León XIV preside la Misa en la solemnidad de los santos patronos de la diócesis y de la ciudad de Roma, en el Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro -con la bendición e imposición del palio a los nuevos arzobispos metropolitanos- e invita a contemplar las dos figuras apostólicas, diferentes en sus carismas y a veces contrapuestas, pero capaces de vivir «una fecunda armonía en la diversidad». Su apertura al cambio se convierte hoy en un estímulo para nuevas formas de evangelización.
Vatican News
“La historia de Pedro y Pablo nos enseña que la comunión a la que el Señor nos llama es una armonía de voces y rostros, no anula la libertad de cada uno”. Así se expresó el Papa León XIV en la solemnidad de los santos patronos de la diócesis y de la ciudad de Roma. Al presidir hoy, 29 de junio, la Misa en el Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro -con la bendición e imposición de palios a los 54 nuevos arzobispos metropolitanos- el Pontífice presentó a las dos figuras apostólicas como verdaderos «pilares de la Iglesia».
En la homilía de la celebración -a la que asistieron unos 5.500 fieles en la Basílica y otros 5.000 fuera, en los diversos sectores de la Plaza de San Pedro- el Papa se detiene en dos aspectos de su testimonio, a partir de la «comunión eclesial». Lo hace comentando los textos litúrgicos: en la Primera Lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, Pedro es arrestado y encarcelado por Herodes; en la Segunda Lectura, Pablo -también él «con cadenas»- confía a Timoteo un auténtico testamento espiritual, afirmando que su sangre está a punto de ser «derramada y ofrecida a Dios».
La fraternidad que no cancela las diferencias
«Esta comunión en la única confesión de la fe no es una conquista pacífica», subraya el Papa. Los dos apóstoles la alcanzan como una meta a la que llegan después de un largo camino, en el cual cada uno ha abrazado la fe y ha vivido el apostolado de manera diversa.
Su fraternidad en el Espíritu no borra la diversidad de sus orígenes: Simón era un pescador de Galilea, Saulo en cambio un riguroso intelectual perteneciente al partido de los fariseos; el primero deja todo inmediatamente para seguir al Señor; el segundo persigue a los cristianos hasta que es transformado por Cristo Resucitado; Pedro predica sobre todo a los judíos; Pablo es impulsado a llevar la Buena Noticia a los gentiles.
Enfrentamientos con franqueza evangélica
El Papa cita un pasaje de la Carta a los Gálatas: «Cuando Cefas llegó a Antioquía, yo le hice frente porque su conducta era reprensible» (Ga 2,11). Y de dicha cuestión, como sabemos, se ocupará el Concilio de Jerusalén, en el que los dos apóstoles seguirán debatiendo».
La historia de Pedro y Pablo nos enseña que la comunión a la que el Señor nos llama es una armonía de voces y rostros, no anula la libertad de cada uno. Nuestros patronos han recorrido caminos diferentes, han tenido ideas diferentes, a veces se enfrentaron y discutieron con franqueza evangélica. Sin embargo, eso no les impidió vivir la concordia apostolorum, es decir, una viva comunión en el Espíritu, una fecunda sintonía en la diversidad.
A continuación, citando a san Agustín, que en el Sermón 295 se refiere a la “unidad” de los dos apóstoles, dice: «En un solo día celebramos la pasión de ambos apóstoles. Pero ellos dos eran también una unidad; aunque padeciesen en distintas fechas, eran una unidad».
Puentes de unidad en la variedad de los carismas
Esta comunión eclesial – explica además León XIV – «nace del impulso del Espíritu, une las diversidades y crea puentes de unidad en la variedad de los carismas, de los dones y de los ministerios». E indica:
Es importante aprender a vivir la comunión de ese modo, como unidad en la diversidad, para que la variedad de los dones, articulada en la confesión de la única fe, contribuya al anuncio del Evangelio. Estamos llamados a caminar por esta senda, mirando precisamente a Pedro y Pablo, porque todos necesitamos de esa fraternidad.
Que nuestras diversidades sean taller de unidad y comunión
Todos necesitamos de esa fraternidad: «la Iglesia, las relaciones entre los laicos y los presbíteros, entre los presbíteros y los obispos, entre los obispos y el Papa, así como lo necesitan la vida pastoral, el diálogo ecuménico y la relación de amistad que la Iglesia desea mantener con el mundo», afirma el Pontífice y exhorta:
Comprometámonos a hacer de nuestras diversidades un taller de unidad y comunión, de fraternidad y reconciliación para que cada uno en la Iglesia, con la propia historia personal, aprenda a caminar junto con los demás.
