, la Virgen María se le apareció a Santo Domingo de Guzmán en 1208, en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) con un rosario en las manos, le enseñó a rezarlo y le dijo que lo predicara entre los hombres; además, le ofreció diferentes promesas referentes al rosario. El santo se lo enseñó a los soldados liderados por su amigo Simón IV de Montfort antes de la Batalla de Muret, cuya victoria se atribuyó a la Virgen. Por ello, Montfort erigió la primera capilla dedicada a esta advocación.
Nuestro pueblo cristiano honra a la Virgen María con una de las devociones más hermosas, dinámicas y tradicionales “El Santo Rosario”, este se realiza en todos los lugares donde haya presencia de fieles cristianos, en novenarios, retiros, catecismos, grupos de jóvenes y solemnidades e incluso hasta en actos fúnebres. Esta es la principal devoción mariana que el pueblo cristiano realiza en las diferentes realidades pastorales. San Juan Pablo II expresó en la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, «El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio».
El mes de octubre es un tiempo dedicado de manera especial a María Santísima, por medio del rezo del Santo Rosario. La iglesia peregrina nos mueve en esa dinámica de rezar, repetir nuestras intenciones, de pedir, de suplicar por aquellos que necesitan más que nosotros, los débiles, presos, enfermos, etc. Y qué mejor que acudir a las manos de nuestra Madre María, para que ella interceda por todas aquellas intenciones y necesidades que ponemos en sus manos. Ella como buena madre nos escucha y acoge.
Rezar el Rosario en casa, en familia, con la comunidad y en pleno silencio con nosotros mismos nos lleva a vivir una vida más integra, con amor a todo lo creado por Dios, donde actuamos con compasión y misericordia. Estamos llamados en hacerlo nuestro, hacerlo vida, el rezo del rosario. Pues, con este viajamos a un encuentro personal con el Señor al momento de conectar con las diferentes etapas de vida de Jesús en el gran misterio de la Salvación, donde podemos alimentar nuestro espíritu con el mismo evangelio, con los momentos de gloria, misericordia, iluminación y de gozo que hacen que nos conectemos con la realidad humana-espiritual de la persona de Jesús.
Las santas misiones tienen una gran patrona, Santa Teresa del Niño Jesús, ella al ser una Monja de clausura no tuvo la oportunidad de misionar personalmente, de tener una vida activa, pero si una manera de misionar espiritualmente, pues luego de unos escritos que tiene como título: Historia de un alma, que esta le hiciera por petición de la priora de la comunidad en el monasterio de Carmelita Descalza, del convento de Lisieux (Francia), donde esta produjo como una eclosión de amor y fervor, semejante a las épicas medievales, esta conmovió, motivo y anima a muchos a misionar y llevar el mensaje de la Salvación.
Asimismo, la Iglesia católica ha sido una gran forjadora del mensaje de la Salvación, donde las enseñanzas siguen vivas y actualizadas hasta los tiempos de hoy. La evangelización del pueblo fue la principal tarea que Jesús dejó a sus discípulos, las Sagradas Escrituras en Marcos 16, 9-15 nos dice: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación”. Esta invitación fue hecha directamente para ellos, para que puedan llevar a la práctica todo el mensaje de la salvación que el mismo Jesús con su vida transmitió hasta los tiempos de hoy. Por tanto, esa invitación es hecha a nosotros, pues el mensaje del evangelio se actualiza, para que nosotros los cristianos podamos entender y comprender todo lo que Jesús decía a sus discípulos, dicho mensaje nos lo dice a nosotros los que nos consideramos cristianos y practicamos el seguimiento de Jesús en nuestra vida diaria.
En el documento de Aparecida numeral 218, nos habla sobre el discipulado, término muy ligado a la misión misma del gran maestro Jesús. Nos dice: El Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús maestro, profundiza en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este paso es de fundamental importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan perseverar en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.
Así pues, estamos llamados a tener una vida activa en conocimiento y sacramentalmente, en la familia, la iglesia, en la comunidad como verdaderos testigos para practicar y anunciar el santo evangelio con nuestras propias acciones. Asimismo, el Papa Francisco recuerda en uno de sus mensajes que “la misión es un don gratuito del Espíritu, no el resultado de estrategias”, por lo que, debemos de darle valor a ese hermoso regalo de Dios para nuestras vidas.
Animémonos pues, a vivir este mes con mucha piedad, con alegría y cercanía hacia la Madre de Dios y madre nuestra a través del rezo continuo del Santo Rosario, para que nuestra fe se mantenga firme y las bendiciones sigan abundantes. Además, es bueno en este tiempo unirnos a la necesidad de seguir evangelizando el pueblo de Dios a través de las misiones y el apoyo a estas como son: colaborar con asilos de ancianos, hogares de niños huérfanos, niños de la calles, entre otros… Podemos poner nuestro granito de arena desde nuestra casa, motivando, animando y compartiendo la palabra de Dios por medio de las redes sociales, ya que en los tiempos que vivimos actualmente, tiempo de pandemia del Covid-19, nos ha cambiado la manera de vivir y experimentar nuestra fe. Por tanto, motivémonos mutuamente y sigamos como discípulos misioneros anunciando el Reino de los Cielos a todas las personas a través de los medios posibles.
¡Paz y bien!