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Homilía pronunciada por Mons. Francisco Ozoria Acosta Ordenación de cinco Diáconos

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Homilía pronunciada por Mons. Francisco Ozoria Acosta Ordenación de cinco Diáconos

S.E.R Mons. Francisco Ozoria Acosta centró su homilía en 3 palabras claves: Sueños, Servicio y Fidelidad.

A continuación compartimos la homilía, íntegra:

EXCELENCIAS REVERENDISIMAS (Obispos presentes)

Queridos sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas.

Muy queridas familias de los ordenandos.

Queridos hermanos y hermanas.

Ha llegado el día esperado de la ordenación diaconal de estos hermanos nuestros, un poco retrasada como consecuencia de la pandemia.

No quisiera decir “Diáconos Transitorios”, porque la diaconía es una dimensión permanente en todo fiel cristiano, especialmente en los ministros ordenados.

Referencia a las lecturas:

  • Primera Lectura: La vocación de los primeros diáconos. “La caridad y la admiración de los bienes a los pobres”.
  • Segunda lectura: “Mantengan entre ustedes una ferviente caridad”. “Pongan al servicio de los demás el don que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”.
  • Evangelio: El mandamiento del AMOR. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Hemos puesto esta fecha con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que tiene lugar siempre en el cuarto Domingo de Pascua, llamado el Domingo del Buen Pastor”.

Cada año, el Santo Padre nos ilumina con un bonito mensaje, dirigido a toda la Iglesia y a  la sociedad. Es un mensaje vocacional.

Pero este año, como estaos viviendo el año de San José“, el Papa nos ha puesto a reflexionar y orar, contemplando la persona y actitudes de San José. A este propósito, nos sugiere tres palabras clave para nuestra vocación: sueño, servicio y fidelidad.

1.- La primera palabra es SUEÑO: Todos los seres humanos sueñan con realizarse. Y es correcto que tengamos grandes expectativas, metas altas en vez de objetivos efímeros (como  el éxito, el dinero y la diversión) que no son capaces de satisfacernos. Si pidiéramos a la gente que expresara en una sola palabra el sueño de su vida, no sería difícil imaginar la respuesta: “amor”. Es el amor el que da sentido a la vida, porque revela su misterio. La vida, en efecto, sólo se tiene si se da, solo se pese verdaderamente si se entrega plenamente. San José tiene mucho que decirnos a este respecto porque, a través de los sueños que Dios le inspiró, hizo de su existencia un don.

Los Evangelios narra cuatro sueños (cf. Mt 1,20; 2,13.19.22). Eran llamadas divinas, pero no fueron fáciles de acoger. Después de cada sueño,  José tuvo que cambiar sus planes y arriesgarse, sacrificando sus propios proyectos para secundar los proyectos misteriosos de Dios. El confió totalmente.

A pesar de todo, san José se dejó guiar por los sueños sin vacilar. ¿Por qué?  Porque su corazón estaba orientado hacia Dios, ya estaba dispuesto hacia Él.

Los sueños condujeron a José a aventuras que nunca habría imaginado. El primero desestabilizó su noviazgo, pero los convirtió en padre del Mesías; el segundo lo hizo huir a Egipto, pero salvó la vida de su familia; el tercero anunciaba el regreso a su patria y el cuarto le hizo cambiar nuevamente sus planes llevándolo a Nazaret, el mismo lugar donde Jesús iba a comenzar la proclamación del Reino de Dios. En todas estas vicisitudes, la valentía de seguir la voluntad del Dios resultó victoriosa. Así pasa en la vocación: la llamada divina siempre impulsa a salir, a entregarse, a ir más allá. No hay fe sin riesgo. Solo abandonándose confiadamente a la gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades se dice verdaderamente “si” a Dios.

En este sentido, san José presenta un MODELO ejemplar de la acogida de los proyectos de Dios. Pero, su acogida es activa, nunca renuncia ni se rinde, «no es un hombre que se resigna pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte» (Carta ap. Patris corde, 4). Que él ayude, especialmente a los jóvenes en el discernimiento, a realizar los sueños que Dios tiene para ellos; que inspire la iniciativa valiente para decir  “SI” al Señor, que siempre sorprende y nunca decepciona.

2.- La segunda palabra es el SERVICIO: Se desprende de los Evangelios que José vivió enteramente para los demás y nunca para sí mismo. Su servicio y sus sacrificios solo fueron posibles porque estaban sostenidos por un amor más grande: “Toda vocación  verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio. También en el sacerdocio y la vida consagrada se requiere este tipo de madurez. Cuando una vocación no alcanza su madurez de la entrega de sí misma deteniéndose solo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor  corre el riesgo de expresar infidelidad, tristeza y frustración”.

Para San José el servicio, expresión concreta del don de sí mismo, no fue solo un ideal elevado, sino que se convirtió en regla de vida cotidiana.

Me gusta pensar entonces, dice el Santo Padre, en san José, el custodio de Jesús y de la Iglesia, como custodio de las vocaciones. Su atención en la vigilancia procede, en efecto, de su disponibilidad para servir. “Se levantó, tomo de noche al niño y a su madre” (Mt 2,14).

3.- La tercera palabra es FIDELIDAD: hay un tercer aspecto que atraviesa la vida de san José y la vocación cristiana, marcando el ritmo de lo cotidiano: la fidelidad.

José es el “hombre justo” (Mt 1,19), que en el silencio laborioso de cada día persevera en su adhesión a Dios y a sus planes. Medita, reflexiona, no se deja dominar por la prisa, no cede a la tentación de tomar decisiones precipitadas, no sigue sus instintos y no vive sin perspectivas. Cultiva todo con paciencia. Sabe que la existencia se construye solo con la continua adhesión a las grandes opciones. Porque la vocación, como la vida, sólo madura por medio de la fidelidad de cada día.

¿Cómo se alimenta esta fidelidad? a la luz de la fidelidad de Dios. Las primeras palabras que san José escucho en sueños fueron una invitación a no tener miedo, porque Dios es fiel a sus promesas: «José, hijo de David, no temas» (Mt 1,20). No temas:

·        Son las palabras que el Señor te dirige también a ti, querida hermana y a ti, querido hermano, cuando, aun en medio de incertidumbres y vacilaciones, sientes que ya no puedes postergar el deseo de entregarle tu vida.

·        Son las palabras que te repite cuando, allí donde te encuentres, quizás en medio de pruebas e incomprensiones, luchas cada día por cumplir su voluntad.

·        Son las palabras que redescubres cuando, a lo largo del camino de la llamada, vuelves a tu primer amor.

·        Son las palabras que, como un estribillo, acompañan a quien dice si a Dios con su vida como san José, en la fidelidad de cada día.

Esta fidelidad es el secreto de la alegría en la casa de Nazaret, en la familia y en la vocación que has elegido.

Que san José, custodio de las vocaciones, los acompañe con corazón de padre.

Ave María Purísima.

 

 

 

 

 

 

 

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