En un ambiente de reverencia y fe, con la mente y el corazón elevados al cielo para rogar por el fin de la guerra entre Israel y Hamás, el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, presidió la Misa y procesión por la Solemnidad de Corpus Christi en la Basílica del Santo Sepulcro en Tierra Santa.

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Según informa el Patriarcado Latino de Jerusalén, con el cardenal concelebraron varios obispos y sacerdotes, y en la Misa participó “un grupo limitado de fieles presentes, dadas las difíciles circunstancias que afectan actualmente a la ciudad y la región”.
El sufrimiento de Gaza a causa de la guerra
En su homilía, el patriarca meditó en el milagro de la multiplicación de los panes, ante el hambre de la multitud que seguía a Jesús, algo que ocurre también ahora y “afecta la vida de nuestra gente”.

“Pienso en Gaza, por supuesto, pero no sólo en Gaza. Pienso en las numerosas situaciones de pobreza que el conflicto ha creado, haciendo la vida extremadamente difícil para demasiadas familias. Así que vivimos en una época de auténtica hambre”, lamentó el purpurado franciscano.
“Y con ella viene un hambre de justicia, de verdad, de dignidad. Incluso estas últimas parecen palabras pertenecientes a un mundo muy alejado del nuestro, que nada tiene que ver con nuestra vida real”, continuó.

Una tentación y la respuesta de Jesús
Ante la “trágica situación”, continuó el patriarca, aparece “la misma tentación que los discípulos: abandonar. Darnos por vencidos. Tirar la toalla. Dejar de esperar y creer que es posible saciar nuestra hambre, que alguien puede consolar nuestros corazones sedientos de justicia y dignidad. Que este conflicto jamás podrá cambiar nuestras vidas. Que no hay posibilidad de una vida digna para nosotros aquí”.

Como respuesta a esa tentación, precisó el Cardenal Pizzaballa, aparece Jesús, quien pide a sus discípulos que le den a la gente de comer: “Donarse, convertirnos en Eucaristía. Estar con Cristo nos permite vivir nuestra pobreza, vivirla como una oportunidad para compartir y comulgar, para confiar y dar. Y esto también es posible para nosotros, aquí y ahora, especialmente para nosotros, pastores”.
“No se nos pide compartir nuestros conocimientos, sino nuestras vidas, en las que la obra de Dios brilla. Solo así podemos dar una forma precisa y reconocible a nuestro rebaño para traducir lo que celebramos en el misterio a la vida de las comunidades”, subrayó.

Y “en este tiempo de conflicto y guerra”, dijo el purpurado, es necesario que cada cual sepa entregarse, “que seamos solidarios unos con otros, que, a pesar de todo, sigamos construyendo relaciones, abriendo horizontes, dando confianza, teniendo la valentía de ser inclusivos, es decir, de acoger al otro cuando todo apunta a lo contrario”.
Todo esto, precisó, “sin perder nunca la esperanza”.

“Que el pan celestial alimente y fortalezca el camino de nuestra Iglesia en Tierra Santa y, por intercesión de la Virgen Madre de la Iglesia y Madre nuestra, nos sostenga en nuestras diversas vicisitudes”, concluyó el Patriarca Latino de Jerusalén.
La procesión eucarística alrededor del Santo Sepulcro
Luego de la comunión, el Cardenal Pizzaballa presidió la procesión eucarística alrededor del Santo Sepulcro, acompañado de los sacerdotes, monaguillos y fieles presentes.

Al concluir la procesión, el cardenal elevó el Santísimo Sacramento e impartió la bendición a todos, rogando por el fin de la guerra y por la paz en toda Tierra Santa.