Cada 22 de febrero, la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Cátedra de San Pedro, cuyo origen se remonta al siglo IV. En esta celebración, tenemos presente a quien tiene la misión de liderar la Iglesia en el seguimiento de Cristo
El Papa Francisco es el Obispo de Roma. La Iglesia Católica en un poco más de dos mil años de existencia ha tenido hasta ahora 266 Papas. En la fiesta de la Cátedra de San Pedro agradecemos a Dios por la presencia de Francisco en medio de todas las realidades que vive la humanidad hoy.
Una visión integral de la vida, los seres humanos y Dios
Hay algunos rasgos característicos de su pensamiento que es importante recordar: en primer lugar, Francisco, en la encíclica Laudato si’ presenta una visión que integra la vida en nuestra casa común, la humanidad, la idea de desarrollo y la acción de Dios, todo como una sola realidad interconectada, en la que ningún elemento queda fuera: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado” (LS 13).
Nadie se salva solo
Francisco sostiene esta visión integradora de la realidad con un elemento que está presente en la encíclica Fratelli tutti: “la conciencia de que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos” (Ft 18). Este planteamiento entra necesariamente en discusión con la política, la economía, el mercado y otras áreas de la vida humana. Recordamos dos textos de la encíclica, el primero, referente al mercado:
“El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales” (Ft 168).
El desafío de construir hermandad
Francisco plantea que esto es así porque “Esta cultura unifica al mundo, pero divide a las personas y a las naciones, porque la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia” (Ft 12).
Para Francisco, la fraternidad y el amor social despliegan todo su poder transformador en el amor y cuidado por los más frágiles, en la cultura del encuentro y del diálogo, en la política como ternura y amabilidad:
“En la actividad política hay que recordar que «más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” (Ft 195).
La amabilidad, luz para las relaciones fraternas
El papa al referirse a la amabilidad nos recuerda que “El individualismo consumista provoca mucho atropello. Los demás se convierten en meros obstáculos para la propia tranquilidad placentera. Entonces se los termina tratando como molestias y la agresividad crece. Esto se acentúa y llega a niveles exasperantes en épocas de crisis, en situaciones catastróficas, en momentos difíciles donde sale a plena luz el espíritu del ‘sálvese quien pueda’. Sin embargo, todavía es posible optar por el cultivo de la amabilidad. Hay personas que lo hacen y se convierten en estrellas en medio de la oscuridad”.
Al ver la figura del Papa Francisco, estamos ante un hombre que despliega una gran fuerza inspiradora, que viene de Francisco de Asís, de Ignacio de Loyola, de su tierra, Argentina, América Latina y el mundo entero. Un hombre que ha mostrado que el camino para una nueva humanidad es salir al encuentro de los más vulnerables e invisibles, relegados de este mundo. Esto se contagia porque se contagia como esperanza, la que debemos alimentar con el sueño de sentirnos hermanos, sin ninguna frontera.