El Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, Monseñor Ettore Balestrero, en su intervención durante una sesión de trabajo en Ginebra, expresó su deseo de que se amplíe el número de Estados adheridos al Tratado de Ottawa, un instrumento fundamental para establecer una cultura de paz y desarme.
Devin Watkins – Ciudad del Vaticano
El arzobispo Ettore Balestrero, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, intervino el viernes en la Reunión Intermedia de 2025 de la Convención sobre la Prohibición de Minas Antipersonales.
En su discurso, felicitó a las Islas Marshall por su reciente ratificación del tratado sobre minas, conocido como la Convención de Ottawa, que fue propuesto por primera vez en Oslo en 1997 y entró en vigor en 1999.
Asimismo, defendió el objetivo de lograr una ratificación universal de la Convención, señalando que tiene el potencial de brindar gran ayuda a las víctimas de minas terrestres y prevenir futuras víctimas.
«La Santa Sede está profundamente preocupada por la intención de ciertos Estados Parte de retirarse de la Convención», declaró. «Hace un llamado urgente a todos los Estados que aún no forman parte de este noble instrumento jurídico a adherirse sin demora e implementarlo de manera pronta, tanto en su letra como en su espíritu».
Según la Oficina de Asuntos de Desarme de la ONU (UNODA), las minas antipersonales—y las minas antivehículos, que no están cubiertas por la Convención de Ottawa—han provocado «enormes sufrimientos durante las últimas décadas y siguen matando y mutilando a civiles e inocentes mucho tiempo después de terminados los conflictos».
Gracias a la Convención, se han destruido más de 40 millones de minas almacenadas y se ha reducido considerablemente el número de víctimas.
El arzobispo subrayó que la Convención de Ottawa coloca a la persona humana en el centro, estableciendo «un vínculo claro entre el desarme y el desarrollo».
Lamentó los numerosos informes anuales que documentan las muertes causadas por restos explosivos de guerra, muchos de los cuales afectan a niños, que sufren heridas que les cambian la vida y traumas duraderos.
«Los tratados de desarme existentes no representan solo obligaciones legales, sino también compromisos morales con las generaciones presentes y futuras», sostuvo.
Contrario a debilitar a los Estados, explicó el Observador Permanente, la adhesión al derecho internacional y a los tratados de desarme representa en realidad «una fuente duradera de fortaleza y responsabilidad hacia toda la humanidad».
El representante de la Santa Sede ante la ONU en Ginebra denunció las enormes sumas destinadas al gasto militar y en armamento, que superaron los 2,7 billones de dólares en 2024, calificándolo como «un grave desequilibrio e incluso un escándalo».
Resaltó el contraste entre ese gasto militar y los recursos limitados destinados a la asistencia social, la seguridad alimentaria y el desarrollo humano integral.
«Esto deja en claro que no puede haber paz sin un verdadero desarme», afirmó, «y que la necesidad de cada pueblo de garantizar su propia defensa no debe convertirse en una carrera armamentista».
Por último, Balestrero invitó a todas las naciones a «volver a la razón y al diálogo», utilizando todas las herramientas de la diplomacia para prevenir la escalada de conflictos y la desestabilización.
«La Santa Sede reitera por tanto su llamado a promover una cultura de paz y de vida, y a preservar la integridad de la Convención, confiando plenamente en que la santidad de la vida humana, así como la dignidad inherente e inviolable que Dios ha otorgado a la persona humana, seguirán inspirando su aplicación».