El 13 de junio concluyó en el Salón Sistino la exposición “Palabras abiertas. Léxico jubilar de nuestro tiempo”, un evento en colaboración con el Instituto de Cultura y Educación Antonio Rosmini, que profundizó el tema de la palabra como herramienta de diálogo entre fe, cultura y arte. Según monseñor Lonardo, “es esa capacidad del hombre, de manera infinita, de hacer poesía o de ver con la ciencia, la religión, la fe, la oración para relacionarse con el universo”.
María Milvia Morciano – Ciudad del Vaticano
«Palabras Abiertas. Léxico Jubilar de Nuestro Tiempo», la iniciativa de la Biblioteca Apostólica Vaticana (BAV), en colaboración con el Instituto de Cultura y Educación Antonio Rosmini, ha concluido su exposición eligiendo un tema que se refleja en el propio título del evento: «La palabra». En esta serie de encuentros, en la que se profundizaron algunos términos presentes en la bula de proclamación del Jubileo Peregrinos de Esperanza, se convierte en el punto de encuentro, el punto de llegada «de la posibilidad de dialogar la fe, la cultura, el arte y las diversas expresiones artísticas en un lugar, el Aula Sixtina, que posee un valor histórico vinculado precisamente a la vocación de la propia biblioteca», observa don Mauro Mantovani, prefecto de la Biblioteca Apostólica Vaticana.
Todo es palabra
En la Sala Sixtina, que sirvió como sede del encuentro, todo remite a la palabra: los frescos que la decoran traducen en imágenes alfabetos y lenguas diferentes, dando vida a un concierto simbólico creando un puente entre la tradición teológica, la enseñanza de la Iglesia representada por los concilios y las grandes bibliotecas de la antigüedad: un vínculo y una sinergia encaminadas a cultivar y florecer lo humano, haciendo dialogar así fe y cultura, abriéndose al diálogo con las diversas culturas y tradiciones religiosas.
Como un corazón
Biblioteca y palabras son dos realidades inseparables y monseñor Giovanni Cesare Pagazzi, archivista y bibliotecario de la Santa Iglesia Romana, observa que la Biblioteca es como un corazón que late en dos tiempos, se abre y se cierra. Un doble movimiento, esencial para la vida de un ser vivo, pero también para una biblioteca, por su función de depositaria del conocimiento que debe transmitirse a las generaciones futuras. El proyecto “Palabras Abiertas” se basa en la idea de que las palabras tienen el poder de abrir y crear relaciones, así como los primeros balbuceos que aprendemos en la infancia, como “mamá” y “papá”, son una apertura al afecto y a la comunicación.
La experiencia de los hombres y la Palabra verdadera
«Toda la experiencia y la sabiduría de los hombres se expresa en palabras», explicó monseñor Andrea Lonardo, director de la Oficina de Catequesis y Catecumenado de la Diócesis de Roma. Sin embargo, «nos encontramos viviendo en un contexto en el que hay una gran desconfianza hacia la palabra». A pesar de las apariencias, todo el mundo desconfía y los niños cada vez saben menos escribir y hablar, las palabras de los especialistas se vuelven cada vez más arcanas, complicadas, filológicas. Y Lonardo cita a Andrea Moro, neuropsicólogo: “el hombre es el único ser que hace uso infinito de signos finitos”. La palabra es un signo finito: un chimpancé conoce 130 símbolos, puede aprenderlos, pero no puede escribir un poema, no puede decir una oración. “La palabra es esa capacidad que tiene el hombre de manera infinita de hacer poesía o de ver con la ciencia, la religión, la fe, la oración, incluso la blasfemia para relacionarse con el universo”, continúa el director de la Oficina de la Diócesis Romana, “pero Cristo es más grande que toda la experiencia de los hombres, él es la palabra”. Lo recordó el Papa Francisco cuando afirmó que «la palabra de Dios precede y supera la Sagrada Escritura», es más grande. “No basta leer la Escritura para comprenderla, hay que tener presente a Jesús, porque Él es la verdadera Palabra”, concluye Lonardo.
Imágenes y palabras que parecen cantar
Gennaro Colangelo, director artístico del proyecto “Palabras abiertas”, presentó al actor Emmanuel Casaburi, quien recitó una serie de lecturas relacionadas con los Papas, desde Juan XXIII a León XIV. Se trata de textos fundamentales que indican cómo los pontífices expresaron su cercanía al mundo de la comunicación y del arte.
El discurso de León XIV a los trabajadores de las comunicaciones el 12 de mayo nos ha traído hasta nuestros días. El conjunto de textos, que abarca casi un siglo, compone un léxico ideal de valores que el Jubileo recoge como legado vivo. También fue conmovedor el monólogo “La Madonna delle rose”, tomado de la obra teatral Filumena Marturano de Eduardo di Filippo, a la que el Papa Pío XII reconoció el valor de una oración.
El evento se complementa con algunas obras que recuerdan el tema de la palabra, como los facsímiles del Papiro Hanna, entre los primeros testimonios de la Sagrada Escritura, que se remonta al siglo III d.C., donde se puede ver el punto donde termina el Evangelio de Lucas y comienza el de Juan, y la Biblia de Gutenberg. En cuanto al arte figurativo, se exponen el bellísimo grabado con la Anunciación de Federico Barocci, traducción gráfica de la pintura realizada entre 1582 y 1584, hoy en la Pinacoteca Vaticana, y algunas de las Cien acuarelas del Comentario al Evangelio del artista toscano Sigfrido Bartolini, realizadas entre 1996 y 1998.