Apertura a los cambios y escucha de los acontecimientos
Los santos Pedro y Pablo nos interpelan también sobre la vitalidad de nuestra fe, afirma seguidamente el Papa, evidenciando cómo, en la experiencia del discipulado, «siempre existe el riesgo de caer en la rutina, en el ritualismo, en esquemas pastorales que se repiten sin renovarse y sin captar los desafíos del presente».
En la historia de los dos apóstoles, en cambio, nos inspira su voluntad de abrirse a los cambios, de dejarnos interrogar por los acontecimientos, los encuentros y las situaciones concretas de las comunidades, de buscar caminos nuevos para la evangelización partiendo de los problemas y las preguntas planteados por los hermanos y hermanas en la fe.
«Y ustedes, ¿quién dicen que soy?»
La pregunta que Jesús hace a sus discípulos en el Evangelio, «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?» interpela a cada creyente también hoy “para que podamos discernir si el camino de nuestra fe conserva dinamismo y vitalidad, si aún está encendida la llama de la relación con el Señor”, afirma León XIV e indica:
Cada día, en cada momento de la historia, siempre debemos prestar atención a esta pregunta
Y recordando la advertencia del Papa Francisco sobre el riesgo de una fe reducida a una «herencia del pasado», «cansada y estática», señala las preguntas que hay que plantearse:
¿Quién es hoy para nosotros Jesucristo? ¿Qué lugar ocupa en nuestra vida y en la acción de la Iglesia? ¿Cómo podemos testimoniar esta esperanza en la vida cotidiana y anunciarla a aquellos con quienes nos encontramos?
Iglesia de Roma, signo de unidad
«El ejercicio del discernimiento, que nace de estos interrogantes, le permite a nuestra fe y a la Iglesia que se renueven continuamente y que experimenten nuevos caminos y nuevas prácticas para el anuncio del Evangelio. Esto, junto a la comunión, debe ser nuestro primer deseo», afirma el Santo Padre. A continuación, se dirige a la Iglesia de Roma, llamada más que todas a ser «signo de unidad y de comunión, Iglesia ardiente de una fe viva, comunidad de discípulos que testimonian la alegría y el consuelo del Evangelio en todas las situaciones humanas».
El palio, signo de comunión
Seguidamente, el Pontífice saluda a los «hermanos arzobispos» llamados a recibir el palio y les recuerda:
Este signo, al mismo tiempo que recuerda la tarea pastoral que les ha sido confiada, expresa la comunión con el obispo de Roma, para que, en la unidad de la fe católica, cada uno de ustedes pueda alimentarla en las Iglesias locales confiadas a ustedes.
Delegaciones de la Iglesia greco-católica ucraniana y del Patriarcado ecuménico
Mencionando también a los miembros del Sínodo de la Iglesia greco-católica ucraniana, presentes en la celebración eucarística, les agradece por su presencia y por su “celo pastoral”.
¡Que el Señor le conceda la paz a su pueblo!
Y con “viva gratitud” saluda a continuación a la Delegación del Patriarcado Ecuménico, que ha sido enviada “por el querido hermano Su Santidad Bartolomé”.
El Pontífice concluye su homilía invitando a caminar “juntos en la fe y en la comunión”, invocando la intercesión de los santos apóstoles Pedro y Pablo, “sobre todos nosotros, sobre la ciudad de Roma, sobre la Iglesia y sobre el mundo entero”.
Bendición e imposición de los palios
A continuación, en el servicio eucarístico, concelebrado por el cardenal Stephen Brislin, arzobispo de Johannesburgo (Sudáfrica), y el cardenal Robert Walter McElroy, arzobispo de Washington, capital de Estados Unidos, tuvieron lugar los ritos de bendición e imposición de los palios. Los diáconos toman los ornamentos de la Confesión de San Pedro y se los presentan al Pontífice. El Cardenal Protodiácono, Dominique Mamberti, presenta a los nuevos Arzobispos Metropolitanos, que prestan juramento de fidelidad al Papa y a la Iglesia de Roma.
Arzobispos de todo el mundo
Desde Estados Unidos, patria del Papa Prevost, hasta Perú, su lugar de misión. De Italia a los rincones más remotos de la tierra, Papúa Nueva Guinea, Guam, Nueva Caledonia. Son variadas las filas de los 54 arzobispos metropolitanos sobre cuyos hombros el propio Pontífice coloca la vestidura, intercambiando un abrazo y unas palabras con cada uno.